• www.algodelevangelio.org
  • hola@algodelevangelio.org

IV Lunes durante el año

Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!» Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!» Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.» El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti.» El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, buen lunes. Espero que empecemos una linda semana, una buena semana de reflexión y escucha de la Palabra de Dios, que nos hace tanto bien a todos, a vos y a mí. Y tanto bien queda todavía por hacer.

Quería dedicarle estos comienzos de cada audio de cada día, como te habrás dado cuenta, antes de pasar al Evangelio del día, a reflexionar sobre un tema que me viene dando vueltas en la cabeza y en el corazón, de hace ya varios días, y es un tema que seguramente te habrás dado cuenta, o si no, te lo recuerdo, y es que aparece en los Hechos de los Apóstoles una expresión donde se llamaba a los primeros cristianos «seguidores del Camino». Solo después de un tiempo se llamó a los cristianos en Antioquia, dice la Palabra de Dios, «cristianos». Pero por eso quería quedarme con esta imagen: seguidores del Camino. ¿Te pusiste a pensar alguna vez que somos seguidores del Camino? Sabemos que el mismo Jesús lo expresó de esa manera, diciendo que él es el Camino: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Pero creo que pocas veces reflexionamos sobre lo que significa el camino o caminar, que la vida cristiana es un camino. Y creo que es una imagen que nos puede hacer mucho bien a todos, pensar que estamos caminando, pensar que vamos en camino, pensar que Jesús es el Camino, o sea que estamos en él y caminando junto a él, hacia una meta definida, hacia un lugar, hacia un espacio de amor que él nos tiene preparado a todos, nos hace mucho bien. Por eso, prepárate para que en estos días podamos pensar juntos en todo lo que significa estar caminando, porque en definitiva si somos seguidores del camino, no hay muchas alternativas: o camínanos o nos quedamos en el camino, o caminamos junto a Jesús o finalmente nos quedamos al borde del camino esperando no sé qué. Te propongo que caminemos juntos, nos va a hacer mucho bien a todos.

Y tenemos poco tiempo, como siempre, para comentar toda la escena de Algo del Evangelio de hoy. Por eso, quería quedarme con un par de ideas que tienen que ver con esto del rechazo, con esa actitud que puede surgir cuando algo no es lo que deseamos, esa actitud que sufrió tantas veces el mismo Jesús y que a veces olvidamos. La felicidad, la vida de la gracia tiene adversarios que tenemos que aprender a conocer para rechazarlos. El maligno nunca quiere que seamos felices, no quiere que sigamos y conozcamos a Jesús, que caminemos con él, y al mismo tiempo el mundo también nos inventa «felicidades» ilusorias, poniéndonos obstáculos a la verdadera felicidad.

Por eso, hoy Algo del Evangelio claramente muestra que el demonio es un mentiroso, es el padre de la mentira. Quiere hacerle creer a Jesús que es uno, pero en realidad son muchos. Habla en singular, pero cuando Jesús le pregunta el nombre, dice que es una Legión. El mal espíritu siempre nos engaña, de un modo u otro quiere engañarnos, está buscando engañarnos en el interior de nuestro corazón para que erremos el camino, el camino de la felicidad, para que sigamos donde estamos, si estamos mal, tirados al costado del camino, y para que nos salgamos de donde estamos, si estamos bien. Quiere que sigamos habitando en «nuestros sepulcros», en esos lugares que tenemos de muerte, hace también que nos lastimemos a nosotros mismos. El engaño del demonio puede llevarnos incluso a eso. Nos aleja de los demás haciéndonos creer que «hacer la nuestra» es el mejor camino, y finalmente logramos que ya nadie se nos quiera acercar, como vimos en la escena de hoy. El demonio busca que andemos tristes, desanimados y que rechacemos el bien.

Y el segundo tema es fuerte, pero también es muy real, y es que no siempre el bien realizado es bien recibido. Prestemos atención. Jesús hace un bien, pero lo echan del pueblo. ¡Qué extraño!, ¿no? Todos ven el bien que hizo y, sin embargo, ¿qué termina siendo más importante para la gente de ese lugar, para el mundo en definitiva? Lo de siempre, el dios dinero. La gente no soportó perder dos mil cerdos.

Importa más el valor de los cerdos, la comida de cada día, que ese hombre haya quedado liberado de los espíritus impuros. El mundo y ciertas personas son muy buenos hasta que les tocan el bolsillo, como decimos. ¿No te pasó alguna vez? Serviste en un lugar, en un trabajo, tuviste una amistad, hasta que lo que dominó finalmente en la decisión de estar en ese trabajo, de conservar esa amistad, fue el gasto que ocasionabas. Esto pasa cada día, es la ley perversa de este mundo. Pasa también en nuestros ambientes. Lamentablemente el dinero, a veces, es el primer patrón.

Tengamos cuidado con los engaños del maligno que intenta que seamos felices pero a su manera, que intenta que tomemos atajos que no nos llevan a ningún lado, nos quiere desviar del camino, quiere que vivamos desanimados.

Tengamos cuidado con este mundo que es bastante mentiroso, que se compadece, que nos quiere, de algún modo, hasta que le generamos un gasto, porque a partir de ahí somos un número más, un número que resta o que suma, pero un número, y no una persona. Gracias a Dios Padre, para Jesús somos personas, con dignidad, y por eso le pide al hombre que vuelva a su casa, que vuelva con su familia para restablecer los vínculos que se habían roto.