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Feria de Adviento

María dijo entonces:

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.»

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor

Comentario

Qué difícil es en este tiempo de Adviento, en este tiempo de la Navidad que ya se acerca, abstraerse de tanto ruido, de tantas luces, de tanta superficialidad que nos rodea y que también nos envuelve y nos atrapa el corazón. Porque es una gran tentación sumarnos o subirnos al tren del mundo que nos propone siempre querer calmar nuestras ansiedades y vacíos con cosas exteriores, con ruido, con cosas materiales, con regalos, con fiesta, con excesos y tantas cosas más que por supuesto, en su justa medida son buenas e incluso nos pueden ayudar, pero que es tan difícil el equilibrio.

Seguramente te estará pasando a vos. Llegás a este fin de año para los del hemisferio sur, no tanto para los del hemisferio norte, pero para los que estamos en el sur, llegamos cansados, con tantas cosas, con tantas actividades, con tantas despedidas, con tantas comidas, que finalmente casi llegamos sin aliento a la celebración de la Navidad. ¡Qué difícil!

Creo que lo primero que podemos reflexionar hoy es que debemos aceptar que este mundo a veces alocado nos lleva por delante, que no sabemos cómo salir de esta vorágine en la cual vivimos, especialmente los que estamos en las ciudades. Seguramente los que viven en zonas rurales, en zonas donde no hay tanta ciudad, donde no hay tanto ruido, lo puedes vivir de otra manera, pero sea lo que sea, todos podemos tomar la decisión y tomar una decisión profunda, de poder apartarnos brevemente, poder, de algún modo, disponernos de otra manera al silencio, a ese silencio que colmó el corazón de María, de José, de los grandes santos.

Ese silencio ensordecedor que envolvió el pesebre el día en que nació nuestro Salvador. Bueno, de algún modo tenemos que hacerlo. Todos podemos tomar la decisión de apartarnos brevemente. Incluso podemos tomar la decisión en familia. Si en nuestras familias existe mucho ruido, muchas cosas encendidas, muchos aparatos encendidos que nos aturden el corazón, probemos estos días previos a la Navidad, hacer el esfuerzo de parar un poco, porque no vamos a poder cantar la grandeza del Señor, como le salió a María de su corazón ese día, no vamos a poder estremecernos de gozo en Dios, nuestro Salvador, si estamos aturdidos por las cosas del mundo, si nos atrae la grandeza exterior y nos olvidamos que Dios mira con bondad la pequeñez de sus servidores, como miró el corazón de la Virgen.

Él no quiere que en esta Navidad le ofrezcamos grandes cosas sino que le ofrezcamos la pequeñez de nuestro corazón. Solo María pudo ser llamada feliz por todas las generaciones. Solo en María hubo grandes cosas en ella que hizo el Todopoderoso porque ella fue pequeña, ella fue humilde. Ella fue sencilla de corazón. Solo fue grande el nombre de Dios en ella, porque ella supo desaparecer.

Ella recibió una gran misericordia y se extendió de generación en generación, porque la misericordia llegó a nuestras vidas por medio de María, porque la misericordia es Jesús y desciende sobre aquellos que lo temen, sobre aquellos que de algún modo, descubren la presencia de Dios en este mundo que trata de taparlo, que trata de olvidarlo entre tanta búsqueda desesperada de una felicidad que en el fondo nunca llega a serlo. Dios desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes, cantó la Virgen, porque Dios no se manifiesta en la soberbia. Dios no puede aparecer en corazones que creen que no necesitan nada, sino todo lo contrario. Él colma de bienes a los que están hambrientos de amor, a los que se reconocen necesitados. Y por eso despide a los ricos con las manos vacías, a los soberbios los despide con las manos vacías. Si nuestro corazón está lleno de nosotros, lleno de nuestro ego, lleno de nuestra ira, de nuestro rencor, de nuestro egoísmo, ¿cómo es posible que nazca Jesús en nuestro corazón?

Despojémonos de todo aquello que no nos deja que el Señor abrace nuestro corazón. Socorrió a Israel, también cantó la Virgen, su servidora, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres. Dios cumple sus promesas, nos socorre, socorrió Israel, su servidor, su pueblo, y te socorre a vos y a mí porque nos prometió que nos iba a salvar. De hecho, Dios ya nos salvó por medio de su Hijo, solamente está esperando que vos y yo lo recibamos.

Que como María permanezcamos sirviendo a los demás, entregándonos a los demás, porque solo en la entrega, en el amor y en el servicio descubriremos que Jesús está entre nosotros y que quiere día a día ayudarnos a que vivamos como Él vivió, dándonos con todo el corazón.