En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:
«¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!»
Palabra del Señor
Comentario
Comúnmente la gracia de Dios, su amor actúa por los medios ordinarios que la Iglesia tiene, que Jesús ha dejado a la Iglesia, los sacramentos, por supuesto la oración, sin embargo, también hay que afirmar y no olvidarnos de que finalmente el Espíritu sopla dónde quiere y cuando quiere, no sabemos ni de dónde viene ni a dónde va, así dice la misma Palabra. Por lo tanto, Dios puede hacer lo que quiere en el momento que quiere, puede utilizar los medios que quiera, por más de alguien esté absolutamente alejado de la Iglesia, en este caso, la historia que te estoy contando, él sí está bautizado, como tantos bautizados, pero después nada más, no recibió nunca los sacramentos, los otros sacramentos. Se había paseado incluso por muchas religiones.
Un hombre de corazón abierto, en el fondo tratando incluso a veces de entender, paseado en el sentido de que visitó muchas mezquitas, sinagogas, templos católicos. Siempre abierto a conocer. Sin embargo, siempre cerrado a creer. Pero bueno, así fue su vida, en realidad fue lo que le inculcaron. Él no tuvo formación católica o cristiana, también podríamos decir. Sin embargo, por supuesto había escuchado hablar de Jesús muchas veces, sabía quién era, por lo menos históricamente.
Bueno, Dios puede hacer lo que quiere en el momento que quiere. Esa tiene que ser nuestra esperanza, saber que Dios puede convertir los corazones de aquellos que nosotros queremos, que estamos sintiendo ahora, que están lejos, que parece que nunca van a cambiar. Acordate del buen ladrón al lado de Jesús en la cruz, fue capaz de convertirse y entrar en el gozo del Reino, invitado por Jesús. Bueno, esta historia que te estoy contando es una historia de esperanza. Porque en medio de la crisis que estaba viviendo, en medio de ese gran dolor recurrió a Jesús, este hombre recurrió a Jesús. Vamos a seguir en estos días.
Algo del Evangelio de hoy es una linda invitación a la felicidad, a la alegría que viene de lo alto. Jesús se estremece de gozo movido por el Espíritu Santo. Jesús se alegra porque Dios Padre elije a los sencillos y humildes para darse a conocer. Así como Dios eligió el camino de la humildad para estar en el mundo y sigue estando presente humildemente entre nosotros, de la misma manera hoy no se nos va a «revelar», a mostrarse, a manifestarse al corazón, si nosotros no recorremos ese camino, el camino de la humildad.
Si no podemos experimentar el gozo del Espíritu Santo, no es culpa de Dios, es culpa nuestra que no terminamos de hacer el camino de la entrega, de la confianza total, del no querer manejarlo todo, incluso nuestras experiencias de Dios. Porque muchas veces somos así, pretendemos tanto que incluso casi que tenemos que decirle a Dios lo que tiene que hacer y cómo lo que tiene que hacer, nos pasa también en las comunidades, en la Iglesia, hay que hacer esto, hay que hacer lo otro, planificamos, pensamos cómo hacer, cómo generar un ambiente más propicio. Es verdad, hay que buscar la belleza, la dignidad de las cosas que hacemos, pero guarda cuando queremos ponernos en lugar de Dios. Este no es el camino hacia la navidad, hacia la esperanza, sino todo lo contrario.
El Hijo se nos revelará si dejamos que la humildad y la sencillez de Dios invada nuestra vida, si dejamos de hacer de la fe en Jesús solo una doctrina o una idea o solo un sentimiento, si dejamos de pretender una fe a nuestra medida y dejamos a Dios, ser lo que es, ser Dios. Nosotros hoy podríamos ser felices por haber escuchado la Palabra. Miles y miles que andan por ahí en este mundo, no tienen este don de poder escuchar algo mejor, algo distinto, algo que dé fuerza para seguir. Intentá hoy compartir esta felicidad, esta alegría.
La Palabra de Dios no puede ser algo que se encierre en lo privado, para tu corazón, para el mío, tiene que ser algo que se expanda por todos lados, como se usa hoy esa palabra, que no es tan propicia, me parece, que se «viralice» por más corazones, que llegue a más corazones. La palabra de Dios no puede ser un virus, pero se entiende lo que quiero decir.
Es tiempo de esperanza, de alegría, de una alegría que venga de lo alto, que el Espíritu Santo nos estremezca de gozo al revelarnos lo que Jesús quiere para cada uno, para vos y para mí, muchos querrían escuchar lo que ahora estamos escuchando, muchos querrían tener un mensaje de esperanza cada día, nosotros lo tenemos, Jesús es nuestra esperanza.
No anunciamos cosas que van a pasar, anunciamos a una persona . Por eso, ¿no es motivo para estar alegres? ¿No es motivo para compartirlo? El mensaje del cristiano no es un mensaje de que este mundo va a estar mejor. «Yo tengo fe de que todo cambiará», dice una canción. No, no, porque incluso puede estar peor las cosas, pueden estar peores.
Pueden haber más guerras, puede haber más hambre, más injusticias, puede haber terremotos, no sabemos, lo que sí sabemos es que Jesús es nuestra esperanza y que esposo él puede salvarnos si aprendemos a permanecer fieles. Bueno, este hombre, el de la historia sin saber lo que hacía le pidió a Jesús que lo saque de esa situación que estaba viviendo y ya vas a ver lo que pasó.