Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino.»
Los discípulos le dijeron: «¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?»
Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tienen?»
Ellos respondieron: «Siete y unos pocos pescados.»
Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos.
Y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.
Palabra del Señor
Comentario
En un momento de desesperación, de una crisis profunda, este joven –vamos a ponerle un nombre, así es más fácil– Facundo no tuvo más remedio que recurrir a Jesús. En realidad, él cuenta que no sabe ni porqué lo hizo, pero estaba tan mal, estaba a punto de perderlo todo, de perder su familia, sus hijos, de perder todo lo que más amaba y casi sin buscarlo terminó en un patio de una Iglesia donde hay una cruz con Jesús crucificado. ¿Sabés lo que hizo? No se arrodillo, pero la miró, lo miró y le dijo literalmente, le dijo esto: «Loco, por favor, sácame de esta». Le salió lo que le salió, en lenguaje argentino incluso. «Loco sácame por favor de esta».
Le pidió a Jesús que lo saque sin tener fe, o sea, por lo menos es lo que él entiende. Se declara ateo. Le pidió a Jesús que lo saque. Bueno, eso quedó ahí, en realidad eso lo dijo un día y al otro día tuvo un momento de soledad en un lugar donde él vivía, porque ya estaba incluso separado de su mujer, le había pedido que se vaya de su casa y empezó a tener como una crisis, una crisis incluso que le empezó a tocar hasta el propio cuerpo, de sentir que perdía el conocimiento, de empezar como a exteriorizar un dolor muy grande con llantos, se adormecía, se volvía a despertar, hasta incluso tuvo sensaciones de tener una presencia cerca de él, dentro de él también pero no entender lo que le pasaba y pasó algo muy difícil a veces de contar, porque es muy difícil de creer pero nosotros, los sacerdotes sabemos que pasa, le empezó a salir como una espuma de la boca y a vomitar, no con esos gustos feos que tenemos cuando devolvemos la comida sino devolvía y tenía una espuma, bueno, así estuvo cuatro horas, cuatro horas de una sensación de estar como atrapado, como tener algo dentro suyo.
En realidad, me dijo que siempre lo había sentido en su vida, siempre lo había sentido, como si tuviera algo feo dentro suyo, una maldad que él no la quería por supuesto, que sufría, que la arrastraba. Bueno, eso le pasó al otro día de haber mirado la cruz y decirle: «Loco, por favor, sácame de esta». Mañana seguimos con la historia de Facundo.
En Algo del Evangelio de hoy, todos encuentran esperanza en Jesús: «La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel». Y, además, también Él al final les da de comer. Increíble. Jesús cura el cuerpo, pero fundamentalmente cura el alma, sana el alma, salva. Jesús salva, porque él es nuestra esperanza, él es el Salvador. Pero hay un detalle importante que quiero dejarte para hoy, dice el Evangelio que «los pusieron a sus pies y él los curó».
Eso quiere decir que hubo personas que llevaron a los que sufrían a los pies de Jesús. Es lindo pensar que siempre hay alguien que nos lleva a Jesús, siempre nos lleva a la esperanza, a conocerlo. Es por medio de alguien que recobramos la esperanza. Estarás pensando en Facundo, por ahí Facundo es la oración de alguien, de algún pariente, de algún amigo, un conocido, alguien que está rezando por él, alguien que lo invitó alguna vez, lo habían invitado varias veces a participar. Alguna vez había participado de algún momento religioso, pero él se iba porque no entendía qué pasaba. Él es nuestra esperanza finalmente.
Él es la esperanza de Facundo, él es tu esperanza y la mía, no solo porque nos promete, no solo porque nos puede curar y dar de comer, sino porque estar con él da esperanza. A vos y a mí, alguien nos llevó a los pies de Jesús alguna vez, para que estemos con Él. Alguien nos puede llevar hoy también. Vos podés llevar a alguien a los pies de Jesús, por lo menos rezando. No importa cuando nos llevaron a Jesús, si fue de niños o de grandes, lo importante es que ahora estamos con Él.
¡Hoy depende de nosotros volver a sus pies, a arrojarnos nosotros mismos o bien llevar a otros, o pedirle como pidió Facundo, como le salió! Un cristiano en serio, un cristiano con esperanza lleva a otros sin esperanza a los pies de Jesús para que descubra el verdadero sentido de la vida, para que recobre su sentido. Pero hay algo más lindo todavía… cuando somos nosotros los que llevamos a alguien a los pies de Jesús, finalmente nos quedamos a los pies de Él junto con el otro, con el que llevamos.
Todos a sus pies. ¿Puede haber algo más lindo que eso? Intentemos hoy llevar a alguien a los pies de Jesús, en una adoración, en le corazón, como podamos, así también podamos abrazarnos todos a la esperanza.