Topic: Marcos

V Viernes durante el año

V Viernes durante el año

By administrador on 10 febrero, 2023

Marcos 7, 31-37

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.

Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete.» Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.

Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Palabra del Señor

Comentario

No hay nada más lindo en la vida que ser sal y luz. No hay nada más lindo en la vida que descubrir que podemos hacer y que estamos hechos para hacer algo por los demás. En definitiva, vos y yo, cada uno en lo suyo, en su familia, en su trabajo, en su vocación, en su día a día, deberíamos intentar eso para ser felices. “Hay más alegría en dar que en recibir” dice la Palabra de Dios. Hay más alegría en el corazón cuando uno descubre que tiene mucho para dar, no cuando uno se vive quejando de lo que no le dan. Debemos dar con el corazón abierto para recibir, pero sabiendo que hay mayor alegría en dar, en salar e iluminar y ver como otros viven distintos gracias a nuestro aporte.

Proponente eso este día. Propongámonos juntos hacer lo posible para hacerle la vida más linda a otros. “Cambiemos el chip”, como se dice, cambiemos la mentalidad, la forma de pensar. No esperemos el fin del mundo para hacer cosas lindas, no esperemos que a los que los queremos les pase algo, para decirles lo importante que son para nosotros. No esperemos que nos den cosas, demos el paso nosotros primero, por ahí dando el paso el otro se anima a darlo. Sé que es viernes y muchos estamos pensando en lo que descansaremos el fin de semana. Pero también sé que podemos pensar primero en los otros, en lo que podemos hacer por los otros. Empecemos por casa y empezando por casa podremos tener el corazón más despierto para seguir por otros lados. Todos podemos hacer algo. No importa donde estés, lo que estés haciendo, la edad que tengas. Todos somos sal y luz de esta tierra.

Mientras tanto, mientras los días de nuestra vida pasan, podemos no darnos cuenta de todas estas cosas lindas. Podemos no darnos cuenta de todo lo que podemos dar. Mientras tanto, mientras otros dan la vida cada día, nosotros podemos andar medios “sordos- mudos” necesitando que Jesús nos saque de esa situación.

No hablamos bien cuando no escuchamos bien. Los sordos de nacimiento, son mudos también. Por no haber escuchado nunca, no saben hablar, no saben emitir sonidos con coherencia. Pero ellos son buenos y finalmente se hacen entender de alguna manera. Pero los peores, somos nosotros, los mudos que no hablamos bien, pero porque en el fondo no sabemos escuchar. Somos sorditos de corazón. La sordera del corazón, que se manifiesta exteriormente, es uno de los peores males. Es la que produce todas las peleas, divisiones, rencillas, complicaciones, rencores, malos entendidos, calumnias, difamaciones y tantas cosas más en nuestras vidas, porque en realidad no sabemos escuchar, estamos medios sordos y oímos lo que queremos oír. Nos perdemos de oír las cosas lindas y a veces nos habituamos a oír cosas malas, por eso de nuestro corazón salen cosas malas y de nuestros labios palabras que no salan y no iluminan.

Nos perdemos de escuchar todos los días con detenimiento las cosas lindas que nuestro Padre del cielo nos quiere decir, por andar escuchando tantas tonteras, tantas malas noticias, tantas noticias sin sentido, tantas noticias frívolas, y así nos pasamos los días usando nuestros oídos en cosas que no tienen sentido. Nos perdemos de decir cosas lindas a los que lo necesitan, por andar soltando nuestra lengua en palabras vacías, que molestan, que se quejan, que critican y pretenden resolver el mundo por un rato de charla. El mundo no se mejora con palabras y quejas. El mundo se mejora trabajando. La familia se mejora escuchándola, no se mejora mostrándole todo lo malo. La Iglesia no se mejora, como hacen algunos y algunas, incluso consagrados, con “incontinencia verbal”, sino con amor incondicional y entrega.

Que lindo terminar este audio o este día y ver que Jesús mire al cielo, suspire y diga sobre nosotros: “Efata, ábrete. Que se abran tus oídos para que puedas escuchar todo lo lindo que tengo para decirte, todo lo lindo que dicen de vos, todo lo lindo que te andas perdiendo por no escuchar” Que se abran nuestros oídos para que “se nos suelte la lengua y comencemos a hablar normalmente”, como deben hablar los hijos de Dios, como hablan aquellos que se dieron cuenta que son luz y sal de la tierra y tienen mucho que dar y amar a los demás.

V Jueves durante el año

V Jueves durante el año

By administrador on 9 febrero, 2023

Marcos 7, 24-30

Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.

En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.

El le respondió: «Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros.»

Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos.»

Entonces Él le dijo: «A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija.» Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

Palabra del Señor

Comentario

No hace falta ser perfecto para ser salar, no hace falta ser un iluminado para iluminar. Dice San Pablo, que “lo necio del mundo lo ha escogido Dios para confundir a los sabios. Y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar al poder. Aún más: ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; de modo que nadie pueda gloriarse en la presencia del Señor.”  En sentido amplio, más allá de la fe que tengamos, incluso sin tener fe en nada, podemos decir que todos los hombres podemos ser luz y sal. Todo hombre nacido en esta tierra es obra de Dios, es amado por Él, tiene en su interior un núcleo de bondad y de amor que solo Dios conoce y que puede ponerse al servicio de los demás. Todo hombre creado por Dios tiene algo que aportar, algo para dar, para iluminar. Si redujéramos la posibilidad de salar e iluminar a los cristianos, nos quedaríamos cortos.

Por supuesto que, por tener fe, por creer en Jesús, en su Iglesia y saber que su amor, sus sacramentos, nos van transformando lentamente a lo largo de la vida, tenemos que afirmar que la fe nos da algo que los demás no tienen, nos da una fuerza especial para ser capaces de lo heroico, incluso hasta el martirio, pero eso no nos hace perfectos, ni especiales, ni exclusivos, al contrario, nos da una responsabilidad aún mayor. Por eso, el ser luz y sal, no es propiedad privada de nosotros, sino que es patrimonio de la humanidad. Todos los hombres están hechos para amar y ser amados, salar e iluminar.

Algo del Evangelio de hoy, tan particular, nos da una lección sobre esto que estamos hablando. ¿Una lección sobre qué? Fundamentalmente se me ocurren dos cosas.

Por un lado, que Jesús no es “propiedad privada”, no es solo de algunos y para algunos, sino que es de todos y para todos. Aunque a veces parezca lo contrario dentro de la Iglesia.

Por otro lado, la persona menos pensada a veces se transforma en sal y luz de otros. Jamás podemos despreciar a una persona, por más distinta y alejada de nuestra realidad que parezca.

Vamos a lo primero. Los seres humanos cometemos fácilmente el error de la posesión. Nos adueñamos de las cosas, de las personas, de las ideas, de los logros. Nos encanta la exclusividad, nos encanta el sectarismo manifestado de muchas maneras. Podríamos hablar horas de esto. Y esto se da de diferentes formas y matices en la misma Iglesia. Pasó en la vida de Jesús, los discípulos y muchos otros, varias veces quisieron “adueñarse” de Jesús. Sin embargo, Jesús siempre lo evitó. Es nuestra gran tentación, adueñarnos de lo que nos hace bien y pretender ese bien solo para nosotros o bien pretender que todos hagan lo mismo que yo. Pasa para ambos lados. Los que conocieron a Jesús en un lugar, en una comunidad, hacen de ese lugar y comunidad casi como su “nichito” exclusivo donde solo pueden entrar los que más o menos se parecen a mí. ¡Qué tristeza cuando rodeamos a Jesús con nuestras ideas e impedimos que otros puedan vivir lo mismo que yo, pero a su manera! Y el otro extremo es el fanatismo. “Si no hacen lo mismo que yo, si no conocen a Jesús en mi movimiento, en mi grupo, mi parroquia, retiro, casi que no entienden nada, no van a conocer a Jesús”. ¡Qué soberbia! ¡Qué estrechez de corazón! ¡Qué cerrazón de corazón!

Lo segundo es que a veces los menos pensados pueden ser sal y luz, y nosotros, los más cercanos por prejuiciosos podemos transformarnos en “burócratas de la fe”. Poner tantas condiciones y trabas, que al final, seguir, conocer y amar a Jesús se transforma en un trámite más, controlado por algunos que ponen las reglas y los demás se tienen que acoplar, sin libertad. “Para seguir a Jesús, tenés que hacer esto, lo otro, tenés, tenés…” y así mil cosas. Somos nosotros los que le digitamos el camino a los demás. Incluso algo peor que también pasa, “para anunciar a Jesús tenés que ser así, asá, hacer esto lo otro, llenar este formulario o el otro…”, o sea que para ser sal y luz casi que tenés que presentar un curriculum de buena conducta, un ADN de cristiano, que se parezca, por supuesto, bastante al mío. Como dice el Papa Francisco: “Es más importante la gracia que toda la burocracia. Y tantas veces nosotros en la Iglesia somos una empresa para fabricar impedimentos, para que la gente no pueda llegar a la gracia” Para pensar y rezar.

Bueno, si te queda alguna duda sobre cuál es la verdad del evangelio sobre este tema, sin dejar de lado todas las otras verdades que contiene y sin relativizar lo que Jesús enseña, te propongo que vuelvas a escuchar el texto de hoy. Una pagana que se transforma en sal y luz al acercarse a un Jesús aparentemente bastante duro, que termina concediéndole lo que ella necesitaba y pedía. Conclusión, Jesús no es “propiedad de algunos”, Jesús nos ayuda a ver mucha bondad fuera de nuestras cuatro paredes, fuera de nuestras narices, fuera incluso de la Iglesia.

V Miércoles durante el año

V Miércoles durante el año

By administrador on 8 febrero, 2023

Marcos 7, 14-23

Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!»

Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. Él les dijo: «¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?» Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.

Luego agregó: «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.»

Palabra del Señor

Comentario

Una de las grandes debilidades de nuestro corazón, debilidades digo, no me refiero a pecados, sino a una carencia: es el no saber, el no terminar de darnos cuenta lo que realmente somos. No terminamos de conocernos. Somos sal y somos luz. Jesús no dijo que lo seremos si hacemos tal o cual cosa, como poniéndonos una condición; no dijo que lo dejaremos de ser por tener tal o cual debilidad, como un castigo, dijo que lo somos. Lo somos por el hecho de ser elegidos misteriosamente por Él, amorosamente por el Padre, así de sencillo. Lo somos por haber sido bautizados, por haber recibido la gracia. Obviamente que en la medida que más estamos con Él, más lo amamos en los demás, más luz y sal seremos. Obviamente que si no queremos salar y no pretendemos iluminar, no la haremos, nos es magia. Pero nunca podemos olvidar que en realidad podemos hacer todo eso, porque ya lo somos. Primero el ser, después el hacer. No podríamos hacer nada si antes no lo fuéramos. Espero no marearte con estas cosas, que parecen medias complicadas, como para pensar mucho, pero son simples, tan simples que las olvidamos y como las olvidamos, caemos en errores que nos hacen mal. Alguien me decía una vez en una misión: “Padre, no quiero misionar, siento que tengo poca fe y me siento mal. ¿Cómo voy a misionar así? Además, no estoy bien con mi familia, me estoy llevando mal con ellos” Este es uno de los planteos más comunes, que, bajo apariencia de bien, nos engañan para que esperemos un “no sé qué” para hacer el bien. No tenemos que esperar a “estar bien” para salar e iluminar, sino que estaremos bien en la medida que lo hagamos; No podemos pretender controlar nuestro “nivel de fe” para saber cuándo podemos iluminar, hay que salir para darse cuenta de que somos luz. Eso es no confiar en Jesús. Ya somos luz y sal, y lo descubriremos en la medida que caminamos, que salimos. ¿Cuántas personas han descubierto sus dones saliendo a amar, a servir?

Algo del Evangelio de hoy nos enseña lo mismo, pero con las cosas malas de nuestro corazón. No podemos echarle la culpa a los de afuera. No podemos echarle la culpa al mundo de hoy, a internet, al celular, a la televisión, a las cosas malas que hoy pasan y antes no pasaban. No podemos vivir pensando que la culpa la tienen los otros y que todo lo que no soy yo, no es tan bueno. Es verdad que fuera nuestro hay cosas malas, es verdad de que hay que evitar estar en lugares y con personas que nos hacen mal, que de alguna manera nos “ensucian”. Pero también es bueno volver a escuchar: «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.»

Somos sal, somos luz, pero no olvidemos que también en medio de la sal, y junto con la luz, en el corazón del hombre hay de todo un poco: hay algo de malas intenciones, de lujuria, de deseos de tener lo de otros, de deseos de matar, de adulterios, de maldad, de engaños, de deshonestidades, de envidia, de difamación, de orgullo, de desatino. Cada uno tiene lo suyo, cada uno debe ser sincero consigo mismo y darse cuenta, de que, aunque lo de afuera influye, el que finalmente hace las cosas es uno, somos nosotros los que decidimos comportarnos como luz y como sal. No podemos vivir como los fariseos, creyendo que el problema de nuestra impureza es externo. No podemos vivir pensando que por hacer cosas buenas “seremos buenos”, sino que, porque ya somos algo, podemos hacer cosas buenas, porque la capacidad de amar ya Dios la puso en nuestro corazón y eso nos va “abuenando”, nos va purificando de lo otro, que siempre está y estará, pero que en la medida que dejamos salir lo mejor de nosotros, se va apagando, va perdiendo fuerzas.

El cristiano, será más luz y sal, no en la medida que se ponga a luchar contra todo lo malo, sino en la medida que se ponga a salar e iluminar. Pongamos nuestro corazón en lo bueno y ya tendremos lo mejor de la batalla ganada: el darnos cuenta lo que somos, lo que Dios nos ha dado. “Escúchenme todos y entiéndanlo bien”.

V Martes durante el año

V Martes durante el año

By administrador on 7 febrero, 2023

Marcos 7, 1-13

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»

El les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.»

Y les decía: «Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: “Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte…” En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!»

Palabra del Señor

Comentario

La sal que se enfrasca, que se guarda, no sirve para nada. El cristiano que solo mira el pasado, está enfrascado. La sal que se guarda, que se mantiene, es la que se humedece y ya no sale del salero. El cristiano que es hipócrita es el que perdió su sabor y no sale de sí mismo. La sal que por querer mantenerla cuidada se encajona, termina no cumpliendo su función. El cristiano que pierde el tiempo juzgando, todavía no conoce su misión.

Imaginate si te quedás sin luz en tu casa, prendés una vela… y la ponés debajo de la mesa. ¿Para que la prendiste? El cristiano que no aporta nada, el cristiano que se calla todo es el que no ilumina, y el que habla de más, es el que encandila.

Vamos por partes con el evangelio de hoy; el problema no es el mandamiento de Dios –por supuesto–, el problema es que olvidamos el mandamiento de Dios, el pueblo judío olvidó el mandamiento de Dios y nosotros también lo olvidamos y vamos armando sin querer nuestro propio “castillito espiritual”; el problema no es que el sol no está cuando está nublado, sino que lo están tapando las nubes; el problema no es que haya tradiciones humanas –que son inevitables–, sino que yo sin querer hago de las tradiciones “el sol”, hago de las tradiciones lo esencial y no me doy cuenta que las tradiciones son como las nubes que van y vienen, que van cambiando de forma, que desaparecen y aparecen.

Ahora, ¿qué hacemos entonces? ¿Hacemos desaparecer las nubes para ver siempre el sol? Y la verdad es que no se puede; las nubes existen y sirven porque además nos dan sombra a veces, dan lluvia fresca que empapa la tierra, las nubes además embellecen el cielo también, lo hacen más lindo; las tradiciones humanas ayudan a transmitir la fe, para eso deben servir, “adornan” de alguna manera nuestra fe y nos hacen –podríamos decir– verla más linda, vivirla con más intensidad; pero no son la fe –no son el sol–, sino que nos ayudan.

Lamentablemente esta palabra “tradiciones” está un poco mal usada en nuestros ambientes; tanto para el que le gusta usarla mucho y la usa para aferrarse al “no cambiar”, esto lo vemos en los mal llamados –creo yo– tradicionalistas; como para el que la desprecia y critica lo tradicional por conocer una caricatura de lo que es la tradición, pero finalmente se aferra a una “nueva tradición” creada por otros, que es la del cambio por el cambio mismo, un cambio infantil, sin criterio, un cambio sólo por capricho, el cambio “adolescente”. Tanto el que se aferra al pasado sólo por el hecho de que todo lo anterior fue mejor, pensando que todo lo de ahora es malo; como el que cambia por cambiar y rechaza todo lo antiguo, ambos; no comprenden lo que significa lo tradicional, ambos dejaron que las nubes les tapen el sol y se olvidaron del sol y además se quedaron peleándose por las nubes. Esto nos pasa muchas veces en la Iglesia, parece que hay como dos bandos ¿no?; los tradicionalistas o los progresistas. Dos etiquetas feas que no tienen sentido, mal puestas; nada más alejado del Evangelio que estas etiquetas que nos ponemos entre católicos. Me imagino a Jesús agarrándose la cabeza y diciendo: “¡No entendieron nada! ¡No entendieron nada!” Si nos ponemos etiquetas entre nosotros mismos es porque nos olvidamos del sol, de Jesús que es el fundamento de nuestra Fe, si ponemos etiquetas a otros es porque estamos juzgando y no entendimos el mensaje del Evangelio.

Aprendamos a aceptar ciertas nubes, ciertas tradiciones que nos ayudan a embellecer la fe, aceptemos que hay algunos que les puede gustar más o menos algunas cosas; también aceptemos que hay cosas que cambian, no hay que “rasgarse las vestiduras” por pequeñeces. Lo que no podemos aceptar es pelearnos por cosas que no son la esencia de la fe, por las nubes, mientras el sol está queriendo iluminarnos y nosotros miramos para abajo peleándonos por algunas tonteras, perdiéndonos de lo mejor, perdiendo el tiempo; en ese caso caemos todos juntos en la hipocresía.

V Lunes durante el año

V Lunes durante el año

By administrador on 6 febrero, 2023

Marcos 6, 53-56

Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.

Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

Palabra del Señor

Comentario

¡Qué lindo es empezar esta semana con ganas de ser sal y luz, con deseos de que otros sean para nosotros sal y luz, que otros nos den un poco de su amor, del sabor que tiene para dar, que otros nos den su luz, la luz de Jesús que hay en tantos cristianos dispersos por este mundo! La Palabra de Dios tiene que ser para nosotros el primer “empujón” del día, el “envión” para empezar, para arrancar la semana. ¡Cómo cuesta a veces empezar los lunes! Pareciera que todo nos pesa más. Si andás por la ciudad, si andás por algún medio de transporte, o incluso en tu misma casa, te aseguro que verás muchas más caras de “poca felicidad” que de felicidad. Bueno, no importa.

Empecemos hoy con ganas de volver a escuchar. SOMOS sal, SOMOS luz. Seamos conscientes de eso y vayamos con el “salero” en mano, y con el candelero en el corazón. Sonreíle al del peaje, sonreíle a tus hijos, haceles el desayuno con más amor, sonreíle al chofer del colectivo, sonreíle al portero de tu edificio, sonreíle a tu empleado, sonreíle a tu marido, a tu mujer, sonreíle a tu jefe. La sal está para salar, el amor de nuestro interior está para darlo. La luz sirve para iluminar, tus palabras y tu sonrisa también. Vamos a seguir con estas lindas imágenes toda la semana. La Palabra de Dios es una maravilla, nunca me cansaré de decirte lo mismo. Nunca terminaremos de descubrirla completamente, depende de nosotros seguir o no.

Ayer tuve la gracia de celebrar una misa en la que al final hicimos una procesión con la Eucaristía, con el Santísimo entre la gente. Fueron alrededor de 45 minutos. ¿Cómo explicarte lo que fue? Bueno, en realidad es fácil. Fue de alguna manera Algo del Evangelio de hoy. Muchísima gente con enfermedades, ciegos, con discapacidades, pero fundamentalmente con enfermedades del corazón, del alma, entre esos estaba yo. Todos un poco enfermos, pero con la diferencia que yo llevaba a Jesús en mis manos, o mejor dicho Jesús me llevaba en su corazón. Además, muchísimos tenían en sus manos fotos de otras personas, familiares, amigos, seguramente con más dificultades que ellos.

Siempre Jesús nos sorprende a los sacerdotes, poniéndonos ante situaciones así, pero que lindo es cuando nos vuelve a sacudir bien de golpe y nos dice: ¿Ves que el evangelio no es un cuentito? ¿Ves que lo que lees cada día en la Palabra se repite todos los días, especialmente en los sacramentos? Cuando olvidamos la frescura del evangelio, la actualidad del evangelio, cuando olvidamos que lo que leemos no es historia, sino presente continuo, entonces la Palabra de Dios se vuelve algo lindo pero que no transforma, no cambia a nadie. Ahora… cuando uno ve con sus propios ojos que hay gente enferma que se agolpa para “tocar a Jesús”, por lo menos los flecos de su manto. Cuando uno ve que hay gente que le encanta ser “camillera” de otros y anda rezando, buscando la sanación para otros que no pueden estar, uno vuelve a renovarse, uno vuelve a creer de una forma nueva, uno vuelve a decir vale la pena. Es lindo ver el evangelio en vivo y dejar de “guitarrear” tanto a veces. Es bueno ver que Jesús sigue sanando, sigue pasando por nuestras vidas. Es sanador ver como la Iglesia, especialmente los sacramentos como la Misa, se vuelve “hospital de campaña” para tantos enfermos de la vida, como el evangelio de hoy. Donde andaba Jesús, todo se transformaba en un hospital, sencillo, pero hospital al fin. Enfermos y enfermeros por todos lados.

Si estás sufriendo o viviendo algo difícil sé que entendés de qué te hablo. Si no tenés ni un problema en tu vida, si todo anda bien, por ahí estarás pensando que esto no te dice nada. Puede ser. Pero nunca creas que a vos no te va a pasar. Nunca desprecies el modo que tienen algunos de acercarse a Jesús, a veces un poco “alocado”, tirándose incluso ante el sacerdote para tocar “el fleco de su manto”. Nunca te burles del que parece “loco” por Jesús. Es verdad que, como decimos a veces: “Hay de todo en la viña del Señor”. Pero en ese “hay de todo”, estamos vos y yo. No creas que estamos excluidos.

Con sinceridad te digo, que me gustaría a veces estar un poco más loco por Jesús, hasta pasar por loco. A veces me gustaría que no me importe nada y poder tirarme a los pies de Él como lo vi ayer en vivo y en directo. ¿A vos no? Si al final de cuentas, en el ocaso de nuestra vida, ¿Qué tendrá en cuenta Jesús al vernos cara a cara? Cuanto lo hemos amado, pero con el cerebro, sino con el corazón.

IV Sábado durante el año

IV Sábado durante el año

By administrador on 4 febrero, 2023

Marcos 6, 30-34

Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Palabra del Señor

Comentario

La Palabra de Dios es luz y vida cuando vamos aprendiendo a escucharla y a guardarla en el corazón. ¿Probaste alguna vez guardar una palabra en tu corazón durante el día y repetirla interiormente sin que nadie se dé cuenta, «solo tu Padre que ve en lo secreto»? ¿Hiciste el intento de quedarte con algo del evangelio de cada día y que se transforme como luz para lo que debés emprender en tu día? Solo cuando incorporamos verdaderamente el alimento cotidiano de la Palabra de Dios a nuestras vidas, ella misma va iluminando y mostrándonos caminos nuevos o bien nos hace rectificar el que estamos llevando.

Quiero seguir animándote y animarme a mí mismo a continuar haciendo el esfuerzo diario por escuchar a Jesús en sus evangelios, luchando por escuchar y amar más, para ser instrumentos de la Palabra de Dios en un mundo que está invadido por las tinieblas. No te olvides que si querés recibir los evangelios en audio en tu celular, podés ingresar a nuestra web www.algodelevangelio.org para ver los medios para recibirlo, pero especialmente por la aplicación de Telegram. Si buscás nuestro canal, nos vas a encontrar como @algodelevangelio.

Pero vamos a Algo del evangelio de hoy. ¿Quién dijo que ser cristiano es trabajar y trabajar, y no descansar nunca? ¿Quién dijo que ser cristiano es solamente vivir como volcado hacia afuera, haciendo cosas por los demás y no tener tiempo para descansar un poco, para estar con Jesús?

Creo que, como lo pinta esta escena tan linda, ser cristiano, en definitiva, al fin de cuentas, es andar con Jesús, es caminar con Él, es disfrutar de su presencia. Y en ese caminar, como cualquier otro camino de la vida, hay un poco de todo, incluso momentos en que Él nos puede decir que es necesario frenar para tomar un poco de aire y nos puede decir: «Vení, vengan, apártense un poco. Vayamos a un lugar desierto para descansar, porque el corazón también necesita un respiro».

Él mismo lo buscó, Jesús necesitó descansar físicamente y descansar también del agobio de tanta gente que se acercaba para escucharlo, para ser sanada. Necesitaba también escuchar a sus amigos, a los Apóstoles. Necesitaba hablarles, animarlos, empujarlos, levantarlos. Necesitaba apartarse también para estar con sus amigos porque ni siquiera tenían tiempo para comer, ni siquiera tenían tiempo para conversar, también podríamos pensar. Porque el reunirse a comer para nosotros es también reunirnos a escucharnos, a dialogar, a saber, lo que le está pasando al de al lado, a nuestro hijo, a nuestra hija, a tu marido, a tu mujer, para saber cómo le fue en ese día.

Jesús también necesita apartarnos un poco para estar con nosotros, en realidad somos nosotros los que necesitamos que Jesús nos «aparte», porque si fuera por nosotros, a veces seguiríamos y seguiríamos sin parar hasta que algún día todo el corazón explota y ya no sabe para dónde ir.

Sabemos, por Algo del Evangelio de hoy, que finalmente Jesús no pudo tener ese momento de descanso, porque la gente lo vio, los persiguió y no les dio respiro, y además terminó compadeciéndose de todos y les siguió enseñando un largo rato. Pero es bueno que de la escena de hoy nos quedemos con la intención de Jesús. Él quiso eso, aunque al final no se pudo, como tantas veces pasa en la vida. Él quiere también hoy que aprendamos a apartarnos de nuestras tareas. Él quiere que sepamos dejar un poco nuestras cosas de lado que nos agobian, nuestras tareas de caridad, del servicio que hacemos, cosa que Él mismo nos pidió. Pero Él quiere que también nos apartemos para escucharlo, para reclinar nuestra cabeza en su corazón. Y no es descansar por descansar, no es dormir por dormir, no es tirarse en la cama por tirarse en la cama; es aprender a apoyar nuestra cabeza en su corazón como lo hizo el discípulo amado en la última cena. ¡Cuántas veces descansamos mucho y después todo sigue igual!

Por ahí ahora alguno volvió de vacaciones en donde se descansó un poco más, en donde cambiamos de rutina, ¿pero no te pasa que todo sigue igual? ¿Por qué? Porque en el fondo no descansamos con Jesús, porque descansaste solo o sola, porque hiciste la misma vida que venías haciendo, pero en otro lado, solo cambiaste de lugar y no el corazón.

Es necesario que aprendamos a descansar con Jesús, lo grita el corazón de cada uno de nosotros, lo necesita. Solo cuando descansamos con él cinco, diez o los minutos que podamos cada día, solo cuando nos sale bien de adentro estar con Él porque escuchamos su invitación: «Vení, vení a descansar». Solo así tenemos resto, como se dice, tenemos alegría suficiente para sobrellevar todo, tenemos ánimo grande para escuchar a nuestros hijos, a los compañeros, a los vecinos, a todos. Solo así no nos molesta y no nos aturde la presencia –a veces agobiante– de los demás, de las personas que nos rodean y nos reclaman.

Pidámosle hoy a Jesús que nos diga al oído: «Vení a un lugar desierto, vení para descansar un poco». Ser cristiano, en definitiva, ser amigo de Jesús, es trabajar con Él, pero también es saber descansar con Él. Que Jesús hoy nos regale esa gracia a todos nosotros.

IV Viernes durante el año

IV Viernes durante el año

By administrador on 3 febrero, 2023

Marcos 6, 14-29

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: « ¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.

La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor

Comentario

La felicidad tiene adversarios, decíamos el lunes, ¿te acordás? Ese día hablamos fundamentalmente de dos, de Satanás el padre de la mentira y la mentalidad del mundo que pone otros intereses antes que el bien de las personas; el poder, el dinero, el prestigio. Pero… no hay que “tirar la pelota afuera” como se dice en el lenguaje futbolístico. Tirar la pelota afuera es echarles la culpa a los otros, o al otro y no darnos cuenta de que el principal adversario de nuestro gran anhelo de felicidad en el corazón, es nuestro mismo corazón que no siempre “ama y se sabe amado”, como decía San Agustín. Dando vuelta la frase del santo nosotros podemos decir: “Es infeliz el que no ama y no se sabe amado”, el que ama mal, o egoístamente. Cada infelicidad, cada mal trago de vida, cada tristeza fruto de nuestras malas elecciones proviene de esto, de no estar amando bien, o que no nos están amando como lo necesitamos. El gran obstáculo, el gran adversario para nuestra felicidad es nuestro excesivo amor propio, que nos lleva a andar poniendo nuestra felicidad en el poder, en el orgullo y la vanidad, y en las riquezas de este mundo que nos “engatusan”.

Algo del Evangelio de hoy es muy claro: Herodes es la personificación de la debilidad del corazón humano, del gran adversario de nuestra felicidad, el amor propio exacerbado  que a veces subido al pedestal del poder sea donde nos toque estar, vive una vida de “fantasía” por ese poder o deseo de más, deseo de agradar a otros, incapacidad de jugarse por las personas y finalmente de buscar el bien ajeno, sino que lo único que le interesa es mantenerse en un lugar de privilegio, de que sigan pensando bien de él.

En cambio Juan el Bautista fue feliz, murió dignamente y por eso nadie olvidará su muerte, aunque haya sido fruto de un juego; en cambio de la muerte de Herodes ¿Quién se acuerda? Juan fue asesinado por un juramento barato de este hombre viciado por el poder, por la seducción del baile de una joven, por un rato de vanidad, de cobardía; Juan el Bautista murió por la verdad, pero no por una frase que era verdad, o por una frase que era regla moral, de sentido común; Juan el Bautista murió por una verdad que él mismo vivía y disfrutaba porque la verdad es vida y la verdad es camino, la verdad es Jesucristo. Y estar con Jesús nos asegura la felicidad de vivir en verdad, de estar en el buen camino.

Cuidado que nosotros somos así a veces –por más que no seamos poderosos–, somos así cuando cuidamos nuestro ranchito a costa de todo, cuando callamos alguna verdad profunda que nos puede incomodar o puede incomodar a los demás y lo hacemos por miedo; Herodes habita en nuestro corazón cuando matamos lo que nos molesta, cuando le cortamos la cabeza a aquellos que antes admirábamos, cuando somos capaces de traicionar lo que más nos hacía feliz hace un ratito, y por miedo o falta de amor terminamos trayendo en la bandeja la cabeza de ese amor que hemos matado. Ser veraces y sinceros cuesta la vida, cuesta la vida que nos quieren vender, que nos quiere vender el mundo; pero al mismo tiempo nos da una vida que nadie nos puede quitar: la vida de los hijos de Dios, de la paz del corazón cuando hacemos lo que tenemos que hacer, la felicidad que da la satisfacción de la obra hecha con amor y por amor.

IV Miércoles durante el año

IV Miércoles durante el año

By administrador on 1 febrero, 2023

Marcos 6, 1-6

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: « ¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?» Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.

Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa.» Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.

Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

Palabra del Señor

Comentario

¿Vale la pena emprender el verdadero camino de la felicidad, el de las bienaventuranzas? ¿Vale la pena intentar ser feliz por el camino más escarpado, por el camino donde parece que se tiene pocos amigos, donde parece que nadie o pocos quieren andar? La verdadera felicidad es cuesta arriba, no se construye en serio nuestra vida cuesta abajo. Todos queremos ser felices, todos deseamos ser felices, hasta el que lleva la vida más infeliz del mundo, hasta el que se empecina por destruirse y destruir a los demás con sus malas elecciones. Todos, errados o no tanto, todos… queremos ser felices. Pero la gran tentación es la de tomar caminos alternativos, atajos, caminos más atractivos, caminos fáciles, más placenteros, más cómodos y en apariencia mejores. Por eso a todos tarde o temprano se nos presenta esta disyuntiva: ¿Vale la pena seguir esto que cuesta tanto, mientras veo tanta gente que ni se preocupa y parece ser que anda feliz? ¿Vale la pena intentar ser bueno, honesto, humilde, sufrir en silencio, caritativo, misericordioso, paciente, pacífico, santo e incluso a veces burlado y criticado? Porque si no vale la pena… ¿Para qué perder el tiempo? ¿Qué estamos haciendo?

San Agustín decía que el sabio es el que logra el arte de ser feliz. Y cuando le preguntaban qué es ser feliz, decía que es feliz aquel que ama y se sabe amado. Creo que de alguna manera acá tenemos una respuesta. La felicidad está en amar y sentirse amado, o podríamos decir en sentirse amado amando. Y eso cuesta. No se logra con una decisión, de un día para el otro, no se alcanza estudiando algo, sino que se va alcanzando en la medida que vamos aprendiendo a “tirarnos a los pies de Jesús”, como decíamos ayer, todos los días, a Jesús en el silencio y a Jesús en los demás. A Jesús en el silencio para sentirnos siempre amados y en los demás para amar y también encontrar amor en los otros, solo amando experimentamos amor. ¿Te parece que no vale la pena? Estoy convencido que sí, estamos convencidos que sí, por eso anunciamos a Jesús. No da lo mismo buscar ser felices con fe, creyendo, que, a tientas, sin ver. Jesús vino a enseñarnos una felicidad que cala mucho más hondo, que penetra hasta lo más hondo del alma. Es como un ancla en el fondo del mar que nos mantiene en el mismo lugar, aunque todo se mueva y se tambalee, aunque las olas de este mundo nos pasen por encima. Creer nos abre un camino de felicidad distinto, a veces muy difícil de explicar y que solo lo entiende el que lo empieza a vivir.

Algo del Evangelio de hoy dice que Jesús no pudo hacer ningún milagro allí. ¿Por qué no pudo; si Él podría haberlo hecho, a pesar de todos? Si Él hubiese querido los hubiese realizado; ¿Sabés por qué no pudo? No pudo porque no había fe: “Se asombraba de su falta de fe”. No vale la pena hacer milagros cuando no hay fe, porque Jesús no hacía los milagros para suscitar la fe, para que crean, no era un milagrero, sino que en realidad solo veían los milagros aquellos que tenían fe. Muy distinta la ecuación. Bueno, eso mismo pasa hoy; necesitamos fe para ver los milagros de Dios, necesitamos fe para darnos cuenta que Jesús está presente. Y eso nos da felicidad, ver los milagros, ver el amor de Dios en este mundo, sentirnos amados por sus acciones.

Por eso lo mejor que podemos pedir para ser felices, antes que cosas, es fe; fe para ver, no pedir milagros para creer. Si tenemos fe veremos milagros continuamente. El milagro de poder despertar, levantarnos y ver todo lo que Dios nos ha regalado, nuestra familia, nuestros hijos, el milagro de haber recibido tantos dones espirituales y materiales, y así echando una mirada a nuestra vida al mundo en que vivimos podríamos ver milagros continuamente y ser mucho más felices de lo que somos, ver que vale la pena creer.

Por eso pidamos fe, para que no se transformen en motivo de tropiezo a la fe de otros los errores humanos de la Iglesia, los tuyos y los míos, los pecados de nosotros los sacerdotes, de los laicos; obviamente que el pecado es un obstáculo para que otros crean y por eso tenemos que evitarlo, para evitar que otros dejen de creer.

Pidamos fe para ser cada día más felices, amando y dejándonos amar, para poder descubrir más y más milagros a nuestro alrededor. Pidamos fe para los que no creen y se burlan de nosotros; para los que dejaron de creer por culpa de nosotros; para los que no confían en nosotros porque somos demasiados “humanos”, como le pasó a Jesús, pidamos fe para seguir aprendiendo el arte de ser felices, que se aprende mucho mejor de la mano de Jesús.

IV Martes durante el año

IV Martes durante el año

By administrador on 31 enero, 2023

Marcos 5, 21-43

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva.» Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.

Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?»

Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.

Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.»

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.

Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: « ¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de Él.

Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor

Comentario

Felices son los que se sienten pobres interiormente, pobres de espíritu, pobres de corazón, y eso significa que no tienen nada conseguido como mercancía, nada comprado, sino que todo es don, todo es regalado, todo viene desde lo alto.

Es más feliz el que sabe pedir y pedir, buscar y buscar. Como la mujer del evangelio de hoy, como Jairo que desespera por su hijita. Los dos se arrojan a los pies de Jesús, uno para rogarle que cure a su hijita, la otra para reconocer que ella había sido la que había tocado su manto, para “confesar toda la verdad” ¡Cómo quisiera ser esa mujer, cómo quisiera ser ese padre, como quisiera ser Jairo! ¡Cómo quisiera tener esa fe! esa confianza total de que en definitiva cuando ya no nos queda nada, cuando todos se nos “muere” alrededor, incluso nuestros seres más queridos, cuando ya hemos gastado “todos nuestros bienes” para que otros nos intenten curar, cuando ya hemos probado todas las recetas que andan circulando por el “MercadoLibre” religioso de este mundo, cuando ya hemos intentado seguir los mil y un consejos de todos los que nos quieren solucionar los problemas con palabras lindas, pero que no salvan, cuando ya no queda nada, en realidad nos queda todo, nos queda Jesús.

¡Cómo quisiera Jesús tener esa fe tan directa, tan confianzuda, tan tozuda, tan desvergonzada, tan intrépida, tan del corazón, tan genuina, tan salvadora! ¡Qué importan las multitudes, qué importa que todos sean obstáculos para llegar a Jesús, qué importa que todos de “burlen” de Jesús cuando él quiere meterse en nuestras vidas, qué importa que hasta los discípulos de Jesús no entiendan que haya gente entre la multitud queriendo ser curada, qué importa todo eso cuando es Jesús el único que escucha a Jairo y lo acompaña, cuando es Jesús el único que se da cuenta cuando “andamos queriendo” tocar su manto! ¿Qué importa todo esto cuando se tiene fe? Cuando no se tiene esa fe, sí nos puede importar, sí podemos andar entre la multitud siendo anónimos para Jesús y para los demás. En cambio, este tipo de fe, la de esta mujer y este papá, nos saca del anonimato, nos introduce al mundo real, al mundo que Jesús quiere que vivamos, nos introduce en el camino de la felicidad que el nos propone, las de los pobres de espíritu. Porque en definitiva el que cree que siempre le falta “algo” y que ese “algo” siempre vendrá de Dios, ese será realmente feliz a la larga. No es feliz el rico de espíritu, el busca felicidades inmediatas, el que se mete en “MercadoLibre” a comprar felicidades pasajeras. No es feliz el que nunca se arrojó a los pies de Jesús porque cree que no lo necesita. Sino que es feliz el que encuentra a Jesús y sin importarle nada hace lo que tiene que hacer, reconocerse débil, enfermo, necesitado de algo, de algo nuevo, de la felicidad que solo él puede dar.

¡Cómo quisiera ser esa mujer por un momento, cómo quisiera ser ese padre por un instante! ¡Cómo quisiera tener esa fe!

IV Lunes durante el año

IV Lunes durante el año

By administrador on 30 enero, 2023

Marcos 5, 1-20

Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!» Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!» Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.» El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti.» El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

Palabra del Señor

Comentario

¡Que levante la mano y el corazón el que quiere ser feliz! ¿Quién de nosotros no quiere ser feliz, no quiere vivir en paz, no quiere vivir bien esta vida que nos ha regalado Dios? Sería casi imposible pensar que alguien de los que está escuchando pueda responder que no, aunque todo es posible en esta vida, no sería una respuesta sensata. Si le preguntás al que tenés al lado ahora mismo si quiere o no quiere ser feliz, sea de la religión que sea, sea que crea que Dios existe o no, te aseguro que te responderá que sí. Vamos a dedicar esta semana, siguiendo la invitación de Jesús de ayer desde el monte de las bienaventuranzas, al tema de la felicidad, a las promesas de Jesús para que seamos felices. Hoy, por lo largo del evangelio, simplemente nos quedamos con lo elemental: ¿Quién de nosotros nos desea la felicidad? ¿Quién de nosotros, de una manera o de otra, no la busca?
Bueno, una buena noticia para hoy es esta: el primero que quiere y está realmente interesado por nuestra felicidad es el mismo Jesús, es Dios Padre, es el Espíritu que habita en nosotros. Él quiero que hoy, vos y yo seamos felices, esperemos su felicidad, la que Él quiere regalarnos.

El evangelio de hoy es largo para comentar, tenemos poco tiempo. Por eso me quedo con un par de ideas que tienen que ver con esto de la felicidad. La felicidad tiene adversarios que tenemos que conocer. El maligno que no quiere que seamos felices y el mundo que nos inventa felicidades ilusorias y nos pone trabas a la verdadera felicidad.

Algo del Evangelio de hoy muestra otra vez a un demonio mentiroso. Quiere hacerle creer a Jesús que es uno, pero en realidad son muchos. Habla en singular, pero cuando Jesús le pregunta el nombre es una legión. El mal espíritu nos engaña siempre, está siempre engañándonos en el interior de nuestro corazón para que erremos el camino de la felicidad, para que en realidad sigamos donde estamos, habitando en “nuestros sepulcros”, en lugares muertos y a veces hasta haciendo que nos lastimemos a nosotros mismos. El engaño del demonio puede llevarnos incluso a eso. Nos aleja de los demás y nos quedamos solos, nadie se nos puede acercar.

Por otro lado, el mundo rechaza el bien. Fijate. Jesús hace un bien, pero lo echan del pueblo: “Empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio” ¿Qué raro no? todos ven el bien que hizo Jesús y sin embargo… ¿Qué termina siendo lo más importante para la gente de ese lugar? Como siempre el dios dinero. La gente no soportó que se pierdan dos mil cerdos. Importa más el valor de los cerdos que ese hombre haya quedado liberado de los espíritus impuros. El mundo es muy buenito hasta que le tocan el bolsillo. ¿No te pasó alguna vez? Serviste en un lugar, en un trabajo, hasta que lo que dominó la decisión fue el gasto que ocasionabas. El mundo busca la felicidad de otra manera, y quiere tu felicidad mientras vos y yo no lo molestemos. Pensalo. Esto pasa cada día, en cada sociedad, en cada país, en muchos de nuestros ambientes. Lamentablemente el dinero es el primer patrón. Sin embargo, todos sabemos que el dinero no compra la felicidad, nos da cosas que necesitamos para estar bien, pero no compra lo que es in-comprable, porque si se comprara dejaría de ser felicidad.

Tengamos cuidado con los engaños del maligno que intenta que seamos felices a su manera, que intenta que tomenos atajos que no nos llevan a ningún lado. Tengamos cuidado con este mundo mentiroso, que se compadece, que nos quiere, hasta que le generamos un gasto, porque a partir de ahí somos un número más, un número que resta o que suma, pero un número, no una persona.