Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola:
«Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.»
Palabra del Señor
Comentario
Qué mejor manera de terminar esta semana que contemplando el Corazón de Jesús. En el segundo viernes después de la fiesta de Pentecostés, la Iglesia nos regala esta gran solemnidad que busca que contemplemos el inmenso amor, el infinito amor del Corazón de Jesús, por cada uno de nosotros. Inclinemos hoy nuestro corazón hacia el corazón de Jesús. Inclinemos nuestra cabeza como lo hizo Juan en la última cena y apoyémosla en el pecho de Jesús para escuchar los latidos de su corazón, que late de amor por cada uno de nosotros. Pongamos nuestra oreja en su corazón, pongamos nuestro corazón en sus palabras, para que sus palabras, de alguna manera, nos animen a descubrir y nos ayuden a maravillarnos de tanto amor, que muchas veces no terminamos de contemplar, no terminamos de abarcar. Y no terminaremos hasta que no lo contemplemos cara a cara. Este es regalo de Dios Padre para nosotros, esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, en la que Él, nos deja de regalo esta parábola de la oveja perdida. En la que, con una comparación, que parece aparentemente un poco absurda (porque… ¿cómo comparar la alegría de alguien que recupera una oveja con la alegría de Dios por recuperar un hijo?) quiere ayudarnos a descubrir de alguna manera, lo que siente el cielo por alguien que es encontrado, por alguien que se deja “agarrar” una vez más por Dios, lo que siente su corazón.
Me encanta usar esta parábola para animar a los que vuelven a la confesión, a la Iglesia, a pedir perdón después de mucho tiempo. Muchas veces hay personas que vuelven avergonzadas y con miedo a mirar a los ojos a Jesús, con miedo a levantar la cabeza por no terminar de descubrir tanto amor, y simplemente le repito las palabras de hoy: “Hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” Les digo hoy, hay alegría en el cielo, hay más alegría ahora porque vos estés acá, porque vos hayas vuelto, que por todos los que están ahora ahí rezando y no tienen necesidad de perdón. El sacerdote experimenta la misma alegría o por lo menos comparable, de algún modo. Hay mucha más alegría en el alma de un sacerdote cuando alguien vuelve realmente de corazón a Dios, que por los que muchas veces, sin darse cuenta, se creen que no necesitan nada de qué arrepentirse y de por qué cambiar.
Parece un poco absurda la comparación de Jesús, decía, porque… ¿Cómo comparar el amor de Dios por los hombres (que serían las ovejas) con el amor de un hombre por su oveja? Para nosotros hoy en día, por lo menos para la mayoría que no vive en el campo, que vivimos en la ciudad, por ahí no nos dice nada el hecho de lo que significa perder una oveja. Además, no vivimos de las ovejas, no le tenemos mucho afecto a las ovejas. Pero no importa, no es el punto. Por eso te propongo que pienses en un animal que querés mucho, tu perro, lo más común en tanta gente, incluso a veces un amor desmedido o desordenado, tu gato, un caballo, no sé, pensá en un animal que quieras. ¿Qué hacés si se pierde tu perro o tu gato? ¿Qué hiciste cuando se te perdió alguna vez? ¿Cuánta gente, mueve cielo y tierra cuando pierde una mascota, un animal, cuanta gente quiere más un animal que a las personas?
Si el hombre es capaz de hacer eso por un animal e incluso podríamos pensar en el hecho de que alguien pierda un hijo o una hija, ¿Qué no hace una madre y un padre por recuperar a unos de sus hijos sanos y salvos cuando por algún motivo se perdieron o desaparecieron? ¡Cuánto más Dios, cuánto más el corazón de Jesús tiene derecho a sentir y a actuar por el hombre, su creatura más amada, de una manera mucho más grande de la que podemos imaginar!! Dios Padre tiene derecho a mucho más, tiene el derecho y la alegría de hacer fiesta cuando algún hijo o hija vuelve a su hogar.
Lamentablemente a veces hay personas que se enojan con la inmensa bondad del Corazón de Jesús. A veces podemos enojarnos con la misericordia de Dios que es infinita y quiere que todos los hombres se salven. A veces hay personas, incluso cristianos que van a la Iglesia, que les gustaría un Dios que se rija por la “meritocracia”, decretada incluso por los hombres. Les gustaría ser ellos quienes decidan sobre quien merece y quien no merece el perdón y la cercanía de Dios. Bueno, gracias a Dios, valga la redundancia, Dios no es así. Hoy, en Algo del Evangelio, el Corazón de Jesús nos quiere dejar con la “boca abierta” de admiración por tanto amor. “Imaginate, nos diría Jesús, que, si el hombre se alegra por eso, por un animal, imaginate lo que me alegro Yo cuando alguien vuelve a Mí reconociéndose necesitado y arrepentido, cuando alguien se deja rescatar y cargar sobre mis hombros para traerlo una vez más a mi Corazón que late de amor por todos y cada uno”.
Recemos para que hoy seamos muchas las ovejas cargadas en los hombros de nuestro Buen Jesús, recemos para que hoy sean muchos los que descubran el Amor inmenso de un Dios que nos busca siempre, aunque los demás nos abandonen. Recemos para que nosotros hoy volvamos a experimentar que, en el fondo, todos fuimos buscados como ovejas perdidas alguna vez, todos somos ese hijo perdido, rescatado, cargado y amado infinitamente. Recemos para que hoy haya mucha alegría y fiesta en el cielo, por tantos que, escuchando esta palabra, se sientan encontrados.