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Octava de Pascua

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.

De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: «Digan así: “Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos.” Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo».

Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

Palabra del Señor

Comentario

¡Feliz y santa Pascua!, para vos y toda tu familia, para tus más queridos. Feliz lunes, feliz semana de Pascua. Feliz y santa Pascua también para los que no creen en Jesús, incluso los que no creen en Dios y ni siquiera en sí mismos. Creo que los cristianos deberíamos desearles una feliz Pascua a todos, porque, en definitiva, aunque algunos no la sientan o ni siquiera crean, la Pascua de Jesús es un hecho que no se puede tapar, ni siquiera con una mentira, como escuchamos en Algo del Evangelio de hoy. Aunque el que reciba el saludo no entienda lo que decimos, es bueno decirlo. Es lindo desearle a todo el mundo una feliz Pascua, porque, además, tarde o temprano, todos deberemos pasar por la muerte, hacia la nueva vida, todos vivimos «pascuas» cada día y todos deberemos pasar la verdadera y definitiva Pascua. Decile hoy a todo el mundo: «¡Feliz Pascua! ¡Feliz Pascua de Resurrección!» No tengas vergüenza, sembremos semillas de Pascua por todos lados, sembremos semillas de resurrección en donde estemos, virtualmente por lo menos.

Empezamos a transitar uno de los tiempos más lindos de la Iglesia, me refiero a las lecturas que vamos a ir escuchando en los días que siguen. Todo tiempo tiene su encanto, pero el tiempo pascual es un tiempo especial, es tiempo de alegría, de gozo, de seguir maravillándonos. La Pascua se prolonga, la Pascua sigue, no podemos parar de vivir esta alegría. Durante cincuenta días disfrutaremos del tiempo pascual, cincuenta días dedicados a asimilar semejante misterio, el punto central de nuestra fe, de donde todo parte y en donde todo confluye. A su vez, esta semana es especial, hasta el domingo que viene viviremos lo que se llama en la Iglesia «la Octava de Pascua», un día estirado en ocho, por decirlo así, un día tan importante que es necesario festejarlo y revivirlo por muchos días. En los Evangelios escucharemos y disfrutaremos de las apariciones más importantes de Jesús Resucitado a los discípulos, una más linda que la otra. Todo para no olvidarse jamás. Te propongo que saborees cada Evangelio de estos días y que además los acompañes con la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles; si tenés tiempo, te va ayudar muchísimo, porque, al mismo tiempo, verás como la Iglesia naciente fue creciendo en torno a la Resurrección de Jesús, en torno a los testimonios de los que vieron realmente a Cristo Resucitado, los que pudieron verlo.

La invitación de hoy es a la alegría, a la alegría profunda y verdadera, la que no se va y perdura aun en el dolor. El saludo de Jesús a las mujeres es: «Alégrense, estoy acá, soy yo». La alegría de la Pascua, la alegría que viene a traer Jesús resucitado no se puede comparar con nada de este mundo, con ninguna chispita de un bienestar pasajero. Jesús resucitó para «meternos» en una vida de eternidad, nos abrió las puertas de la eternidad para que empecemos por acá, para sacarnos el miedo y devolvernos la alegría. ¡Cuántas veces como sacerdote escuché que me dijeron: «Padre, desde que creo en Jesús, desde que me convertí ya no le tengo miedo a la muerte, al contrario, tengo unas ganas increíbles de encontrarme con él»! Esa es la experiencia, la tensión del corazón que cree que lo de acá no es definitivo y que lo que viene es lo mejor. Esa es la tensión del corazón que conoce a Jesús, pero quiere verlo cara a cara. Esa es la experiencia de la Pascua, una alegría profunda, pero que, al mismo tiempo, se topa con la insatisfacción de ver que este mundo es poco comparado con lo que vendrá. Por ahí te pasó alguna vez, por ahí todavía no te pasó. En eso estamos todos, vos y yo.

Es necesario volver a vivir la Pascua, la de Jesús y la nuestra. En eso andaremos este tiempo, escuchando las diferentes apariciones de Jesús Resucitado que nos regalan los Evangelios de cada día. Pero esas apariciones las tendremos que hacer nuestras. Todos tendremos que preguntarnos: ¿Dónde me encontró una vez Jesús Resucitado en mi historia? ¿Te acordás cuál fue tu Galilea? ¿Dónde lo encuentro a Jesús hoy, concretamente? ¿Cuál es tu Galilea hoy, tu lugar de encuentro?

¡Feliz Pascua de Resurrección! Felices pascuas para todos los que día a día intentamos reconocer y escuchar a Jesús vivo y presente en su Palabra, en su Palabra escrita, que se difunde por estos audios y por tantos otros modos por todo el mundo.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre Misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.