Topic: Marcos

II Jueves durante el año

II Jueves durante el año

By administrador on 19 enero, 2023

Marcos 3, 7-12

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.

Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

Palabra del Señor

Comentario

Una vez, una viejita muy sencilla me conmovió en una charla. Me dijo: “Padre, yo cuando rezo el Padrenuestro lloro (por adentro pensé ¡que tierno! ojalá pudiera yo también), pero lloro al decir las palabras “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” porque yo no puedo perdonar a alguien que me hizo mucho mal, y si no puedo perdonar, ¿Cómo voy a decir eso?” Una sinceridad admirable y una gran conciencia de la incoherencia interior que vivía, pero al mismo tiempo una lección de amor para mí, de deseo de amar, de deseo de perdonar en serio. Ya quisiera tener esa conciencia. Porque, no es que no quería perdonar, ¡no podía! no podía y como no podía, sufría por no poder y sufría por sentir que engañaba a Dios. En realidad, sufría la debilidad, no es que la elegía. A veces queremos, pero no podemos, por lo menos por el momento. ¿Pero en realidad lo engañaba a Dios? Para mí no, esa mujer ya estaba perdonando, ya el querer de alguna manera es poder, ya el querer es un empezar a perdonar. ¡Lo demás vendrá con el tiempo! Dios mira el corazón, Dios mira lo que nadie ve, Dios no mira como miramos nosotros y eso es lo que nos tiene que dar mucha paz. Jesús no mira y señala como los fariseos, que señalan para acusar, para regodearse del mal ajeno. Eso es lo que venimos escuchando estos días.

El fariseísmo mira lo externo y se olvida del corazón. El fariseísmo de nuestro corazón se queda con la cáscara de las cosas y se olvida que la cáscara puede estar fea, podrida, pero no siempre el corazón. El fariseo que llevamos dentro no puede ver más allá de la ley y no sabe aplicar o entender la ley en cada contexto, por eso la aplica a rajatabla en cualquier circunstancia olvidándose de las personas. El fariseo que nos acecha no ve personas amadas por el Padre, ve oportunidades para mostrar su capacidad de juzgar, no de amar.

En cambio, Jesús, es el juez misericordioso por excelencia que mejor nos conoce, y sabe de nuestras luchas, de nuestros silencios, de nuestros dolores, de nuestros intentos que fracasan, de nuestros deseos desordenados, de nuestros pecados no deseados pero cometidos, sabe todo, incluso más que nosotros, por eso solo él puede juzgarnos con verdad y amor. Él no nos señala como los fariseos, como los que tenemos a nuestro alrededor que por más buenos que sean, no nos conocen. Él nos abraza, nos quiere abrazar. ¿Para qué? Para curarnos, para sacarnos los “espíritus impuros” que nos atormentan, que no nos dejan ser libres, verdaderos hijos del Padre.

Al mismo tiempo, según algo del evangelio de hoy, Jesús no se deja “señalar” por cualquiera, no se deja “apretujar”, se deja señalar por aquellos que son humildes como Juan Bautista, no por los quieren manipularlo. No por los que quien utilizar mal su nombre. No se puede manipular a Jesús. No podemos usarlo para nuestra conveniencia. Ante los gritos de los “espíritus impuros” dice la palabra que: “Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto”.

¿Por qué Jesús no quería que se difunda las cosas que hacía? ¿Por qué Jesús no quería que digan quién era? Justamente por esto que venimos hablando. Porque Él quería y quiere enseñarnos a no mirar las apariencias sino mirar el corazón. No hay que señalar por lo externo. Lo que más hace sufrir a Jesús, es que nos quedemos con las apariencias de lo que hizo y no con su corazón. Jesús no quería ser un “milagrero” más, Jesús no quería ser un “sanador” del montón, Jesús no quería ser “la solución”, Jesús no quería vivir de la apariencia, sino que quiere mostrarnos su corazón, quiere que nos enamoremos de su corazón. Jesús quiere que lo ames, que lo amemos por lo que es y no por lo que hace. Por eso prohibía que le hagan mala propaganda, porque la propaganda lo único que exalta es lo que las personas hacen y hace muy difícil que veamos lo que las personas son.

Busquemos seguir a Jesús como Él quiere que lo sigamos. Pensemos a qué Jesús andamos siguiendo, a quién nos señalaron alguna vez. Recemos si verdaderamente al señalar a Jesús para que otros lo sigan, estamos señalando el corazón o la cáscara de nuestra fe.

II Miércoles durante el año

II Miércoles durante el año

By administrador on 18 enero, 2023

Marcos 3, 1-6

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo.

Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: «Ven y colócate aquí delante». Y les dijo: « ¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?»

Pero ellos callaron.

Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» Él la extendió y su mano quedó sana.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con Él.

Palabra del Señor

Comentario

Hablando de señalar, pero del señalar infantil y soberbio como el de los fariseos, es bueno aclarar que se puede señalar de muchas maneras. ¿No? El señalar para acusar, para juzgar, para marcar el error, para encontrarle la quinta pata al gato, para buscarle el pelo al huevo, se puede hacer con todo el cuerpo y el corazón; con el dedo, con la mirada, con las palabras, con la indiferencia, con el pensamiento, con el silencio, con el corazón. Lo importante no es tanto el cómo, sino si ponemos o no el corazón al hacerlo. A todos nos acecha interiormente el deseo interior de juzgar, de creernos los dueños de la verdad, pero es muy distinto el llegar a decirlo o no, el llegar a expresarlo de alguna manera o no. La lucha puede ser continua, pero tenemos bastante de la batalla ganada si logramos evitar las miradas, palabras que manifiesten lo que realmente pensamos. Por las dudas, por si no te diste cuenta, no siempre es bueno decir todo lo que pensamos y sentimos, porque no todo lo que pensamos y sentimos es verdad o bien no siempre los demás pueden y están con disposición de escuchar todo lo que nosotros creemos que es bueno decir. Todo un arte para ir aprendiendo.

Bueno, Jesús evidentemente conoce todo. Los pensamientos y sentimientos de todos. Los tuyos y los míos. Y eso no es para temer, es para descansar y al mismo tiempo no ocultar. Algo del Evangelio de hoy muestra claramente que Jesús sabía lo que pensaban estos hombres, sabía que estaban esperando verlo “pisar el palito” para acusarlo, para atraparlo. De hecho el evangelio termina diciendo que “se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con Él” Se unieron a los seguidores de Herodes para matar a Jesús. Estamos en el capítulo 3 del evangelio, como verás, desde un comienzo Jesús encontró resistencia, desde el principio y al mismo tiempo que su fama crecía, lo “señaladores”, los que se creían dueños de la verdad, empezaron a organizar su muerte.

Los fariseos son terribles. No quieren saber nada con el bien que hace Jesús, y todo lo hacen “bajo apariencia de bien” ¿Por qué? Porque se creen los dueños de la verdad. Porque creen que solo lo que ellos piensan y sienten es verdad. Y esto se repite en todos lados y en muchos corazones. El fariseísmo es el cáncer silencioso de miles de personas religiosas. Pasa en muestras familias, amistades, trabajo, grupos de oración, comunidades, parroquias, movimientos, sacerdotes, obispos. No hace falta ser muy malo para tener un corazón pintado de fariseo intenso. El fariseísmo no nos deja ver el fondo de las cosas, no hace “señalar” sin conocer, o “señalar” conociendo, pero al fin y al cabo señalamos quedándonos en la periferia de las cosas.

Aprendamos a mirar con el corazón, el corazón y no las apariencias. Aprendamos a mirar el corazón propio y ajeno como lo mira Jesús, o sea con verdad y amor. El amor y la verdad son hermanas siamesas, si las separamos, una de las dos muere, o mejor dicho, se mueren las dos. Una muere con la otra. Nosotros nos creemos que vemos con verdad, pero la gran verdad es que no vemos bien porque no vemos con amor, nos falta mucho amor. El peor mal de nuestra vida es pensar que vemos y sentimos todo con verdad, pero nos olvidamos que sin el filtro del amor, sin el sostén del amor, la verdad a secas termina matando. Eso les pasaba a los fariseos, eso nos pasa a muchos sacerdotes que tiramos la ley por la cabeza de la gente sin pensar en ellos y ni siquiera la tocamos con el dedo, eso les pasa a los padres de familia que quieren educar sin amor, imponiendo, eso les pasa a los dirigentes que dirigen solo con su verdad y sin amor, eso le pasa a todo cristiano que se cree digno de juzgar y pararse encima de los demás olvidándose que la “ley está hecha para el hombre” y no al revés y que además, ese hombre tiene una vida, tiene un corazón que solo lo puede juzgar el que conoce verdaderamente, o sea Jesús. Como en el evangelio de hoy, Jesús se apena cuando nuestro corazón está tan duro que se anima a juzgar. Jesús le enfurece cuando actuemos como los fariseos.

Por eso, hoy qué lindo sería dejarse mirar con verdad y amor por Jesús. Solo Él sabe hacerlo y sólo dejándolo a Él que lo haga, seremos capaces de empezar a mirarnos bien y a mirar bien. A dejar de señalar mal, solo para acusar. Hagamos el esfuerzo hoy de no mirar las apariencias y por lo menos intentar mirar el corazón. Se puede, pero primero hay que dejarse mirar por Él.

II Martes durante el año

II Martes durante el año

By administrador on 17 enero, 2023

Marcos 2, 23-28

Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le dijeron: «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»

Él les respondió: «¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?»

Y agregó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado».

Palabra del Señor

Comentario

Saber descubrir a Jesús, cuando es señalado por otros, como por Juan Bautista, no es tarea fácil. Hay que ser humilde para dejar que a través de otros podamos descubrir su amor en nuestras vidas. Nos gusta a veces “cortarnos” solos, o bien “idolatrar” a los que nos señalan a Jesús. Ni una cosa ni la otra.

Muchas veces se escucha decir por ahí, o incluso nos dicen a nosotros los sacerdotes: “Yo no creo en los sacerdotes”. Me gusta responderles: “Yo tampoco. Yo creo en Jesús”. Sé que por ahí te sorprende la respuesta, hasta te puede llegar a escandalizar. Pero quiero que me entiendas lo que quiero decir. No creemos en Jesús por aquel que lo “señala”, sino que creemos en Él por Él mismo, por ser quien es, por reconocerlo como Hijo de Dios. Si fuera por nosotros, si fuera por los que lo “señalamos”, si fuera únicamente por nuestra credibilidad, bueno, serían muy pocos los capacitados para señalar. Solo los santos. Por eso la credibilidad de la Iglesia, la mía y la tuya, no está dada únicamente por lo buena que es la Iglesia, por lo bueno que somos nosotros, sino por lo bueno que es Jesús. Jesús es el creíble, Jesús es el sostén y razón de nuestra fe. Por supuesto que en la medida que más nos acercamos a Él, en la medida que más fieles somos a su amor, más factible es que los demás crean en que es verdad lo que anunciamos. Pero al mismo tiempo en la medida en que más amamos a Jesús, más creemos en Él, menos importante es quién es el que nos “señala”, solo es un medio. Y nada más que eso. Cuando tenemos bien claro esto, nada ni nadie pueden separarnos del amor Jesús.

Algo del Evangelio de hoy nos muestra otra vez una “señalar” distinto al de Juan Bautista, un modo de señalar que no es para edificar, para mostrar la bondad, sino para juzgar. «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?» Es el “señalar” acusador. Es el señalar infantil, aniñado, inmaduro, que se regocija de mostrar lo que el otro está haciendo mal. ¡Cuánto hay de esto en nuestros corazones! ¡Cuánto hay de esto incluso en los hijos de la Iglesia! ¡Cuánto hay de esto entre hermanos! La Iglesia da para todo, la verdad, para lo mejor y para lo peor.

A veces me maravillo del tiempo que pierden ciertos sectores de la Iglesia, ciertas personas, ciertas espiritualidades, ciertos modos de vivir la fe, esos que les encanta “levantar el dedo” acusador para encontrar el error, la debilidad, y tantas cosas más en los otros, mientras la realidad los pasa por encima, mientras tanta gente necesita otra cosa, mientras miles necesitan de Jesús, de un Jesús Cordero, que abraza y perdona, que no juzga ni condena. Todo lo quieren cubrir o justificar bajo el “paragua” de la búsqueda de la verdad. “Hay que buscar y decir la verdad, hay que corregir cuando se ve algo mal” dicen con mucha seguridad. Me pregunto… ¿De dónde sacan tiempo para elaborar páginas de internet, blogs, escritos de todo tipo y color, para marcar los errores de todo el mundo, mientras el mismo evangelio muestra que no hay nada peor que “señalar” los errores de los otros y que el dueño de la ley es Jesús, y que la ley está al servicio del hombre y no para condenar? No sé cómo tienen tanto tiempo para esas cosas. Es increíble.

La ley dada por Dios es para salvar y sanar, no para condenar y señalar. Ahora… que haya personas, como vos y yo, que no la viven en su plenitud no es ninguna novedad. Mientras el mundo siga siendo mundo, no alcanzaremos la plenitud, no amaremos como él quiere que amemos. Podremos hacer todo lo posible, pero no podremos ser perfectos. El que “señala” y critica, el que tiene tiempo para juzgar y le resta tiempo a la posibilidad de amar, es porque todavía no descubrió al verdadero Jesús, a ese que señaló Juan Bautista. Todavía conoce muy poco de Él. Conoce algo que le dijeron, “toca de oído” como se dice, conoce una doctrina, una ética, un manualcito para ser cristiano, pero no es cristiano de verdad. No se dejó empapar todavía por la palabra de Dios. No hay que confundir verdad con ser implacables. Decir la verdad no quiere decir ser fariseos señaladores del error ajeno. Por otro lado, no hay que confundir misericordia con relativismo. Tener misericordia no es que nos de lo mismo todo. Amor y verdad, verdad y amor. Amor con verdad, verdad con amor.

Todos tenemos un fariseo dentro del corazón, cuidado, siempre queriendo aparecer. Solo mirando a Jesús, viendo sus actitudes, escuchando sus palabras, dejándonos perdonar, podremos aprender a no “señalar” para destruir, sino siempre para construir y amar. Pidamos con amor, que nos libre de esto, que no nos deje caer en esta tentación, tan tentadora.

II Lunes durante el año

II Lunes durante el año

By administrador on 16 enero, 2023

Marcos 2, 18-22

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?»

Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»

Palabra del Señor

Comentario

Entusiasma saber que la Palabra de Dios se extiende día a día en muchos corazones. Esa es mi alegría como sacerdote. Tengo la certeza que es la alegría de Jesús, es la alegría de la Iglesia. Es lo que viene pasando desde hace dos mil años, de mil modos diferentes. Es verdad que hoy la tecnología aceleró y facilitó las cosas, pero somos herederos de una gran cadena de corazones que vienen transmitiéndose las palabras de Jesús. Por eso te pido que no tengas miedo en difundirla, en animarte a “señalar” a Jesús, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esa es nuestra misión. La Palabra de Dios es como la lluvia, cae en todos lados y moja a todos. Solo hay que dejarse empapar un poco más. No escaparle a la lluvia. No le escapes a la Palabra de Dios, no hace mal, no puede hacer mal, aunque a veces nos “llegue” al fondo del alma y pueda doler, en realidad es para sanarnos, es para darnos vida.

Esta semana quiero que nos centremos en la imagen de “señalar” que apareció en el evangelio de ayer. Ayer imaginé que cuando Juan dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» lo hizo señalando. No sé si fue así, pero es lindo imaginarlo. Imagino a Juan señalando con el dedo, pero especialmente con el corazón, con su propia vida. Un señalar humilde, un señalar de aquel que quiere desaparecer para que brille Jesús. Creo que nos puede ayudar mucho esta imagen. En definitiva, alguien alguna vez nos “señaló” a Jesús y nuestra vida no se completa hasta que no “señalamos” a otros que lo necesitan.

Ser cristiano es haber sido “señalado” y aprender a “señalar” bien. Misionar es salir a “señalar” a los demás para mostrarles donde está Jesús. Misionar es también, al mismo tiempo, nunca creer que ya no se necesita algún “señalador”, al contrario, es darse cuenta que otros que parecen no saber, también son “rostro” de Jesús, también son corderos de Dios.

Del evangelio de hoy, voy a tomar la actitud de los que van a preguntarle a Jesús porqué sus discípulos no ayunan, como actitud contraria a la de Juan el Bautista, la de “señalar” con el corazón. El tema del ayuno ya lo traté en otros audios y lo retomaremos en la Cuaresma.

Estos que preguntan, que no sabemos quiénes son, pero que en otros evangelios son los fariseos, son los que “señalan” – con sus comentarios – pero no para que otros encuentren a Jesús, sino para que en el fondo los miren a ellos. El fariseo es narcisista por naturaleza, o dicho mejor, su segunda naturaleza es el narcisismo, desea mostrarse a sí mismo, ser visto. ¿Te parece algo raro? No te creas, todos llevamos un fariseo adentro del corazón, está ahí siempre, latente, siempre queriendo aflorar. El fariseo del evangelio, el fariseísmo que contradice a Jesús, es el mismo fariseo que llevamos dentro que mucha vez en vez de “señalar” a Jesús para que otros lo amen, “señalamos” a los demás para encontrar algún defecto, para encontrar un “pero”, para encontrar lo que otros no hacen y que los demás se den cuenta lo que nosotros hacemos. Narcicismo encubierto.

Esa forma de “señalar” no debe ser la de nosotros, los que andamos queriendo amar a Jesús. Cuando señalamos así, muchas veces lo hacemos “bajo apariencia de bien”, nos queremos convencer que lo hacemos por un bien, por amor a la verdad, por amor a lo que tiene que ser así, por amor a no sé cuántas cosas más, pero en el fondo es por amor a nosotros, es para que los otros se den cuenta lo bueno que somos. “Los demás no hacen lo que hay que hacer y yo si lo hago”, esa en el fondo es la expresión. ¡Qué lindo sería este mundo si en vez de señalar a los demás por lo que no hacen y deberían hacer, nos dedicáramos a señalar a Jesús con el corazón y con nuestra vida! ¡Qué distinta sería la Iglesia si en vez de estar “señalándonos” entre nosotros por lo que hacen o dejan de hacer los demás, por lo distintos que son los otros, nos dedicáramos a rezar y a trabajar por los demás!

Evitemos el “señalar” que juzga, el señalar soberbio y narcisista que está encontrando el error, pero para que en el fondo vean lo bueno que soy yo. Practiquemos esta semana “mordernos” la lengua antes de señalar así, practiquemos esta semana abrir la boca solamente cuando del corazón puedan salir cosas lindas, pueda salir la mansedumbre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el tuyo y el mío.

I Sábado durante el año

I Sábado durante el año

By administrador on 14 enero, 2023

Marcos 2,13-17

Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?»

Jesús, que había oído, les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Palabra del Señor

Comentario

«No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Buen sábado. Espero que empieces un lindo sábado, un sábado en el que también vos y yo podemos volver a escuchar la Palabra de Dios. Podemos volver a escuchar el mensaje de salvación que Jesús nos quiere dar a cada uno de nosotros, a esta humanidad herida, a esta humanidad enferma, de la que vos y yo también participamos. Por eso, qué lindo es empezar este sábado escuchando una vez más esta frase, que nos tiene que calar en el corazón, nos tiene que llenar de gozo y de esperanza: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos». Vos y yo, ¿cuándo vamos al médico? ¿Cuándo acudimos a aquel que creemos que nos puede sanar? Cuando estamos enfermos claramente. Y de hecho, muchas veces por ahí nos arrepentimos de no haber ido antes al médico cuando nos sentíamos bien, para hacernos un chequeo, para ver si estábamos sanos, y a veces la enfermedad avanzó. Pero finalmente lo claro es esto, que vamos al médico, tarde o temprano, cuando estamos enfermos.

Bueno, qué bueno es volver a escuchar que Jesús vino para sanar las enfermedades de nuestras almas, de nuestros corazones, que están heridas por el pecado, que están heridas porque hemos nacido fallados de fábrica. Somos productos que hemos venido con alguna falla en el corazón. Nos cuesta amar, nos cuesta inclinarnos hacía el bien cada momento, cada día, en cada instante. Y por eso es una lucha interior constante, para liberarnos definitivamente de aquello que nos ata, de aquello que no nos deja ser lo que Dios soñó para nosotros. Por eso, Algo del Evangelio de hoy, una vez más, siempre es una buena noticia.

Algo del Evangelio de hoy nos muestra que Jesús salió nuevamente a la orilla del mar. Toda una imagen de lo que hace su presencia en este mundo, en este mundo que es como el mar: una gran inmensidad, una gran masa de agua, llena de dificultades, llena de misterios, de situaciones que a veces no nos dejan estar en paz. Bueno, Jesús se acercó a la orilla del mar, de tu vida y de la mía. Jesús se acercó a la orilla del mar de la humanidad. Por eso toda la gente acudía allí y él les enseñaba. Así es Jesús. Vino fundamentalmente a que podamos escucharlo, que podamos aprender de lo que él nos quiere decir, que podamos aprender a amar, que veamos realmente cómo se es Hijo de Dios, cómo se vive para ser Hijo de Dios.

Nosotros, vos y yo, no siempre nos equivocamos porque somos malos; no siempre tomamos caminos errados porque queremos tener mala intención o queremos hacer el mal a los demás, sino que muchas veces erramos el camino por necios, por no saber escuchar, por creernos que nuestro camino era el mejor, por confiar excesivamente en nuestra inteligencia, en nuestro modo de pensar. Y por eso, qué bueno es volver a escuchar que Jesús nos enseña ahora, a vos y a mí, mientras estamos escuchando su Palabra, y cada día nos enseña. Cuántas son las personas que escriben Algo del Evangelio para decir: «Padre, ahora veo las cosas de otra manera. La Palabra de Dios me abrió el corazón y me abrió la mente. Ahora pienso de otra manera». Bueno, a eso tenemos que tender, tenemos que animarnos a seguir aprendiendo, cada día más. No bajes los brazos, no pienses que ya está, no te creas que ya sabes todo. Una vez más tenemos que volver a decirle al Señor: «Enseñá, seguí hablándome al corazón. Lo necesito porque mi corazón se desvía fácilmente».

Otra cosa linda del Evangelio de hoy es que Jesús en medio de esa multitud llamó a Leví, vio pasar a Leví. Nos ve pasar, a vos y a mí, en medio de la multitud, pero nos llama personalmente, nos llama al corazón, nos grita al corazón y nos dice: «Seguime, dejá eso que estás haciendo. Dejá de meterte tanto en las cosas de este mundo que te aturden y no te dejan vivir en paz. Seguime, no me importa lo que hayas hecho, no me importa tu pasado.

Yo te quiero hacer santo, yo quiero que me sigas para que realmente puedas hacer algo importante en esta vida; y no importante para este mundo, sino importante para mí».

Vos y yo también somos Leví. Vos y yo también a veces estamos en la mesa de recaudación de impuestos buscando nuestra propia voluntad, nuestro propio interés, buscando ser alguien para los demás, buscando llenarnos de cosas. Por eso, dejemos todo hoy y sigámoslo, como hizo Leví, que se levantó y lo siguió. Y junto con él, arrastró a otros enfermos, porque Leví, vos y yo también estamos enfermos, enfermos de nuestras propias búsquedas, de nuestros proyectos que nos atan, de nuestros pensamientos, de nuestros pecados, de nuestras debilidades. Y por eso, cuando los demás ven que nosotros podemos cambiar, bueno, finalmente los demás también se animan a cambiar. Y por eso lo criticaban a Jesús y por eso lo seguirán criticando, porque él sigue haciendo lo mismo, sigue llamándonos, sigue sanando a los enfermos –que somos vos y yo–, sigue siendo el médico de nuestra vida. ¡Qué buena noticia! ¡Qué gracia tan grande hemos recibido!

No desaprovechemos esta llamada, y una vez más dejemos lo que estamos haciendo y sigamos a Jesús, que es lo mejor que nos puede pasar en esta vida.

I Viernes durante el año

I Viernes durante el año

By administrador on 13 enero, 2023

Marcos 2, 1-12

Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.

Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»

Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: « ¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?»

Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: « ¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma tu camilla y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»

Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».

Palabra del Señor

Comentario

Jesús al bautizarse, como veíamos en el evangelio del domingo se sumergió en las aguas de este mundo inundadas por el pecado que agobia y el que no deja vivir al hombre. Por eso, al sumergirse, nos regaló la nueva vida de los hijos de Dios la que nos permite dejar que a nosotros nos invada la gracia, lo sobrenatural, ese mundo invisible que nos circunda y que todo lo invade, todo lo penetra, todo lo transforma, todo lo quiere cambiar. Ese es el mensaje que estuvimos repasando esta semana: poder cambiar movidos por la gracia y por la fe que nos abre el panorama. El que tiene fe puede ver cosas que los otros no ven. Como me decía Daniel, ese hombre que se convirtió hace poquito y estaba maravillado por todo lo que veía. El mundo era igual, sin embargo, él veía todo distinto. Él veía cosas que antes no veía. ¿No te pasó eso alguna vez? Sigamos este camino de poder cambiar para creer y seguir creyendo para poder cambiar.

Me animo a decir que la Iglesia es como Algo del Evangelio de hoy, es una casa común, Jesús dentro de la casa anunciando su Palabra (un mensaje de vida, que quiere asombrar, que quiere ser novedoso, que quiere dar vida) mucha gente reunida para escuchar y mucha gente también herida para sanar.

La humildad nos debería llevar a pensar que todos andamos o anduvimos en camilla alguna vez. Camilleros o llevados en camilla, paralíticos, o por lo menos algún día nos tocará. Si no andamos en camilla, estamos rengueando por ahí o estamos rengueando llevando a otros, si no andamos rengueando, alguien se está jugando por nosotros y nos está llevando en camilla hacia Él. La cuestión es que todos vamos a estar con Jesús, ese es el destino de nuestra vida, ir a sus pies.

Queremos estar con Él cueste lo que cueste, ojalá que nos brote este sentimiento hoy, entrando por cualquier lugar, por el techo, por la ventana de la Iglesia, no importa. Lo importante es llegar a sus pies. Para eso vino Jesús. Para que podamos encontrarnos con él. Para enseñarnos a encontrarnos con todos los que lo buscan y encontrarse con los que lo buscan con sinceridad.

I Jueves durante el año

I Jueves durante el año

By administrador on 12 enero, 2023

Marcos 1, 40-45

Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes.

Palabra del Señor

Comentario

¿Experimentaste alguna vez esa linda sensación de lograr cambiar algo importante en tu vida, de proponerte dejar de lado algo y lograrlo, de ponerte una meta sencilla y alcanzarla, de abandonar una actitud o de adquirir otra, de abandonar un pensamiento, un sentimiento y reemplazarlo por algo mejor? No es imposible, hay que querer y pedir, se puede cambiar y creer, se puede creer que es posible cambiar. Si todos creyéramos que es posible dejar de lado el egoísmo, la avaricia, la pereza, la soberbia, el orgullo y todo lo que nos aísla de los demás, este mundo sería tan distinto, sería mucho más lindo todavía.

Pero hay un primer paso que debemos dar antes de proponernos cambiar. Cambiamos en la medida en que nos damos cuenta de que tenemos algo para cambiar, ese es el gran problema, mientras tanto andamos en la ceguera, en la ignorancia, mientras tanto no nos damos cuenta. Por eso el primer paso del que quiere cambiar algo en su vida es darse cuenta de que tiene algo para cambiar, de que algo le falta o algo le sobra, de que tiene alguna debilidad, de que tiene algo para mejorar.

¿Vos y yo tenemos algo para cambiar y creer? ¿Vos y yo tenemos algo en lo que podemos volver a creer y confiar para poder cambiar? Yo muchas cosas, muchísimas. Siempre ayuda a salir, salir de uno mismo. Salir, por ejemplo, de misión ayuda muchísimo a darse cuenta de que solo saliendo de uno mismo uno descubre lo que nos falta para creer y cambiar. Solo reconociendo que nuestra vida es un «salir», como decía Jesús ayer: «Porque para eso he salido», vamos experimentando que vamos en camino, pero siempre de algún modo nos falta algo, siempre podemos más, siempre se puede cambiar y creer. Estar con personas, escucharla y darse cuenta de los sufrimientos ajenos nos despierta del letargo en el que sin querer vivimos cuando nos acostumbramos a la rutina. Bueno, pero esa misión está muy cerca nuestro, no hay que irse muy lejos.

Por eso quiero quedarme, quiero que nos quedemos, con algo lindo del Evangelio de hoy: la «desobediencia» del leproso. Es un gran hombre, para mí este leproso es un grande. Además, si uno se pone a pensar, la petición de Jesús, aunque tenía un sentido profundo para él y de eso algo hablamos ayer, en realidad es como una ironía, por decirlo de alguna manera, muy imposible. ¿Cómo Jesús va a pretender que ese hombre después de ser curado de la enfermedad más horrible se quede callado como si nada hubiese pasado? Imposible. Casi imposible. Por eso para mí es unas de esas desobediencias que uno se animaría a llamar «piadosa desobediencia» o «desobediencia piadosa». La «desobediencia piadosa del leproso es casi una consecuencia lógica de alguien que se siente amado, de alguien que recibe un don tan grande. ¿Cómo es posible callar después de recibir semejante alegría? Las alegrías son para contarlas, las alegrías no son completas si no se comparten, si no se cuentan. Además, ese hombre curado, aunque hubiese obedecido, jamás hubiese podido ocultar su curación, se le habría notado sin que lo diga. Es lo que nos pasa cuando Jesús pasa por nuestras vidas y nos cura, nos sana, nos libera de algo, nos purifica.

Es imposible que los demás no se den cuenta, es más, no hace falta ni decirlo, porque nos cambia la cara, ya nadie nos ve igual. Por eso animémonos a decirle a Jesús: «Si querés, si quieres, puedes purificarme». «Si querés, Jesús sácame eso que tanto me atormenta, me molesta, libérame de eso que tanto me oprime y me hace esconderme. No te busco solo por eso, pero lo necesito para estar mejor, para amarme más, para amarme mejor, para entregarme más a los demás. Si querés, te lo pido casi con temor, con humildad… Si querés, si es tu voluntad, si considerás que es mejor para mi vida, lo recibiré con alegría».

Que hoy se nos conceda la gracia que necesitamos, que podamos escuchar de labios de Jesús: «Lo quiero, quedas purificado». Lo quiero, quiero purificarte y quitarte esa lepra que te deforma el corazón y no te deja vivir en paz. Si él nos lo concede, no nos quedará otro camino que el de la «desobediencia piadosa», imitar la desobediencia del leproso curado, y salir a contarle a todo el mundo, a todos los que nos conocen, de que Jesús nos devolvió la alegría y que las alegrías son para divulgarlas, por más que a él no le guste que lo busquen solo por eso, pero bueno, por algo se empieza. Creamos que Jesús nos puede cambiar y ayudarnos a creer cada día más. El primer paso para cambiar es darnos cuenta de que Jesús algo nos tiene que dar, de algo nos tiene que purificar: «Señor, si quieres, hoy puedes purificarnos».

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

I Miércoles durante el año

I Miércoles durante el año

By administrador on 11 enero, 2023

Marcos 1, 29-39

Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.

Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.

Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando».

Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

Palabra del Señor

Comentario

No se cambia obviamente de un día para el otro. No seamos ilusos, no se cambia automáticamente, mágicamente. No se cambia por decreto, hablándonos a nosotros mismos y obligándonos a hacer algo. Ni se cambia obviamente, únicamente por una decisión personal. Cambiar es también una gracia que debemos pedir todos los días, a Dios rogando, como se dice, pero con el mazo dando. Pidamos a Dios, pero trabajemos, trabajemos pidiéndole siempre a Dios la fuerza. Cambiar y creer, creer para poder cambiar. Ni voluntarismo absoluto, ni gracia pura sin nuestra decisión y libertad, sino que es gracia, regalo unida a nuestra decisión, gracia que impulsa nuestras decisiones y las acompaña. Esa es nuestra fe, esa es la maravilla del cristianismo, las dos cosas siempre. Por eso Jesús nos dice: «Conviértanse y crean. Cambien, pongan algo de ustedes, pero también crean, reciban la gracia de la fe, acepten mis palabras, sepan que no todo depende de ustedes. Sepan que hay cosas que los superarán siempre y que solo podrán vencer y cambiar con mi ayuda». ¡Qué lindo que es tener fe! ¡Qué lindo que es escuchar estas palabras de Jesús!

Las palabras de Dios son una de las herramientas, por decirlo así, bruscamente, que nos dejó Jesús para ir transformando nuestro corazón. Todas las palabras de Jesús que necesitamos para vivir según sus enseñanzas, todas las palabras y gestos que necesitamos para conocerlo, quedaron para siempre en los evangelios. No tenemos que buscar nada más, no necesitamos más que eso. Obviamente que no está mal dejarse ayudar por otros libros, por otros autores, por diferentes espiritualidades, incluso por las ciencias humanas, pero si falta la Palabra de Dios, falta lo más grande.

Escuchamos recién en Algo del Evangelio el relato de una síntesis, por decirlo de alguna manera, de un día de la vida de Jesús. Bastante movidito, con un poco de todo. Pero me quería detener hoy en una frase muy significativa de Simón cuando lo encuentra a Jesús que se había ido a orar bien temprano, le dice así: «Todos te andan buscando». Sin ponernos a pensar en la respuesta real que dio Jesús, ¿qué hubiésemos esperado que responda? Por ahí lo lógico que podríamos esperar es que Jesús haya dicho: «Bueno, ahí voy, que me esperen», como queriendo complacer la necesidad de todos o bien queriendo hacerle el bien a todos los que estaban ese día buscándolo. Algo que nos encantaría que pase. Sin embargo, Jesús no toma directamente ese reclamo, sino que contesta otra cosa totalmente distinta, algo inesperado si nos ponemos a pensar, algo que incluso nos puede doler: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». Nada que ver, diríamos. Lo buscan por una cosa y él se termina yendo para otro lado.

Ahora, una buena pregunta que nos podríamos hacer es: ¿Para qué lo buscaban en realidad? ¿Qué querían de él? Evidentemente si su «fama se había extendido por toda la región» por los exorcismos que hacía, las curaciones, los milagros, seguramente la gente necesitaba y buscaba ser sanada, curada, liberada. No podemos juzgar las intenciones de aquellos que se acercaban a Jesús, tenían necesidades, por ahí había algún que otro curioso; pero lo curioso es que Jesús no parece interesarle mucho esto, o por lo menos lo deja en segundo plano. No quiere que los demonios digan quién es y no atiende los reclamos de todos los que lo buscan para ser curados. Jesús, en realidad, como primera intención, quiere que lo escuchen, quiere predicar. «Vayamos a otra parte, a predicar (…)». Enseñaba y enseña de una manera nueva, de corazón y viviendo lo que enseñaba. ¡Qué maravilla!

El Evangelio hoy se hace carne también de esta manera, con sus luces y sus sombras. Nosotros, ¿para qué buscamos a Jesús? ¿Para escucharlo o para pedirle cosas que tiene que ver con nuestras necesidades básicas, trabajo, salud y progreso? Muchos andan buscando a Jesús, pero no muchos son los que lo buscan por amor y para amarlo. Vos y yo… ¿para qué lo estamos buscando? ¿Qué pretendemos de él? Muchas veces gente que no está cerca de la Iglesia me sorprende con actitudes muy evangélicas, más evangélicas que las nuestras, con más profundidad de la que tenemos los que muchas veces estamos cerca. Me acuerdo que alguna vez alguien durante una misión, en una visita a su casa me decía: «No voy a la Iglesia, pero rezo, rezo mucho, todos los días». «¿Qué reza?», le pregunté, por ahí inconscientemente esperando que responda que le pedía cosas a Dios. Me dijo: «No le pido nada, solo le agradezco a Dios todo lo que tengo, nunca le pido nada». Silencio. Mucho para aprender de los que por juzgar muchas veces creemos que no han aprendido nada, sin embargo, tienen mucho para enseñar.

¿Qué necesitamos de Jesús? ¿No será que él también necesita de nuestro amor, que en el fondo se juega por la oreja, por nuestra capacidad de escucharlo? Para rezar y pensar. Para cambiar y creer.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

I Martes durante el año

I Martes durante el año

By administrador on 10 enero, 2023

Marcos 1, 21-28

Jesús entró a Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».

Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.

Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: « ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!» Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

Palabra del Señor

Comentario

¡Cómo cuesta cambiar ciertas cosas en nuestra vida! ¡Cómo cuesta cambiar cuando nos damos cuenta que es necesario cambiar, que es necesario hacer un esfuerzo para ser distintos, para amar! Acordate que amar es cambiar sin dejar de ser lo que somos, pero no se ama sin hacer un esfuerzo y todo esfuerzo implica un cambio, de lugar, de pensamiento, de actitud, de sentir! Amar es también ir descubriendo quienes somos, es ir conociéndonos más, conociendo nuestra vocación, nuestra misión, el sentido de nuestra vida. Ayer escuchábamos que Jesús llamaba a unos pescadores, para transformarlos en pescadores de hombres, para ayudarlos a que se den cuenta que estaban hechos para cosas más grandes. Pero eso lo fueron descubriendo poco a poco, en la medida que se dejaron amar por Jesús, en la medida en que fueron aprendiendo de Él, a medida que se fueron conociendo, con sus limitaciones y capacidades.

Es bueno que cada uno vaya pensando y rezando, de la mano del evangelio, con Algo del Evangelio, qué cambios podemos hacer en nuestra vida. Qué cambios están al alcance de nuestras manos. A veces no son grandes cosas, te diría que es todo lo contrario, muchas veces los grandes cambios empiezan con cosas muy sencillas y silenciosas, pero cuestan mucho porque a veces no las vemos.

A veces es “desacelerar”, otras veces será “bajar un cambio”, muchas veces orientar el rumbo desviado, por ahí será volver a encontrar el rumbo perdido, otras será dejar de hacer ciertas cosas, de pensarlas, de taparlas, quien sabe, mil maneras, mil formas de cambiar para creer. ¿Cambiar por cambiar? No, cambiar y creer, cambiar para encontrar el Reino de Dios que está entre nosotros y no lo vemos. Creer que Jesús vino a inaugurar una etapa nueva de la historia, de nuestra vida, como aparece claramente en el evangelio de hoy.

La primera acción concreta de Jesús es la de expulsar un demonio. Es verdad que dice que Jesús enseñaba, enseñaba de una forma distinta, con autoridad, o sea, haciendo lo que decía, no como nosotros que a veces enseñamos lo que no hacemos. Pero detengámonos en la autoridad de Jesús para vencer al malo, al maligno. No hay que olvidarse de esto, no podemos pasar de largo en el evangelio esto. Jesús vino a vencer al maligno, y lo hizo claramente: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros?» Sí, Jesús vino a acabar con el malo en este mundo y en nuestra vida. El demonio es un mentiroso, pero a Jesús no le puede mentir. El demonio habla en plural, pero Jesús le habla en singular: «Cállate y sal de este hombre». Jesús lo descubre. Lo vence con la verdad, el demonio nos quiere vencer con la mentira. ¡Qué linda noticia! Jesús vino a “acabar” con el padre de la mentira. No hay por qué temer, no tenemos que temer. No hay que negar su existencia y su insistencia en alejarnos de Jesús, pero no hay que darle más entidad de la que tiene, Jesús vino a acabar con el demonio, vino a vencerlo para que nosotros aprendamos a vencerlo con la verdad.

Un cambio que está al alcance de nuestras manos, de nuestra decisión, es salir de la mentira dejando que Jesús la eche con su Palabra. No dejarnos engañar por el demonio que siempre prefiere mentirnos y mantenernos en la mentira. La verdad espanta al demonio, la verdad lo aleja. No porque estemos poseídos, eso es raro, sino porque muchas veces no enfrentamos nuestra propia verdad, la verdad de nuestra vida, la tapamos, la ocultamos, la pateamos y por eso andamos así, a los ponchazos.

Dejemos que Jesús desenmascare las “mentiras” de nuestra vida, para dejar que su amor y su verdad nos llenen el corazón. Que el evangelio de hoy nos anime a confiar más en la fuerza del bien, en la fuerza de Jesús, que, en el poder de la mentira, de lo oculto, del pecado. Cambiar y creer, también quiere decir aceptar esta linda verdad.

I Lunes durante el año

I Lunes durante el año

By administrador on 9 enero, 2023

Marcos 1, 14-20

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».

Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme, y Yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.

Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.

Palabra del Señor

Comentario

Decíamos ayer, que Jesús no empezó su vida pública con palabras, sino con un gesto, y un gesto de humildad, dejarse bautizar por un hombre, “menos poderoso” que Él. Tan distinto a lo que nosotros estamos acostumbrados, tan distinto a lo que haríamos y a veces hacemos nosotros. La humildad en la vida de Jesús, va de punta a punta, desde su nacimiento, pasando por su vida oculta, su vida pública, su muerte y resurrección, hasta su presencia actual entre nosotros especialmente en la Eucaristía. No hay recodo en la vida de Jesús que no esté impregnado de su humildad. Todo Él es humildad, todo invita a la humildad. Es por eso que, a los bautizados, a vos y a mí, no nos queda otro camino que el de la humildad, que el de cambiar para dejar el orgullo de lado y renacer a la vida de los hijos humildes de Dios Padre.

Como también decíamos ayer, empezamos un tiempo distinto, un tiempo en el que nos acompañará otro evangelio durante la semana y también los domingos, salvo algunas excepciones. Empezamos hoy a leer y escuchar el evangelio de Marcos.

Y las primeras palabras de Jesús son éstas: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». Conviértanse en realidad viene de la palabra griega “metanoia” que significa “cambio de mentalidad”. Jesús nos invita al cambio, al cambio profundo y no al cambio por afuera, a hacernos una “chapa y pintura”. Hay que cambiar de mentalidad para reconocer el Reino de Dios que está cerca; hay que cambiar el corazón y la mente para reconocer la humildad de un niño nacido en un pesebre bien pobre; hay que cambiar la manera de pensar sobre cómo es Dios y como lo esperamos ver a veces, para darnos cuenta de que Dios es omnipotente pero mucho más sencillo de lo que pensamos; no es solo una cambio moral, de nuestros comportamientos (cosa que es necesaria) es también muy necesario cambiar nuestra mentalidad sobre como miramos la realidad, la nuestra y la que nos rodea. Entonces podemos preguntarnos ¿Qué es primero, cambiar las actitudes o la mentalidad? Es difícil decirlo, casi como decir que es primero, el huevo o la gallina. Pero lo que sí podemos decir es que “convertirse” para la Palabra de Dios, primero no significa ser bueno, portarse bien, ser perfecto y no equivocarse, como muchas veces nos enseñaron o aprendimos.

Convertirse significa animarse a cambiar nuestras estructuras mentales que se transforman en barreras, para que después pueda penetrar el evangelio, para poder después aceptar los modos de ser de Dios, su manera de amar y de enseñarnos a amar. Porque Dios muchas veces termina siendo muy ilógico según nuestro modo de ver las cosas, o dicho de otra manera, la lógica de Jesús termina chocando con nuestra pobre lógica que muchas veces pretende ser la verdadera sin aceptar la de Dios. Cambiar quiere decir aceptar antes que nada que la lógica de Dios, su amor muchas veces es ilógico para nosotros y eso nos cuesta aceptarlo.

Cambiar es lo más difícil de nuestra fe. Cambiar implica una gran violencia interior. Quiere decir que tenemos que doblegar muchas cosas que sin darnos cuenta nos dominan. Por ejemplo: Podemos pasarnos la vida diciendo que creemos, que amamos a Jesús, que esto y que lo otro, pero cuando viene el dolor en nuestra vida, cuando nos toca la puerta el sufrimiento propio o ajeno, somos capaces de tirar todo por el balcón porque no comprendemos como pueden pasar algunas cosas, porque pretendíamos algo distinto de Dios. A todos nos puede pasar. Por eso aprovechemos hoy para pedir la fe verdadera, no la que yo me fabriqué sin querer. Nadie está exento de enojarse o de no comprender a Dios, es muy humano y a veces necesario para reconocer en serio qué significa creer. Pero mientras tanto no esperemos que nos pase. Convertirse es cambiar, cambiar es difícil, cambiar es salir de la comodidad para creer en un Dios que también cambió por nosotros, un Dios que se hizo humilde y que nos invita a la humildad.

Jesús nos llama, como a Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Ellos se dejaron atrapar por lo distinto, por un Jesús que seguramente los cautivó, sino no hubiesen dejado todo así nomás. Se dejaron convertir el corazón y creyeron. Después junto a Él fueron aprendiendo y conociéndolo verdaderamente. No lo conocieron solo ese día, sino durante toda su vida. Nosotros podemos andar en la misma. Pidamos saber cambiar para creer y creer para poder cambiar y ser verdaderamente hijos humildes del Padre.