• www.algodelevangelio.org
  • hola@algodelevangelio.org

XXI Sábado durante el año

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.

En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado.» «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor.»

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado.» «Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor.»

Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!» Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes.»

Palabra del Señor

Comentario

Un sábado más que nos regala el Señor para disfrutar de su Palabra, de nuestra familia y un poco de descanso, si nos toca, y para que nos tomemos un tiempo más para estar con él. No nos olvidemos que él nos creó, que él nos crea y nos da todo y nos dará todo lo que necesitamos para poder seguirlo y amarlo. Hagamos este esfuerzo en este día que nos hace muy bien a todos. «¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros creemos que eres el Santo De Dios», le dijo Pedro a Jesús en el Evangelio del domingo, le dijo Pedro a Jesús ese día, después de que el mismo Maestro les había dicho: «¿Ustedes también quieren irse?». Jesús los puso a prueba como a veces nos pone a prueba a nosotros, a vos y a mí, y nos dice: ¿Vos qué querés hacer? ¿Qué querés hacer después de estar conmigo? Después de escucharme, ¿qué te parecen mis palabras? ¿Preferís irte a otro lado o preferís buscar tus propios ídolos? ¿Preferís armar tu fe a tu medida, a la carta? ¿Preferís crearte un Dios a tu medida, olvidándote que soy yo el que te da la forma a tu corazón, el que te marca el camino? ¿Preferís buscar otras religiones? ¿Preferís buscar otras espiritualidades que están vacías, que solo prometen bienestar, pero no nos sacan de nosotros mismos? ¿Qué preferís?, ¿vos también querés irte?

Este sábado volvamos a escuchar que Jesús nos pone a prueba. ¿Vos también querés irte? ¿Qué querés hacer? ¡Decidite, decidite una vez por todas a seguirme!, pero a seguirme en serio. No puedes estar a medias, o estás conmigo o estás contra mí.

En Algo del Evangelio de hoy, el Reino dice que «es como un hombre que al salir de viaje llamó a sus servidores y les confió sus bienes». Nosotros somos los servidores, Dios Padre es el dueño de los bienes, eso está muy claro. Los bienes que nos dejó no son nuestros y están simbolizados en los «talentos», que era una unidad de moneda de la época. No te imagines los talentos como algo puramente material o simplemente como nuestras capacidades humanas, nuestras destrezas, nuestras habilidades; la Palabra de Dios va mucho más allá de eso. Podemos pensar que los talentos son esos bienes de Dios que nos comparte, porque él vino a darse a nosotros y a hacernos partícipes de su propia vida. Esos «talentos» son el corazón de Dios que se abrió de par en par para darnos todo su amor. Esos «talentos» podrían ser la caridad, el perdón, la misericordia, la capacidad de vincularnos con él, de rezar, por ejemplo. Y de ahí podemos ver algunos detalles de este texto.

Primer detalle: Los bienes espirituales que Dios nos dio son para que vivamos en relación con él y podamos «ayudarlo» a hacer presente el Reino entre los demás, pero son de él, y serán para devolvérselos un día a él. Nada en nuestro. Dice san Pablo: «¿Qué tienes que no hayas recibido?». Por eso no vivamos como si los «talentos» fueran nuestros. Reconozcamos los dones recibidos para poder vivir agradecidos y descubriendo que todo lo bueno que hacemos es gracias a lo que Dios nos dio.

Segundo detalle: «Le dio a cada uno según su capacidad». Nadie es más que el otro. Nadie tiene más que el otro. Dios se encargó de darle a cada uno lo necesario para poder vivir en relación con él; le dio a cada uno según su capacidad y no a la medida humana. No nos comparemos, no tiene sentido ver las cosas como en realidad Dios no las mira. No es más el que recibió cinco, que el que recibió uno. Recibió cada uno según su capacidad. No es menos el que recibe uno, ya lo dije. No midamos con medida humana. El problema no está ahí. Lo importante está en qué hace cada uno con el don. Todos tenemos todo lo que podemos tener y está en nosotros mirar para afuera o mirar para adentro en nuestro corazón.

Tercer detalle: Hay servidores buenos y fieles y un servidor malo y perezoso.

¿Cuál somos? ¿De los que se creen que es posible perdonar, ser misericordioso y amar como el Padre nos enseña, dando todo lo que tenemos y que a veces está muy escondido, o el perezoso que entierra todo por creer que Dios exige más de lo que da y finalmente no cree que para Dios o con Dios todo es posible? Cuando llegue el final de nuestras vidas, Jesús nos esperará para abrazarnos con amor, pero para poder abrazarlo nosotros tendremos que entregarle los frutos de amor que llevamos en las manos, en el corazón, los frutos de misericordia y de perdón que él nos confió.

No es para tenerle miedo, es para confiar y empezar a probar que es posible duplicar los talentos que todos recibimos.