
Solemnidad de la Ascensión del Señor
By administrador on 21 mayo, 2023
Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.»
Palabra del Señor
Comentario
“¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” dice la primera lectura de hoy. Los discípulos hicieron lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho, siguieron mirando a Jesús mientras partía. ¿Será que Jesús también los miraba mientras se iba? Seguro que sí. Creo que sí. Imaginá ese momento: Jesús ascendiendo a los cielos, el corazón triste de los discípulos al ver que su amigo se iba, Jesús bendiciéndolos y tratando de explicarles, de mostrarles que, en realidad, no se estaba yendo, que iba a permanecer de una manera distinta.
¿Recordás en tu vida, alguna vez, alguna de esas despedidas que te hizo quedarte mirando al que se iba? Siempre me acuerdo, cuando más de adolescente, más de la juventud, que viajaba en colectivo, en ómnibus, cuando iba a mi tierra y miraba las despedidas de la gente en las terminales. Cuando se estaba yendo el ómnibus y se saludaban por la ventana, se miraban y lloraban. Me imagino que recordarás o tendrás esa experiencia ¿no? Cuando no se mira, en el fondo, cuando veíamos una persona que no miraba, es porque no se quería sufrir demasiado, pero en el fondo se quiere mirar. Es triste ver en esas terminales o en los aeropuertos también, las despedidas de los familiares o amigos. En los ómnibus, como te decía, el que va arriba se queda mirando por la ventana, como queriendo abrazar a los que se quedan, y los que se quedan, saludan desde abajo, como queriendo retener al que se va. En los aeropuertos es distinto. Pero existen esas despedidas antes de embarcar al avión. Miradas que quieren retener el amor que parece que no vuelve.
Podríamos imaginar algo así en este día de la Ascensión. Como te planteé al principio, una especie de partida, despedida, pero sin ómnibus ni aviones, con una gran diferencia, una despedida con permanencia asegurada. Qué extraño. Algo raro para nuestro entendimiento.
Retomando esto de los discípulos que se quedaron mirando al cielo, podríamos decir que seguir mirando al cielo pensando que Jesús no estará más entre nosotros, es no entender que el cielo en realidad, no es un lugar, es un estado del alma, un estado, una forma de vivir podríamos decir, una nueva forma de estar. Jesús ascendió, Jesús volvió a su “lugar”, pero en realidad su lugar hoy es todo lugar, es estar en todo lugar. Esta es su promesa: “Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Fue una partida necesaria para quedarse siempre con nosotros hasta el final. Esa es la diferencia. Esa es la despedida con permanencia asegurada.
¡Señor, qué lindo es saber y creer esto! Estás en todo lugar y en todo momento. El cielo está en mi vida no cuando estoy en un lugar en especial, sino cuando creo que Jesús está donde yo estoy. Si Jesús es la Cabeza y nosotros su Cuerpo y él está “en el cielo” junto a su Padre, quiere decir que cada uno de nosotros está también un poquito “en el cielo”. Si estamos en el Camino, dijimos alguna vez, ya estamos un poco, por lo menos con el corazón, en el final del Camino porque nuestro corazón quiere ir hacia allá. El cielo comenzó a estar en la tierra desde que Jesús vino a pisarla, a estar con nosotros y la tierra está “en el cielo” desde que Jesús ascendió y nos llevó a todos con Él. ¿Creemos en esto?
Él ascendió a los “cielos” para estar a la derecha del Padre, para ser Señor del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible e invisible. El Padre lo premió por haber hecho su voluntad. Desde que él ascendió a los cielos, desde que él está en todos lados, millones de corazones comprendieron esto y dejaron que él reine en sus vidas. Porque Jesús reina, aunque muchas veces no nos demos cuenta. Jesús reina en la medida que lo dejamos reinar. Él reina y reinará plenamente cuando venga glorioso al final de los tiempos.
Mientras tanto, tenemos que creer en esto: Él está a la derecha del padre para interceder por nosotros. Que Jesús esté en “el cielo” quiere decir que está y estará siempre, en todo tiempo y lugar. Quiere decir que ya estamos con él de alguna manera junto al Padre, nuestro corazón está con él, “en el cielo”. Finalmente, también quiere decir que es el Rey y quiere reinar en vos y en mí. Quiere que lo amemos para que, junto al Padre, él pueda vivir en nosotros.
Hagamos hoy el intento de mirar al cielo, simbólicamente, para cruzarnos las miradas con Jesús, que está en el cielo, pero está con nosotros. Mirémonos, pero sabiendo que no es una despedida total, sino que es despedida a medias. Miremos a Jesús que está en el cielo pero que está en cada hombre que lo ama y en cada ser humano que sufre. Jesús en realidad no se fue, se quedó para siempre especialmente en la Eucaristía, especialmente en los corazones de los que sufren, de los que creen y lo aman. ¿Creemos en esto? Por eso, no te quedes mirando al cielo como llorando, como creyendo que no está. Mirá el cielo de tu alrededor y confía que Jesús estará siempre con nosotros, hasta que vuelva. Mirá el cielo de tu corazón, hablale con confianza y date cuenta de que él quiere reinar y quiere ayudarte a que reine el amor en tu vida.