Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Palabra del Señor
Comentario
Las cosas se entienden con el tiempo, que se necesita tiempo para que “decanten” las palabras en el corazón, pero una vez que tocan el fondo del corazón uno puede decir con satisfacción: “Esto ya es mío, esto es parte de mi vida, nadie me lo puede quitar”. Cuando la palabra de Dios no se escucha como oyente olvidadizo, sino como alguien que está dispuesto a hacer un camino y a cambiar, lentamente todo va tomando el “color” de la palabra de Dios, todo se interpreta desde la palabra de Dios, todo lo pasamos por el “tamiz” de la palabra de Dios y así la vida del oyente se va cristianizando, y empezamos a pensar cómo piensa Dios, empezamos a sentir como siente Dios, que es lo que realmente interesa, porque somos su imagen, estamos hecho a su imagen pero tenemos que ir asemejándonos a Él, porque la debilidad y el pecado ha ido desdibujando lo mejor de nosotros.
¡Qué lindo es poder celebrar hoy la memoria de Santa Marta! recordar a Marta como una santa de nuestra Iglesia, alguien que se dejó transformar por la palabras de Jesús y llegó a los altares, sin mucha propaganda, sin grandes cosas. ¿Qué sabemos de Marta? Poco y nada. En realidad a Marta, muchas veces la recordamos únicamente por el tan conocido: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, pero una sola es necesaria, María eligió la mejor parte que no le será quitada” Confieso que la semana pasada me encargué un poco de dejar a la pobre Marta algo “mal parada”. Pero, como te vengo diciendo, el evangelio nos va respondiendo de a poco ciertas cosas o nos va dando luz sobre ciertos temas también de a poco.
Se necesita tiempo. Hay que darle tiempo al tiempo. Y hoy el evangelio nos muestra a una Marta totalmente distinta. Marta se animó a cambiar. Podríamos decir sin miedo a equivocarnos que Marta escuchó a Jesús y aprendió la lección. En la escena hoy los roles se cambian, Marta sale al encuentro de Jesús y María se queda en la casa. Con su hermano apenas muerto, no deberíamos pensar que María se quedó trabajando, pero si es lindo notar que la que sale al encuentro de Jesús es Marta y le dice con un dejo de queja pero al mismo tiempo de total confianza: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.»
¡Qué lindo ver a Marta cambiada! ¡Qué lindo es escuchar a Marta preocupándose por lo importante! ¡Qué lindo y esperanzador es escuchar a Marta reconociendo a Jesús como su Señor y que confía en que su hermano algún día resucitará! ¡Qué lindo es escuchar a Marta confesando su fe en Jesús, creyendo en la resurrección, aunque todavía no se daba cuenta que Jesús le devolvería la vida a su hermano! ¡Qué lindo es volver a escuchar esto: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.» Qué bien hace al corazón ver que la palabra de Dios se cumple en una persona y que Marta pudo cambiar su corazón según lo que Jesús le había enseñado esa vez que estuvo en su casa. “Marta, Marta, nos enseñás tantas cosas con tu santidad.
Marta, Marta yo a veces me inquieto por tantas cosas y sé que una sola es necesaria, sin embargo todavía no logro tener esa fe tan pura como la que llegaste tener vos. Marta, Marta, ante el dolor, ante la muerte y la desesperación, me gustaría responder con la fe que le respondiste a Jesús ese día.
Marta, Marta, no me gusta el dolor, no me gusta imaginar que en algún momento un hermano mío tenga que partir, no estoy acostumbrado al sufrimiento, no me gusta y me enoja que mis seres queridos ya no estén más conmigo, pero si me gustaría poder llegar a tener tu fe, poder llegar a confiar en Jesús de esa manera, sabiendo que sus palabras son verdad, son realidad y se harán realidad. Marta, Marta, te inquietaste por muchas cosas, pero terminaste descubriendo cuál es la única necesaria, Jesús, tu Señor y mi Señor. Gracias Marta”.
Me salió decir estas palabras imaginando un diálogo con Marta, ya que ella está disfrutando de la gloria del cielo, y ella también es modelo para nuestra santidad. Nosotros también a veces hemos dudado. Nosotros también a veces andamos corriendo de acá para allá sin darnos cuenta que lo único necesario es estar con Jesús. Y a veces nos tiene que llegar un momento duro en la vida. A veces tenemos que pasarla mal, tocar fondo, sufrir algo fuerte para darnos cuenta que el único que está siempre en esos momentos es Jesús.
Que el único que puede darnos la verdadera esperanza es Jesús. Que el único que le da respuesta verdadera y cierta a la muerte y a la angustia de este mundo es Jesús, porque Él mismo la pasó. Él la pasó antes que nosotros para enseñarnos a pasarla nosotros también con Él, para no sentirnos solos. Que este ejemplo de Marta, de su santidad, de su cambio en la vida nos ayude a nosotros a confiar que nuestro único Señor, nuestro único Salvador, es Jesús.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.