Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David.»
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
«¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor.»
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído.»
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús les exigió: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa.»
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Palabra del Señor
Comentario
Historias como la de Facundo, que te estoy contando estos días, de un ateo que, en su desesperación, llega a pedirle al mismísimo Jesús que lo sane, debe haber miles, debe haber tantas que ni siquiera nos imaginamos. Pero no solo ateos, por supuesto, si no tantos bautizados, alejados de la iglesia. Tantos que han recibido la fe, pero se han ido como el hijo pródigo, aquel que quiso llevarse todos los bienes de su padre y los malgastó. Y entre esos podemos estar vos y yo, que tantas veces hemos renegado de los dones de Dios, y no nos damos cuenta y vivimos esta vida adormecidos, llenos de materialismo, de tantas cosas que no nos dejan pensar.
Por eso quería contarte la historia de Facundo quien, en realidad, las últimas veces que me escribió, me dijo que todavía no se considera creyente, se sigue llamando “ateo”. Pero, yo creo que, si vos y yo rezamos por él, seguimos ofreciendo algo por tantos que no creen, Facundo tarde o temprano va a caer rendido a los pies de Jesús; y no lo llamará ya “loco”, sino que le dirá “Señor”, Señor, aquí estoy. Creo. Creo que sos el salvador de mi vida y también le agradecerá de otra manera. No le dirá “¿fuiste vos el que me ayudó?”, sino que estará convencido de que Jesús lo sacó y lo salvó.
Pero la historia es que volvió con su familia, volvió con su mujer, volvió de una manera distinta. La ama de una manera distinta, ama a sus hijos y los ve de una manera distinta. Ya es otro, ya no tiene esos ataques de ira, de violencia que le carcomían el corazón y lo hacían vivir triste. Se siente un hombre nuevo. Dice que ve la vida con otros anteojos. Me terminó diciendo la frase que todos dicen: “creer o reventar”. Yo le dije: “Facundo, es mejor creer. En realidad, es más razonable creer que reventar”. Porque quién te va a quitar de tu corazón que lo que viviste es real. Qué otra explicación vas a encontrar que esto no venga sino desde lo alto, desde el cielo, desde una fuerza sobrenatural, que te transformó.
Pero bueno, recemos por él y rezá por tantos que están alejados, pero que Jesús los está llamando de una manera u otra. De maneras misteriosas.
Tengamos esperanza. Estamos en tiempo de esperanza y la esperanza es saber que las promesas de Dios se cumplen y que Él está con nosotros hasta el fin de los tiempos.
La pregunta de hoy en Algo del Evangelio de Jesús a los ciegos nos viene como anillo al dedo, como anillo a la fe: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»» ¿Creen? ¿Tienen la certeza de que yo puedo darles lo que necesitan? ¿Confían en que mi presencia puede colmar las ansias de felicidad de sus vidas? Ni siquiera Jesús les preguntó si querían ser curados, sino que les preguntó si creían.
En definitiva, les estaba preguntando ¿Creen que yo soy la esperanza, que yo soy la respuesta a todo?
Empecemos a imaginarnos los miles de preguntas que Jesús puede hacernos hoy a todos: ¿Crees que yo soy el que te puede ayudar a empezar a ver todo lo que no estás viendo? ¿Crees que yo soy el que te puede ayudar a empezar a caminar de nuevo, a levantarte? ¿Estás seguro que necesitás ser curado de tu incapacidad de ver tantas cosas que te llevás por delante en la vida? ¿Crees que te puedo ayudar a ver la falta de amor que estás teniendo en tu casa, con tus hijos, con tu mujer, con tu marido? ¿Crees que te puedo ayudar a ver todo lo que podés dar y te guardás por egoísmo?
Hoy el mayor milagro de Jesús no es el de curar ciegos de los ojos, sino el de hacer que los que vemos todo con nuestros ojos, nos demos cuenta que muchas veces no vemos nada, que no sabemos ver más allá. El milagro que quiere hacer Jesús hoy es que empecemos a ver con el corazón, que empecemos a ver con amor, que empecemos a gritar «Ten piedad de nosotros» para que descubramos que andamos como ciegos ante miles de situaciones que no percibimos. Que hoy Jesús nos abra los ojos, que hoy creamos que también estamos ciegos y que reconozcamos nuestra ceguera, para que, en definitiva, podamos ver más, que Jesús es nuestra fe, nuestra esperanza, que es nuestro amor, y que, con Él, ya tenemos todo lo que buscamos, que no tenemos que anhelar ninguna otra cosa más. Que con Jesús es posible llenar el corazón y que esos vacíos que tenemos, esos vacíos que tiene tanta gente que anda de acá para allá en el mundo finamente solo se llenan con el amor de Jesús.
Levantá la cabeza ahora, mira a tu alrededor, mira tu familia, mira la gente que está caminando por la calle, mira los que andan en auto en la autopista, mira los que andan por la vereda, en los medios de transporte. Mira cómo viven tantos, como vos y yo a veces, de acá para allá, pero sin levantar los ojos al cielo y darnos cuenta de cuál es nuestra verdadera vocación.
Señor, concédenos ver las cosas de otra manera, concédenos la fe y la esperanza y la caridad que solo vienen de conocerte a vos.