«Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino, por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz».
Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.»
Palabra del Señor
Comentario
Una semana más de Pascua, este tiempo tan lindo, en el que siempre se nos invita a seguir descubriendo aquellos lugares donde podemos encontrar a nuestro Señor que está resucitado, que está vivo y que nunca debemos olvidar, no podemos vivir una religión, una fe con un Dios muerto. Por supuesto que nadie lo va a decir, pero a veces de nuestras caras, nuestras actitudes, nuestra pesadumbre y nuestra tristeza muestran un Dios que parece que no está vivo, que no nos ama. Por eso seguimos en este tiempo pascual, en esta nueva semana, escuchando la Palabra de Dios que nos quiere ayudar a despertarnos del sueño, del letargo que a veces vivimos.
Ayer escuchábamos en el Evangelio que Jesús hablaba de que él es el Pastor y que nosotros somos sus ovejas, que nosotros debemos de escuchar su voz, para conocerlo y que él nos conoce, porque nos escucha siempre. En realidad, ya estoy haciendo una interpretación, no lo dice literalmente así, pero, de algún modo, Jesús nos decía eso: «Ellas me conocen, escuchan mi voz y me siguen». La manera de conocer al buen Pastor es escuchándolo, es escuchando su voz cada día. Si no aprendemos a escuchar a los que amamos, ¿realmente –podríamos preguntarnos– los amamos? Bueno, con Jesús pasa lo mismo; para conocerlo, hay que escucharlo; para amarlo, hay que escucharlo; para seguirlo, hay que amarlo.
Jesús es el verdadero Pastor y nosotros somos sus ovejas. Imágenes que entonces nos quieren ayudar a comprender un poco más la actitud de un Padre que nos cuida como a sus ovejitas más amadas. Jesús se nos muestra como el verdadero Pastor, o sea, el guía, el conductor, el protector, el que conoce, ama y cuida a todas sus ovejas, y a cada una en particular, esas ovejas que el Padre le encomendó. Y eso quiere decir que siempre hubo, hay y habrá, aunque cueste decirlo, falsos pastores, «supuestos» guías y protectores, cuidadores; pero que, en el fondo, en realidad, nunca serían capaces de dar la vida por sus ovejas, como lo hizo Jesús y como lo hace. Solo hay un verdadero pastor de toda la humanidad, solo es Jesús el que nos da la vida al dar su Vida por nosotros. La vida se comunica, se transmite. La vida de Dios es la que nos da vida. Vos y yo estamos vivos, tenemos el corazón latiendo de amor gracias al amor del Padre que cada día nos da su misma Vida.
Sin embargo, en tu vida, y en la mía también, hay muchos que nos proponen y nos prometen «vida» y cómo vivir mejor; hay muchos que nos prometieron solucionarnos la vida, valga la redundancia, vendiéndonos falsas ilusiones; hay muchos que se creen capaces de mejorar la vida de los otros, que se creen los «mesías» de los demás. Pero Jesús en Algo del Evangelio de hoy es muy claro: «La puerta soy yo. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento». Él no solo es el Pastor, el que cuida, el que guía, el que escucha, el que ama, el que conoce, sino que, además, es la puerta por la cual se entra al verdadero corral, para estar con el verdadero rebaño. Solo a través de Cristo nos podemos salvar, solo por medio de él encontraremos la paz y la plenitud que anhelamos, solo a través de él podremos encontrar la verdadera comunión con Dios Padre; porque él es el Hijo que vino a mostrarnos cómo es realmente su Padre.
¿Qué es entonces ser salvados? Salvarse, desde ahora –en esta vida– es vivir una relación de comunión, de amor con un Dios que nos quiere alimentar con su propio amor. Salvarse, en definitiva, es amar, es salir del egoísmo, del «yoísmo» y es amar con el corazón entero. Y a amar se aprende, conociendo el verdadero amor de Dios, que se nos reveló en Jesús, que es la puerta y, al mismo tiempo, el Pastor, que nos conduce hacia el Padre.
Todos los hombres se salvarán por él, aunque no lleguen a conocerlo explícitamente, porque él es el que abrió la puerta del corazón de Dios para todos los hombres, para que todos los hombres se salven y nadie se pierda.
Hay que dejarse guiar por Jesús, hay que dejarse alimentar por él; porque él vino a darnos vida, y vida en abundancia, vida de la buena, vida que quita el hambre y la sed de tanto vacío en nuestro interior. Mientras tanto, nosotros como ovejas, vamos aprendiendo a escuchar su voz y a comer de los buenos pastos, a no meternos en «cualquier» corral –tengamos cuidado–, a no creerle a cualquier «pastor» que se dice pastor.
Pidamos para todos, esa gracia en este día y en este comienzo de semana pidamos la alegría de sonreír de corazón, pidamos paz para no rechazar a nadie, para jamás ofender a nadie, para hacer sentir a todos que son amados por él.