«Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios.
Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
Palabra del Señor
Comentario
Jesús no se cansa de buscarnos, no se cansará nunca de acercarse a la orilla del lago, a la orilla de nuestro corazón, como lo hizo con los discípulos en el Evangelio del domingo, ¿te acordás?, para manifestarse, para mostrarnos que él siempre está y que, si no pescamos, si no estamos dando frutos de amor, si no estamos recibiendo todo lo que muchas veces deseamos, es porque en definitiva nos hemos olvidado de la obediencia a él, nos hemos olvidado de escuchar su Palabra. Por eso recordemos una vez más esa aparición maravillosa de Jesús Resucitado a sus discípulos por tercera vez para mostrarles que él estaba y para recordarles que debían obedecerle a él, obedecer al Espíritu de Dios.
Retomemos también Algo del Evangelio de ayer, para que podamos seguir el hilo de esta semana, decíamos esto: «Todos podemos creer en Jesús y, sin embargo, vivir alimentándonos de otras cosas, mientras decimos que creemos en él. Incluso podemos defenderlo con nuestras palabras, podemos estar trabajando para él, para su Iglesia y sin embargo creer mal, creer a nuestro modo, diríamos, tener una falsa idea o imagen de él». Estar caminado detrás de él no es garantía absoluta de que lo consideremos como nuestro mejor alimento. ¡Cuidado! El que cree en serio o al modo de Jesús, el que va caminando con y hacia él, en la pureza de la fe, empieza a buscar únicamente al «Dios de los consuelos» y no los consuelos de Dios, vive satisfecho, sabiendo que no hay mejor alimento de la vida que el pan bajado del cielo, que es Jesús, el enviado del Padre para la salvación de todos.
Ahora… hoy podemos dar un paso más, la Palabra nos ayuda a dar un paso más que nos puede sorprender a simple vista: La voluntad del Padre es que creamos en su Hijo, en Jesús, pero nadie puede acercarse a Jesús, si Dios Padre no lo atrae, si de alguna manera no se experimenta una atracción interior y misteriosa, podríamos decir. Esto explica por qué la fe es realmente un don, un regalo, un don que viene del cielo, en Jesús, y un don llegado al alma de cada uno de nosotros por la atracción que genera Dios hacia Jesús por medio de tantas situaciones que cada uno de nosotros sabe, sin olvidar que al mismo tiempo la fe es respuesta de los que aceptan esta invitación, respuesta de la inteligencia y de la voluntad que creen, de la decisión de querer vivir según sus enseñanzas.
Me acuerdo que una vez una persona que hacía poco había retornado a la Iglesia después de un largo tiempo de estar alejado, me expresaba de alguna manera esto de lo que habla la Palabra de Dios de hoy. A la salida de misa me decía: «Padre, yo no sé qué hago acá. Jamás imaginé estar un sábado a la tarde en misa. De hace unos meses yo estaba en cualquier otra cosa, sin embargo, hoy tengo deseos, ganas de estar acá, no lo puedo creer, no entiendo que hago acá». «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió» es la respuesta exacta. Alegrate porque no irías tras de Jesús si no fuera porque de alguna manera no te sentiste atraído.
Tan bueno es Dios Padre que no solo nos dio el don de Jesús, su Hijo, sino que, además, nos da la atracción para acercarnos a él. ¿Y nosotros?, te preguntarás. Nosotros damos el paso inicial empujados por su amor y, al mismo tiempo, el paso de cada día, el necesario para no dejar de perder esa atracción inicial que él mismo nos regaló. «¿Qué hago acá Padre?», me decía esa persona. Te dejaste atraer y viniste, hubiese sido una buena respuesta. Es un misterio, por eso es lindo, una libertad atraída por Dios. Algo así como lo que decía el profeta Jeremías: «¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido!». Somos protagonistas, pero no somos los actores principales, aunque a veces nos la creamos, nos olvidemos.
Si nos hemos acercado a Jesús, es porque nuestro Padre nos atrajo de alguna manera con alguien, con alguna persona, con alguien que me ayudó, con alguna situación que nos animó, nos sedujo y porque, al mismo tiempo, nos hemos dejado seducir.
Nadie es seducido si no se deja seducir y nadie se deja seducir si no hay alguien que lo seduce. Es lindo imaginar hoy esta doble cara de la fe y de nuestra relación con Jesús. Él nos busca y nos busca, no se cansa de buscarnos. Es Pan que alimenta y agua que calma la sed y nosotros somos hombres débiles y necesitados, con hambre y sed, que no tenemos que hacer otra cosa que dejarnos atraer por aquel que nos quiere saciar con su amor.
¡Qué alegría que estés escuchando este audio con la Palabra de Dios! No dejes de escuchar, no dejes de ayudar a otros, no dejes de despertar la sed de amor que hay en tantas personas que necesitan de Jesús, porque solo él puede saciar tanto hambre que tenemos en el corazón, tantos deseos de eternidad y de felicidad. Jesús, danos siempre de este pan, queremos vivir eternamente, sabemos que solo vos sos la Vida del mundo y la Vida de nuestras almas.