Topic: Marcos

Fiesta de San Marcos

Fiesta de San Marcos

By administrador on 25 abril, 2022

Marcos 16, 15-20

Jesús se apareció a los Once y les dijo:

«Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.»

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

Palabra del Señor

Comentario

Si todos nos animáramos a escuchar y vivir realmente estas palabras tan lindas y desafiantes de Jesús de Algo del Evangelio de hoy: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación…» Todos y todo, se merece que gritemos que Jesús nos ama y quiere darnos su amor. Todos se merecen que vos y yo hoy nos animemos a predicarles la palabra de Dios, esas palabras lindas que Él tiene para decirnos. ¿Por qué alguien tiene que quedar afuera? ¿Por qué vamos a privar a otros de escuchar la palabra de Dios? Hoy más que nunca no tengas ni miedo ni vergüenza de enviar este audio con la palabra de Dios a otra persona que necesita tanto de Él como nosotros. Ayudame, ayudémonos mutuamente a lograr que más corazones se enamoren de Jesús, para que crean en Él, para que lo busquen, para que lo amen. Muchas veces las personas “menos pensadas” son los que más ansias tienen de Él, aunque en principio no parezca. Este es el mandato de Jesús, que vayamos por el mundo, que nos animemos a hablar de Él, y aunque no viajemos a otro lugar, aunque nos quedemos en donde estamos, hoy la tecnología nos permite llegar a lugares que jamás hubiéramos pensado.

Te propongo que hoy te levantes, y lo digo como imagen, porque por ahí ya estás levantado, ya arrancaste el día o lo estás arrancando. Hoy levantate y decite a vos mismo que hay que levantarse. Que se puede seguir y que se debe seguir, que hay mucho por delante. La Palabra de Dios nos anima a levantarnos, a dejar el cansancio a un costado, a dejar la tristeza, a dejar el aburrimiento y la pesadez. La Palabra de Dios es viva y eficaz, nunca te olvides, y da vida eficazmente al que la escucha, la mastica y la medita. Dejemos que hoy nuestro corazón desborde de alegría y seamos conscientes de que sus palabras quieren viajar por todos lados, y que nosotros somos sus instrumentos, de que nosotros somos los encargados de predicar, de evangelizar.

Hoy es la fiesta de San Marcos, uno de los evangelistas, uno de los que nos dejó por escrito la vida de Jesús, su obra, sus palabras, sus gestos. Gracias a él, nosotros hoy podemos conocer a Jesús. Se sabe hoy, por los estudios, que Marcos no fue discípulo directo de Él, pero de alguna manera siguió la tradición de Pedro, discípulo y amigo del Señor. Los Hechos de los apóstoles muestran a Marcos como un compañero de misión de Pablo y luego de Bernabé, por eso se sabe con certeza de que recibió de modo casi directo los relatos más frescos de la vida de Jesús.

Las palabras que nos regala la Iglesia en Algo del Evangelio de hoy, son las palabras de Jesús antes de ascender a los cielos, podríamos decir que es el legado de Jesús, su deseo final, pero al mismo tiempo, su deseo siempre presente, que no pasará de moda jamás. ¿Qué desea Jesús? ¿Cuál fue su deseo antes de ausentarse físicamente de sus discípulos? No puede ser otra cosa, no podríamos esperar otra cosa que el deseo ardiente de que todos los hombres conozcan la mejor noticia que puede recibir el hombre, hambriento y sediento de amor. ¿Cuál? Que Dios se hizo hombre, murió y resucitó por nosotros para sanarnos y darnos una vida nueva. Básicamente ese el anuncio que comenzaron a desparramar por el mundo los amigos de Jesús y que llegó a nuestro tiempo, y que sigue llegando y que sigue expandiéndose. Esa es la misión básica y fundamental de la Iglesia. Esa es tu misión y mi misión, si realmente creemos en lo que decimos que creemos. No hay que complicarse mucho la existencia con cosas raras. Hay que andar por el mundo diciendo con la vida y con los labios, esta verdad. El que quiera creer que crea y que disfrute, el que no quiera creer que no crea, no debería ser un motivo de enojo para nosotros, se lo estará perdiendo. Dios juzgará a cada uno según su conciencia y sus decisiones, eso a nosotros no nos corresponde juzgarlo.

¿Vos crees en esto? Si crees, ¿Alguna vez anduviste por la vida anunciando esta verdad que cambió la vida de tantos hombres y mujeres? Si ya lo hiciste alguna vez ¿te cansaste o lo seguís haciendo? Los discípulos fueron a predicar por todas partes, ¿y nosotros? ¿Nosotros qué estamos haciendo? ¿Qué hacemos cada día? ¿Pasa algún día de tu vida sin que hables de Él? Anunciar la noticia de Jesús nos llena el corazón de alegría, nos llena el corazón de paz, porque descubrimos que no hay nada más grande que podamos darle a los demás que el mismo Jesús, porque solo Él cambia los corazones de las personas. La fe solo crece dándola, solo se enriquece cuando nos animamos a hablarle a los demás de lo bien que nos hace creer, de lo lindo que es creer, de lo maravilloso que es intentar cada día vivir según las enseñanzas de un Dios Padre que nos ama y solo desea que nos amemos entre nosotros y disfrutemos esta linda vida que nos regaló. ¿Todavía estás pensando si vale la pena hablar de Él?

Sábado de la Octava de Pascua

Sábado de la Octava de Pascua

By administrador on 23 abril, 2022

Marcos 16, 9-15

Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.

En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado. Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.»

Palabra del Señor

Comentario

Por qué no intentar en este sábado de la octava de Pascua; con la cual terminamos esta gran celebración de este gran día que es el de la Pascua, la Resurrección del Señor, el “paso” de Nuestro Señor por la muerte para darnos vida; por qué no intentar lo que no hacemos hace tiempo que es hacer una síntesis de los evangelios de esta semana, que son tan ricos y nos pueden ayudar muchísimo finalmente a vivir la experiencia real y concreta de que Jesús está vivo, en nuestra vida. Porque, en definitiva, de eso se trata ser cristiano: en descubrir la presencia de Dios real y concreta en nuestra vida como una persona a la cual queremos seguir porque nos enamoramos, porque descubrimos su amor. Eso es ser cristiano.” No se empieza a ser cristiano por una idea o por una doctrina; sino se empieza a ser cristiano verdaderamente cuando nos encontramos con una Persona, y cuando esa Persona cambia el rumbo de nuestra vida”; así lo decía en su momento el Papa Benedicto XVI, nos cambia el sentido de nuestra vida.

Como decía san Juan Pablo II: “Cristo nos da todo, no quita nada; no tengan miedo a Cristo, ábranle las puertas de par en par”.

Bueno; en esta semana de Pascua de la Octava, hemos contemplado estos evangelios donde se nos muestra a Jesús que se aparece a sus amigos; a sus discípulos, a las mujeres, y por qué no pensar también en la aparición de Jesús a su madre la Virgen Santísima, que, aunque no está relatada también podemos imaginarla, tal como lo plantea san Ignacio de Loyola.

Es una oportunidad para poder reflejarnos y vernos también cómo en nuestra vida, Jesús de alguna manera se nos apareció, se nos manifestó, aunque siempre de alguna manera “velado”, oculto; por eso tenemos que hacer un esfuerzo, por eso tenemos que abrir las puertas de nuestro corazón.

Y para repasar y ver algunas frases, algunas situaciones de los evangelios de esta semana nos pueden ayudar. Por supuesto que cada uno de nosotros puede tomar el evangelio que más nos gusta, incluso el de hoy; porque Algo del Evangelio de hoy es como una especie de “resumen” de los evangelios de la semana.

Marcos sintetiza tres apariciones y las hace bien concretas y sencillas; en cambio los otros evangelistas se explayan un poco más.

Entonces utilicemos esta especie de “síntesis” del evangelio de Marcos de hoy, para ver la síntesis de esta semana y quedarnos con una frase, con una situación, con algo que nos ayude a rezar, a emocionarnos, a volver a nuestra Galilea y descubrir aquel momento en el cual nos encontramos con él y ahora por ahí está todo “apagado”; o no, o nos encontramos en esta Pascua con Jesús más plenamente y esto nos impulsa a seguirlocon alegría; o no y estamos en la apatía total…

Pidamos la gracia, pidámosle al Señor poder encontrarlo, pidámosle al Señor como decía el evangelio del lunes: alegrarnos. «Alégrense» —dice Jesús. Pidamos alegrarnos verdaderamente con la presencia de Jesús Resucitado. Y Jesús nos plantea –como el lunes– ir a Galilea; ir a ese lugar original donde lo conocimos alguna vez, donde escuchamos hablar de Él y por ahí nos olvidamos… Pensá en eso, y cómo las mujeres se postraron, se tiraron a sus pies de la emoción.

El martes veíamos cómo Jesús consolaba también a María diciéndole: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Y podríamos dejar que Jesús nos pregunte qué es lo que nos pasa, por qué lloramos, por qué a veces seguimos en la tristeza, por qué nos desanimamos tan fácil. Jesús nos viene a traer alegría y paz. Y aunque a veces conviva con la tristeza; la paz que viene a traer Jesús es una paz que nos da la certeza de su Presencia.

O también como el miércoles, pensar en la presencia de Jesús con los discípulos de Emaús, que los acompaña, aunque ellos no se dan cuenta. Él siempre está a nuestro lado, aunque no lo vemos, siempre dispuesto a explicarnos las Escrituras para que “arda” nuestro corazón y que finalmente se nos manifiesta en la Eucaristía para poder experimentarlo verdaderamente. Y así el jueves veíamos cómo Jesús nos trae la paz: «La paz esté con ustedes»; y al mostrarles sus manos y sus pies, los discípulos se llenaban de alegría y admiración; pero también por otro lado se “resistían” a creer. A veces nos cuesta creer. Pidamos la gracia de creer. Él está, está presente.

Y ayer ese gran evangelio de la pesca milagrosa donde Juan pega el grito: “¡Es el Señor!”, y Pedro desaforadamente pero lleno de amor, se tira al mar y recorre cien metros para encontrar a su Señor; toda una prueba de su inmenso amor.
Ojalá tuviéramos ese deseo profundo de que cuando nos dicen “allá está el Señor”, pudiéramos tiranos de cabeza –por decirlo así–, jugarnos la vida, cambiar el rumbo de nuestra vida para transmitir la alegría de Jesús Resucitado.

Ojalá que esta semana de Pascua nos encienda de vuelta en lo profundo de nuestro corazón para decir: “Vale la pena ser cristiano, vale la pena creer en Jesús, vale la pena hablarle a los demás sin miedo de que Jesús está vivo”.

Cómo nos cuesta a veces ¿no?, cómo nos cuesta hablar en nuestros ambientes de Nuestro Señor como alguien concreto, como una Persona a la cual amamos.

Ser cristiano, es seguir a Jesús, ser cristiano es enamorarse de Él y no tener vergüenza de ser testigos de su Resurrección.

VIII Martes durante el año

VIII Martes durante el año

By administrador on 1 marzo, 2022

Marcos 10, 28-31

Pedro le dijo a Jesús: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»

Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.»

Palabra del Señor

Comentario

Ver la “paja” en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio es de ciegos y es por eso, que difícilmente podremos corregir a otros si no nos damos cuenta que los primeros que necesitamos quitar la viga en el propio ojo, somos nosotros mismos. Somos así muchas veces, un poco hipócritas, pretendemos que todos cambien mientras nosotros no vemos los propios errores. Esa es la gran debilidad que muchos arrastramos y que solo el amor de Jesús y sus enseñanzas nos pueden ayudar a ir extirpando del corazón. Hagamos el ejercicio de hablar menos, de no hablar de los demás, porque es ahí donde el corazón nos juega una mala pasada y podemos equivocarnos. Hace bien el pensar que siempre nos equivocamos cuando hablamos de los otros, es lo mejor. Ni a vos ni a mí nos gusta que hablen de nuestros errores.

Siempre Pedro, siempre haciendo la pregunta que por ahí haríamos todos, esas preguntas que muchos tenemos dentro del corazón, pero a veces no nos animamos a hacer. ¿Te acordás cuando en el colegio siempre teníamos un compañero o compañera que hacía las preguntas que nadie se animaba a hacer por miedo, por vergüenza, para que los demás no se rían? ¿Te acordás que a veces todos se reían, pero en el fondo se lo agradecíamos porque era lo mismo que nosotros estábamos pensando? Pedro era así, el evangelio lo demuestra de muchas maneras. Ese que hace las preguntas que todos tenemos guardadas, preguntas osadas, arriesgadas, las preguntas que los otros discípulos seguramente también tenían guardadas en sus corazones. Pedro es el primero en decir que sí y también el primero en negarlo. Pedro es así. Por eso… ¡cuánto nos ayuda Pedro!

Ayer escuchábamos que un hombre rico terminaba yéndose triste y apenado porque no se animaba a dejar, ni a vender nada por Jesús. No hablamos de ese tema, pero en el fondo lo que le faltó a este pobre hombre, fue amor, lo que le faltó fue enamorarse de Cristo. El que no se enamora vive midiendo todo, regatea todo, mezquina todo. Ama, pero a su medida y le pone medidas al amor. El hombre rico representa a los cristianos que se contentan con cumplir, con no hacer nada malo, con no matar y no robar, pero que nunca se animan a más, nunca se animan a dejar nada por amor a Jesús. En realidad, la pregunta que nos podríamos hacer es esta: ¿Si no somos capaces de dejar algo por Jesús, podemos decir que lo amamos realmente?

Bueno, en Algo del Evangelio de hoy aparece Pedro, representando a todos los que sí habían dejado algo por Jesús, a los apóstoles. Por ahí también nos representa a nosotros. A los sacerdotes, a los consagrados, pero también a vos que sos laico, la inmensa mayoría de los católicos de la Iglesia. A vos que también alguna vez dejaste algo, cuando te casaste, cuando empezaste a servir a Jesús más de cerca, cuando te fuiste a misionar, cuando ayudaste a un pobre, cuando hacés algo concreto por Él. También podemos imaginarnos representados por Pedro. ¿Y a nosotros qué? Creo que podíamos meditar esta pregunta desde dos puntos de vista.

Primero. A Pedro y a nosotros también nos sale la mezquindad de adentro del corazón y al entregarnos, podemos estar buscando recompensas, ¿Y a nosotros? ¿Y yo que me la paso sirviendo, y yo que dejé un montón de cosas por Vos? Sin querer podemos caer como el hombre rico de ayer, en cierta mezquindad, en una entrega medida, a medias, en una entrega por conveniencia, en una entrega que no se deja mirar por la mirada de amor de Jesús. Cuidado… ¿Qué buscamos al amar? Es el peligro de todo apóstol, de todo cristiano, de todo sacerdote, de todo consagrado. ¡El que anda pidiendo algo a cambio, sin querer se puede transformar en una especie mercader de la fe y no en un servidor! ¡Cuidado con ser un mercader de Jesús!

Segundo. Al mismo tiempo hay algo muy lindo. Jesús promete y promete en serio, no como nosotros, no como tantas promesas políticas. Jesús promete y cumple. Podemos asegurar que el entregarnos al amor de Jesús, nos llena de casas, porque podemos quedarnos y alojarnos en miles lugares gracias a la generosidad de tanta gente que nos considera hermanos, tenemos muchos hogares. Haber dejado algo por Jesús, nos permite tener miles de hermanos y hermanas, la Iglesia nos llena de hermanos, predicar la Palabra de Dios cada día nos llena de hermanos y hermanas. Dejar nuestro hogar de sangre por amor a Jesús, nos llena de muchas madres. También podemos tener más padres, que se preocupan por nosotros. Nos concede bienes continuamente, nunca tendremos hambre ni sed, porque Jesús nos provee de todo. Esto es verdad, podemos asegurarlo. Seguro que vos de alguna manera también lo vivís. Todo esto, y hay que decirlo también, va acompañado de sufrimientos por amor al Reino de Dios, es inevitable. Al mundo no le gusta la Palabra de Dios, le molesta. Pero no podemos olvidar que al final, vendrá lo mejor, vendrá la Vida Eterna.

Te propongo hoy, que no seamos mezquinos, no negociemos con Jesús. Él nos da todo, ya lo prometió. Busquemos el Reino de Dios y su santidad, y todo lo demás vendrá por añadidura.

VIII Lunes durante el año

VIII Lunes durante el año

By administrador on 28 febrero, 2022

Marcos 10, 17-27

Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»

Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»

El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»

Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.»

Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:

«Entonces, ¿quién podrá salvarse?»

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.»

Palabra del Señor

Comentario

«¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? Evidentemente no. Jesús ayer nos hacía esta comparación para que comprendamos algo más profundo, algo que justamente, por nuestra ceguera no terminamos de comprender. Deberíamos reconocer todos, con humildad, que andamos un poco ciegos y lo que es peor, muchas veces pretendemos transformarnos en guías de los demás, o bien nos dejamos guiar por otros que andan ciegos. En una de las comunidades donde celebro Misa, todos los domingos nos visita un hombre que no puede ver, se llama Francisco. Viene cada domingo en su silla de ruedas, con mucho entusiasmo, guiado por un fiel de la comunidad que lo lleva con mucho amor. Cuando no lo pueden traer, Francisco sufre porque desea ir a Misa con todo su corazón, y la vive con mucha intensidad.

Ayer lo puse de ejemplo en el sermón, como aquel que se deja guiar por alguien que ve, como alguien que acepta su condición y permite que otro le muestre el camino. Pero al mismo tiempo, estoy convencido que Francisco ve lo que muchos de nosotros no podemos ver, por andar mirando la paja en el ojo ajeno. Supongo que las personas que no ven con sus ojos, son de algún modo mucho más puras que nosotros, porque inevitablemente no andan fijándose tanto en los errores ajenos, como nos pasa a nosotros. Cada domingo cuando sale de Misa, al saludarme, me dice tantas cosas llenas de sabiduría y amor, que en realidad lo que digo no es una suposición, es una realidad. Su ceguera física, hace que sea un hombre de una sensibilidad especial, lleno de amor y con una gran necesidad y que no tiene miedo en demostrarla. ¡Cuánto para aprender de Francisco!

Creo que no hay mejor manera de empezar la semana que escuchar Algo del Evangelio de hoy, escuchando esta escena en la que se nos pueden plantear tantas cosas, tantas sensaciones y reacciones diferentes. La Palabra de Dios nunca deja de maravillarnos, nunca debería dejar de maravillarnos, porque cada escena que contemplamos es una fuente inagotable de sabiduría, un alimento perpetuo y continuo para todos nosotros y por eso, más allá de lo que dice la palabra, podemos encontrar miles y miles de recepciones, según el corazón de cada uno de nosotros. La Palabra es una, los corazones miles y las respuestas variadas. Vos intentá hoy dar tu propia respuesta, según lo que escuchas y meditás.

Hoy tengo ganas de llenarnos de preguntas, hacer una especie de lluvia de preguntas al texto, a mí y a cada uno de los que escuchamos estos audios. Alguna pregunta podrá encontrar respuesta, otra no, pero será el comienzo para que algún día sí, por algo se empieza.

Muchas veces se dice y se puede escuchar, que aquel que se encontró alguna vez con Jesús, en el evangelio e incluso hoy, no quedó igual, no queda igual; que aquel que se encontró con Él por ser tan irresistible su persona, su amor, no pudo decir otra cosa que sí, no pudo resistir a su amor. Bueno, es lindo ese razonamiento, y es cierto, pero le falta una parte, le falta una posibilidad, le falta la respuesta del hombre de hoy, del evangelio de hoy y de tantos hombres a lo largo de la historia, de por ahí vos o yo. ¿Cuál respuesta? La tristeza y la pena, la posibilidad de decir que no, de no doblegarse ante tanto amor. Lamentablemente existe esa posibilidad. ¿Existe la posibilidad de ver a Jesús cara a cara, y terminar yéndose triste? ¿Existe la posibilidad de ser mirado por Jesús con amor y terminar yéndose apenado? ¿Es posible que vayamos hacia Jesús, que nos arrodillemos frente a Él llenos de ansias, de amor y que terminemos yéndonos con las manos vacías, peor de lo que fuimos? ¿Es posible acercarnos a Dios intentando negociar con Él la salvación después de la muerte, olvidándonos de la propuesta de vivir esta vida de una manera diferente, más allá del cumplimiento? ¿Es posible que Jesús nos ofrezca dejar algo para seguirlo, para algo más lindo y pleno, para compartir lo que tenemos con los demás y que nos neguemos, que nos vayamos con la cabeza gacha? ¿Es posible que sigamos sin entender lo que significa ser cristianos, lo que quiere decir seguir a Jesús? ¿Es posible que la riqueza, del corazón y material nos impida disfrutar de la propuesta liberadora de un Dios Padre que se despojó de todo para encontrarse con todos? La verdad es que todo es posible. Pensemos, recemos con esto, meditémoslo en nuestra vida.

Pero hoy el evangelio termina con una posibilidad más posible, valga la redundancia. Porque para Dios todo es posible. Para Dios es posible destrozar todas las mezquindades que nos impiden animarnos a lo imposible, a lo que el mundo nos plantea como una locura, a la avaricia que se aloja en el corazón y no nos deja compartir lo que tenemos. Para Jesús es posible desarmarnos con su mirada ayudándonos a que, de una vez por todas, descubramos que lo mejor es seguirlo a Él, amarlo a Él, dejando de lado nuestras riquezas que nos impiden disfrutar lo mejor de la vida, la posibilidad de amar y ser libres para el bien de los demás.

VII Sábado durante el año

VII Sábado durante el año

By administrador on 26 febrero, 2022

Marcos 10, 13-16

Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor

VII Viernes durante el año

VII Viernes durante el año

By administrador on 25 febrero, 2022

Marcos 10, 1-12

Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.

Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?»

Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?»

Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella.»

Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.»

Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio.»

Palabra del Señor

Comentario

Terminando la semana, podemos volver a refrescar el deseo de escuchar en serio a Jesús que nos habla día a día. Acordate que el Evangelio de cada día es también un empujón para que aprendas a escuchar a Dios en todas las cosas, en todas las situaciones, en todas las personas. Dios no vive y habla solo en un lugar, aunque hay lugares en donde vive especialmente.

Hoy estamos frente a uno de esos evangelios que parece más fácil esquivarlos que comentarlos, es verdad, cuesta. Cuesta porque todos sabemos, que cada hay cada vez más familias desunidas, o familias que no han prosperado, o familias que sufren diferentes situaciones de falta de amor. Cuesta también porque el mundo nos bombardea con planteos que quieren socavar y destruir el ideal de familia que viene desde los orígenes del mundo y que Jesús vino a restaurar. Cuesta, es verdad, pero tenemos que hablar con amor del amor. Eso creo que es lo importante. Si se habla del amor con amor, como habló Jesús, por más que haya personas que están sufriendo situaciones difíciles, incluso vos mismo que estás escuchando, incluso en nuestras familias, no debería haber posibilidad para el enojo.

Se me ocurre, para graficar algo de lo que plantea el Evangelio de hoy, contarte algo que me pasó una vez y me quedó grabado para siempre. Visité una señora ya muy grande, con cáncer ya extendido porque deseaba confesarse, recibir la unción y la comunión antes de empezar su quimioterapia. Fue la conversación y confesión más gratificante de mi vida, salí casi llorando al estar con ella. Fueron de esas charlas en las que como sacerdote tenía ganas de cambiarle el lugar a la señora, que ella me escuche a mí y me confiese. Entre tantas cosas que me dijo, recuerdo algo increíble. Fue como recibir todas las clases de teología en una charla de 10 minutos como un baldazo de realidad.

Dolida por su cáncer, pero llena de confianza me dijo: Yo entiendo por qué me pasa esto, no le echo la culpa a Dios, pero sé que Dios lo permite para algo. Yo toda mi vida hice lo que quise, lo que se me antojó, nunca hice la voluntad de Dios, fui “mandona” con mis hijos y los torturé pretendiendo que siempre hagan lo que yo quería. Yo era la que decidía todo y no me importaba lo que querían los otros. Ahora me doy cuenta que Dios me dice: “Vení, vení para acá, ahora vas a hacer lo que yo te pido”. Me dí cuenta que en realidad venimos a este mundo a hacer la voluntad de Dios, me di cuenta que yo nunca la había cumplido y que ahora tengo la oportunidad”. Yo no podía creer lo que escuchaba, porque la señora era buena, incluso había sido muy cercana a la Iglesia. Ella se refería a algo más profundo, no a simples pecaditos. Se refería a algo más radical que reside en nuestro interior: Dios quiere enseñarnos a amar y obedecer, y nosotros nos creemos que sabemos amar y no queremos obedecer.

El planteo profundo que los fariseos le hacen hoy a Jesús, el planteo que le hace el mundo a la Iglesia, el planteo que incluso podemos hacerle vos y yo a Dios es este: ¿Por qué tenemos que seguir la voluntad de Dios? ¿No es demasiado dura? ¿No es demasiado exigente? ¿Es posible hacer lo que Dios quiere, que el hombre y la mujer estén para siempre unidos en medio del contexto de este mundo? Las respuestas te las dejo que las contestes vos. A mí me las contestó esa señora, en vivo y en directo, con lágrimas en los ojos esa tarde que estuve con ella. No hay nada más placentero que hacer la voluntad de Dios, pero espero no tardar tantos años en descubrirlo.

VII Jueves durante el año

VII Jueves durante el año

By administrador on 24 febrero, 2022

Marcos 9, 41-50

Jesús dijo a sus discípulos:

«Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.

Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.

Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Porque cada uno será salado por el fuego.

La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar?

Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros.»

Palabra del Señor

Comentario

En la medida que, como decíamos ayer, nos vamos enamorando de la Palabra de Dios, a fuerza de entrega, de trabajo, de esfuerzo, de perseverar, de escuchar, de ser fieles día a día; la recepción de la palabra, ya sea por los audios que recibimos, ya sea porque la leemos en paz en nuestra casa o bien en un templo, en donde sea, se vuelve gozosa y fecunda. Cuando estamos enamorados esperamos al amado como la tierra reseca espera a la lluvia y la consume cuando la recibe. Qué lindo que la Palabra sea eso en nuestra vida. Confieso que cuando comencé con estos audios jamás pensé que la Palabra de Dios iba a generar tantas ansias en tantas personas. Si tenía claro una cosa y me convencí que era necesario leer el evangelio de cada día, para que siempre brille la Palabra de Dios y no el predicador. Las palabras del sacerdote pueden faltar, el evangelio jamás. Y la Palabra da fruto, te lo aseguro, en todos los que la escuchamos. Pidamos juntos esta gracia. Es gracia, es regalo, es como la lluvia, es gratuita, pero hay que pedir y pedir, convencerse de esta verdad.

Amar hace bien, creo que lo sabemos muy bien. En cambio, odiar, tener rencor, ira, bronca en el corazón, nos destruye lentamente, nos hace infelices. Es por eso que Jesús quiere resguardarnos de la peor enfermedad del alma, la falta de amor. Los imposibles que nos pide el Señor son para nuestro bien, para hacernos más felices. Lo único que corta la cadena del rencor, del odio, la indiferencia, la maldad, es el amor, el amor gratuito y desinteresado, el amor incondicional. Cuando tenemos alguna bronca, rencor o incluso odio en el alma, lo que único que hacemos es colaborar a su expansión, a que jamás se termine, a que crezca y se reproduzca. Es cierto que cuando no queremos perdonar, o cuando guardamos un rencor en el corazón, siempre de algún modo tenemos alguna justificación, alguna razón que nos hace estacionarnos en ese lugar sin deseos de salir, pero también es cierto que ese camino no conduce nunca a un buen lugar.

Jesús sabiendo esa verdad, nos enseña que el camino del “ojo por ojo, diente por diente”, no nos ayudará nunca, al contrario, nos enfermará. Si escuchamos las palabras de Jesús desde esta óptica, debemos reconocer que la sabiduría de sus enseñanzas son la mayor alegría que podemos experimentar. Tener la capacidad de no responder de la misma manera al mal recibido, nos hace hombres y mujeres libres, capaces de amar como lo hace Dios Padre, “porque él es bueno con los desagradecidos y los malos”, y nunca debemos olvidar que nosotros mismos estamos también en el grupo de los desagradecidos y a veces un poco malos.

Hoy escuchamos en Algo del Evangelio, uno de esos fragmentos de la Palabra que tienen una cierta complicación, no solo por los temas que trata, sino porque además aparecen diversos temas entrelazados y sería muy extenso explicarlos todos. Sin embargo, se puede decir algo en común. Jesús les está hablando a sus discípulos, a los más cercanos, es una conversación con ellos. Esto es importante aclararlo. Eso es bueno que siempre te preguntes: ¿A quién le habla hoy Jesús? En definitiva, Jesús nos vincula de una manera especial con Él. Ayer decíamos que por estar cerca de Jesús no había que pensar que éramos una elite, o éramos mejores, o que teníamos el “monopolio” de Jesús, pero hoy Jesús nos asegura algo lindo y que al mismo tiempo se transforma en una linda y pesada responsabilidad. ¡Somos de Él, somos parte de Él!!! Y por eso, el que nos hace el bien a nosotros, los que estamos unidos a Él por el bautismo, le hace bien a Cristo de una manera especial. Esto es increíble y es así.

Por eso San Pablo dirá: “Hagan el bien a todos, pero en especial a los miembros de la Iglesia” A nosotros los sacerdotes nos pasa muchísimo esto y nos sorprende. Muchas personas se preocupan por nosotros, nos acompañan en nuestra tarea, nos dan su apoyo y cariño, nos sostienen en todo sentido, creo yo, porque están convencidos de esta verdad del evangelio. Al ayudarnos a nosotros, al “darnos” un vaso de agua, se lo están dando al mismo Jesús. Y por otro lado la responsabilidad. Si nosotros con nuestra vida colaboramos a que alguien que tiene fe la pierda, nos perdemos con él. Tremenda responsabilidad. Los pequeños son todos los que creen, todos los que tiene fe en Jesús. Si colaboramos con nuestros pecados a que alguien se aleje, somos como la sal que pierde su sabor y no sirve para nada, solo para ser tirada. Duras palabras, pero que nos pueden ayudar a pensar qué clase de testimonio estamos dando o dimos. Pidamos a Jesús que nuestra vida sea una atracción para que otros vean a Él en nosotros y al mismo tiempo, que jamás un pecado nuestro aleje a alguien de lo más sagrado que es, la fe.

VII Miércoles durante el año

VII Miércoles durante el año

By administrador on 23 febrero, 2022

Marcos 9, 38-40

Juan le dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros.»

Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.»

Palabra del Señor

Comentario

El enamorase de las cosas que hacen bien, como la Palabra de Dios, lleva su tiempo, su trabajo, su entrega. Normalmente, por nuestra debilidad, por nuestro vivir volcados hacia lo externo, todo lo que es espiritual, todo lo que no se ve, pero alimenta el alma, cuesta mucho más de lo que pensamos. Cuesta ser fieles y constantes en la oración, cuesta y es arduo ser fieles en meditar la Palabra de cada día. No se es hombre y mujer de oración, de contemplación, de un día para el otro, como por arte de magia. Más allá de la vida espiritual y de la fe, todo gran hombre, decía San Alberto Hurtado, se forjó en el silencio. No hay grandes hombres en la historia de la humanidad que no se haya fraguado en el silencio. Y para hacer silencio interior inevitablemente necesitamos tiempo y esfuerzo. No existe la vida espiritual desde un clic o con un clic.

Es verdad que recibimos este audio en un clic, te levantás a la mañana y ya lo tenés, como pan caliente, en un abrir y cerrar de ojos, pero la previa no es con un clic, me refiero a que la preparación no es en dos minutos y por eso te recomiendo y te aclaro, que no te alcanzan para que lo interioricemos, para que meditemos la Palabra de Dios. Lamentablemente son muchos los que quedan en el camino de este ir paso a paso degustando las delicias del mejor alimento del hombre, la Palabra de Dios. Muchísimos empezaron escuchando la Palabra de Dios contentos, pero los pájaros ya se llevaron las semillas, otros tantos se entusiasmaron y las recibieron, pero las “malezas” de la vida diaria ya taparon y ahogaron las plantas, y así sucesivamente podríamos seguir. ¿Queremos ver frutos en nuestra vida al escuchar la Palabra de Dios? Seamos fieles y constantes, seamos perseverantes, nunca pensemos que ya está, nunca nos creamos completos, nunca digamos ya lo escuché, nunca digamos “otra vez lo mismo”. Esa es la clave.

Retomando el tema del domingo, obviamente que debemos reconocer que no es fácil amar los que nos hacen el mal, el primer impulso es el del “hombre que procede de la tierra, el terrenal” como decía San Pablo, y lo que debemos ir aprendiendo es dejarle lugar al hombre espiritual que todos tenemos, el que nos permite amar al modo de Dios, como Dios nos ama, no buscando venganza, no pretendiendo hacer justicia por mano propia cuando nos toca sufrir algún mal injustamente. Si nosotros vamos considerando que los primeros en recibir misericordia somos nosotros mismos, por más buenos que creamos que somos, la mirada que tenemos sobre los otros puede ir cambiando, por más malos que sean. El que hace el mal “no sabe lo que hace”, como dijo Jesús en la cruz, deberíamos pensar que por más mala intención que tenga, lo hace creyendo que obra bien, buscando una solución, o por ignorancia, y por eso, no podemos devolverles con la “misma moneda”, no tiene sentido, no tiene lógica.

Vamos a Algo del Evangelio. Evidentemente Juan se desubica un poco. Ayer decíamos que a Jesús no le gustaban las discusiones, bueno, hoy podemos decir que a Jesús no le gustan las divisiones, provenientes de no estar ubicados, o sea, el que sus discípulos se tomen atribuciones que no les corresponden. Juan, y los discípulos, (porque lo dice en plural) se la creyeron bastante, quisieron armarse el “monopolio de la amistad con Jesús”. Gran tentación, continua tentación y peligro de todos nosotros, que se da en todos los ámbitos, pero que es más nefasta cuando se da en la Iglesia, en la fe, en la religiosidad o como quieras llamarle.

Ayer los discípulos discutían entre ellos para ver quién era el más grande, o sea el problema de la superioridad en la relación entre nosotros, los más cercanos a Jesús. Hoy se plantea el problema de creerse los más grandes, pero en relación a los más lejanos con respecto a Jesús, a los que “parece” que no lo siguen de cerca, que no fueron elegidos, que no son del círculo íntimo. ¡Cuánto pasa esto en la Iglesia también! El verdadero afecto siempre es inclusivo, no busca excluir, no quiere poseer al otro. En este caso, el evangelio muestra que los discípulos pretendían que Jesús sea solo de ellos y que, además, se amolde a ellos, a sus criterios, a su forma de ver las cosas. No entendimos nada de Jesús, no lo conocemos realmente, si nos creemos que solo nosotros podemos hacer el bien en nombre de Él.

En la realidad, no somos tan burdos, tan evidentes, pero si lo somos con nuestras actitudes, celos, envidias, comentarios, indiferencias con respecto a otros grupos, movimientos, parroquias, espiritualidades y mucho más cuando miramos fuera de la Iglesia. Es tristísimo cuando en la Iglesia, en tu iglesia, en tu grupo de oración, en tu movimiento, en tu parroquia, en tu sacerdote, en nuestra forma de pensar, existen estas tendencias posesivas, estas inclinaciones a considerar que lo distinto no es de lo “nuestro”, como si fuéramos una elite, una pequeña secta.

Casi sin decirlo intentamos “poseer a Jesús” como si fuera nuestro, cuando en realidad nosotros somos de Él, y Él es el que elige e invita a hacer el bien a todo el que lo conoce, incluso ayuda a hacer el bien a aquellos que no lo conocen. Si queremos ser cristianos inclusivos y no posesivos, cristianos que aman a Jesús y no lo poseen, sino que lo comparten, empecemos por cambiar la manera de pensar y de expresarnos, porque muchas de estas cosas están pegadas en nuestro lenguaje cotidiano de la Iglesia, de cada uno de nosotros. Levantemos la cabeza y miremos más allá de nuestras narices y ombligos, porque se hace mucho bien en nombre de Jesús, fuera de nuestros ámbitos y es bueno que aprendamos a valorarlo.

VII Lunes durante el año

VII Lunes durante el año

By administrador on 21 febrero, 2022

Marcos 9,14-29

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.

El les preguntó: “¿Sobre qué estaban discutiendo?”. Uno de ellos le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron”.

“Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo”. Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.

Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que está así?”. “Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. ¡Si puedes…!”, respondió Jesús. “Todo es posible para el que cree”.

Inmediatamente el padre del niño exclamó: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”.

Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más”.

El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: “Está muerto”. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”.

El les respondió: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración”.

Palabra del Señor

Comentario

¿Qué haríamos sin la Palabra de cada día? ¿Qué haría la Iglesia si no tuviera la posibilidad de leer y meditar cada día la Palabra del Señor? ¡Qué tristeza! ¡Qué tristeza! ¿A quién seguiríamos? No tendría sentido lo que hacemos. Sería imposible. La Iglesia no podría existir sin alimentarse de la Palabra de Dios. Sería como una ONG, que hace muchas cosas buenas, pero no la Iglesia. Sería un conjunto de personas que piensan bastante distinto, y que decimos ser “uno” estando para lo mismo, sin embargo, en el fondo no tendríamos quién nos guíe.

Cuesta a veces escuchar el mensaje del evangelio, y mucho más cuando nos pide cosas bastante difíciles, a simple vista imposibles. Cuesta escuchar esto de que hay que amar a los enemigos, a los que nos hacen el mal, a los que nos calumnian o difaman. ¿Cómo hacer? Nuestro hombre natural nos pide otra cosa, tendemos a otra cosa. Sin embargo, no podemos quedarnos ahí, en ese primer rechazo que nos viene al corazón. No nos cerremos, porque si no amamos como nos ama Jesús y como nos pide Él, en el fondo los que más sufriremos seremos nosotros mismos. Seguiremos en estos días profundizando en el evangelio de ayer, que rompe todo esquema de amor prefabricado por nosotros, preconcebido y a veces aprendido. En definitiva, todos nosotros amamos como nos enseñaron, o como lo experimentamos, y aunque a veces nos empeñemos en ser distintos a lo que vivimos en nuestras familias porque no fueron muy buenas experiencias, la realidad, es que hacemos lo que podemos y muchas veces repetimos los mismos errores. A pocos de nosotros nuestros padres nos leyeron estas palabras del evangelio de ayer desde chiquitos, como para que nuestro corazón se nos agrande, sino que, todo lo contrario.

Algo del Evangelio de hoy es una maravilla, imposible de comentar en dos minutos. Me da pena solo tomar algo, pero bueno, como me decía un sacerdote: “No te preocupes si hoy no podés decir todo, otro día, otro año, podrás decir algo más”. Son varias las personas, varias las situaciones de este evangelio, por eso te dejo “picando” algunas cuestiones para que las puedas pensar y rezar por tu cuenta.

Jesús llega en medio de una discusión: Escribas vs. Discípulos. Cuasi partido de futbol. Mientras tanto, la “pelota”, el problema, está en otro lado y no lo solucionan. El niño está endemoniado, el niño tiene un problema desde su infancia, y mientras tanto los otros discuten. Las discusiones, en general, no solucionan los problemas, los agrandan.

Por otro lado, el padre del niño, no tiene suficiente fe, pero lo lindo es que es sincero, se da cuenta y lo reconoce. Su forma de hablar es la de un hombre con poca fe: “Si puedes…” ¿Cómo si puedes? El que cree, jamás duda de que Dios puede lograr algo, aunque pueda pensar que si es o no lo que Dios quiere. Por eso, este hombre terminó diciendo con todo su corazón: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”. Creo… pero ayúdame. ¿Es lindo no? “Creo…pero ayudame, ayudame a creer más, a creer que podés siempre, lo que pasa es que tenés que querer, tiene que ser tu voluntad, no la mía”. Dios puede todo, pero no quiere todo lo mismo que nosotros y es bueno reconocerlo.

Jesús puede todo, pero no quiere todo lo mismo que nosotros, no somos su padre, somos sus hermanos, y no decidimos la voluntad de Dios. Por eso necesitamos de la oración para “ganarle” a estos demonios que nos atormentan y atormentan a otros. Necesitamos hablar con nuestro Padre. Necesitamos escuchar su Palabra, no podemos vivir sin escucharlo. No podemos “echar” de otros y de nosotros, las cosas que nos hacen mal porque andamos discutiendo, porque perdemos el tiempo en cosas que no hacen a la fe, sino a nuestros egos, y mientras tanto vamos perdiendo la fe, vamos debilitando nuestra fe. Hay cosas en la vida, te diría que casi todo, se solucionan con más fe y la fe se alimenta con más oración.

VI Sábado durante el año

VI Sábado durante el año

By administrador on 19 febrero, 2022

Marcos 9, 2-13

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.» De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.»

Y le hicieron esta pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?»

Jesús les respondió: «Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito.»

Palabra del Señor

Comentario

Jesús siempre se encarga de sorprendernos cuando salimos de nosotros mismos. Es increíble. Los “tabores”, esos momentos especiales junto a Jesús, como les tocó vivir a Pedro, Santiago y Juan, son pocos en la vida… son únicos, pero son la piedra fundamental para que toda obra, toda situación, por más dura que sea, se transforme en una experiencia con Él. Nada de lo humano “se escapa” de ser experiencia de Dios, nada, absolutamente nada. Por eso no podemos vivir del pasado, de las transfiguraciones viejas, tenemos que vivir el presente y lanzarnos al futuro. Para eso Jesús nos eligió. No podemos vivir de “rentas”, de lo que experimentamos alguna vez queriendo que se repita todos los días y creyendo que solo cuando sentí a Jesús, Jesús estuvo. Eso no es amor verdadero. El amor verdadero sabe vivir también en la ausencia de luz, de consuelo.

Obviamente es natural que cuando Jesús “se nos transfigura” y se nos muestra así, tan claramente, den ganas de quedarse para siempre y solo con Él, es natural, pero no es lo que Él quiere. Es natural, pero no es lo que necesitamos. Necesitamos la vida diaria, el amor cotidiano, sencillo y oculto de cada día. Necesitamos, vos y yo, vos con tu familia, vos en tu trabajo, en tu apostolado, vos en tu grupo, y yo en mi sacerdocio… el presente, el Jesús del presente y el que vendrá. El que está siempre, ahora, en este momento y que nos sostiene y consuela siempre, y necesitamos el Jesús que vendrá, el que vendrá para sorprendernos cuando nos animemos a amar día a día.

Son lindas las transfiguraciones cotidianas, cuando Jesús se muestra en los otros también, como por ejemplo: cuando una persona que está viviendo debajo de un puente, en situación de calle, porque esta sociedad de consumo y más consumo, lo fue desechando y ya no le da más oportunidades, te dice algo así: “Padre, yo no le puedo echar la culpa a Dios por estar así, esto es culpa mía” mientras muchos de nosotros le echamos la culpa a Dios de todos nuestros males. Es un “pequeño” tabor cuando alguien como José, un hombre que está durmiendo con una sola frazada tirado en una vereda, saca de su único bolso una biblia para leerme una frase de la Palabra de Dios, donde en resumidas cuentas le pedía a Dios que le “saque ese rencor del corazón porque eso era lo peor, lo que más mal le hacía” sin pedir nada material, absolutamente nada… mientras nosotros por ahí tenemos nuestra biblia llena de tierra en un cajón. Es una linda transfiguración cuando un hombre como Moisés, también de la calle, después de charlar profundamente con él cara a cara, me termina abrazando con lágrimas en los ojos para decirme: “Te amo hermano”, y riéndose, porque era raro que dos hombres se estén diciendo esa frase, me ayuda a que yo le conteste con el mismo “te amo”, perdiendo toda “posible” vergüenza y dándome cuenta que en definitiva eso es lo que Jesús nos pidió a todos, que nos amemos, tan fácil y sencillo como eso.

Esos son los pequeños “tabores” que sostienen el día a día, no solo ese momento del pasado que querrías que vuelva siempre. Esos y muchos otros que vos sabrás, son los momentos de gracia que hay que aprender a percibir y abrazar todos los días, dejando que Jesús nos sorprenda siempre cuando nos decidimos a seguirlo con amor.