
Maria Eugenia Blandini
By administrador on 26 noviembre, 2020
Quisiera compartir lo maravillioso de haber experimentado una conversión desde lo más profundo de mi corazón…Desde adolescente fui a misa todos los domingos y con bastante regularidad. En verdad no le prestaba atención a las lecturas y al Evangelio. Para mí era necesario cumplir con ese deber para de alguna forma seguir por un buen camino, tanto es así que conocí al papá de mi hija en la Iglesia. El tiempo pasó, me recibí, me casé con él, nos divorciamos, transité por el dolor, el sufrimiento y el abandono…. Dejé de ir a misa por un buen tiempo. Al cabo de los años y ya con mi niña decidí volver. Recuerdo en particular una celebración de Viernes Santo, estábamos todos en ese momento de silencio, hicimos una fila para besar la imagen del Señor en la cruz que sostenía el padre. Mientras cantábamos en procesión aguardé mi turno. Sentí cómo de a poco me envolvía una sensación de tristeza y amor incondicional, apenas podía cantar esa canción entre sollozos. Mi corazón conmovido palpitaba con ese amor que nunca había sentido. Me encontré frente a mi Señor crucificado, sufriendo y entregando su vida por mí y por todos y lo besé con labios temblorosos y los ojos nublados por las lágrimas. Ese día me di cuenta que tenia sentido ir a misa. Allí me encontré en mi lugar, mi refugio, allí mis penas se disipaban y consolaban. Comencé a leer el Evangelio diariamente y a compartirlo con mis seres queridos. Cada misa me encuentra con el corazón abierto al encuentro con Dios. Me emociono hasta las lágrimas con cada canto, con cada homilía, con cada Eucaristía. Lloro de felicidad y no me importa que los otros fieles me miren. Lloro de amor y gratitud hacia mi Señor que obró de forma tan maravillosa en mí, sin necesidad de un signo como pedían los fariseos a Jesús, sino solo con su bendita presencia corriendo ese velo que me tapaba los ojos. Es un aprendizaje que abrazaré por el resto de mi vida. Gracias mi Señor por permitirme encontrarte, amarte y dejar de temer!!! Gracias por la riqueza de sus enseñanzas en cada palabra del Evangelio. Bendito sea mi Señor