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VII Martes de Pascua

Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:

«Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.

Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»

Palabra del Señor

Comentario

Los días que transcurrieron entre la resurrección del Señor y su ascensión no fueron infructuosos, no pasaron por pasar. Fueron cuarenta días en los que Jesús se juntó, como uno más, con sus discípulos, y como dice la palabra de Dios “les habló del Reino”. Buscó incesantemente demostrarles a sus amigos que estaba vivo, que la resurrección era tan real como su nacimiento y su muerte. Se dedicó a abrirles la mente y el corazón para que se convencieran de esa realidad tan maravillosa. Por eso, los discípulos que al principio estaban turbados y tristes, fueron fortaleciéndose de tal modo, que, al ascender a los cielos, lejos de entristecerse, se llenaron de gozo, de hecho, decía el evangelio del domingo que “volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios”. ¿Cuál pudo ser ese gozo tan grande que experimentaron los discípulos, cuál fue la causa de semejante alegría, si en realidad sus ojos dejaban de verlo? Dice un santo, que esa alegría, esa inmensa alegría, se debió al hecho de que la naturaleza humana ascendió para ser elevada y recibida junto al Padre y asociada a la naturaleza divina. Es cierto que no lo dice la escritura directamente, no podemos asegurarlo con plena seguridad, pero creo que sí es lindo pensar que los discípulos a esa altura, ya comprendían un poco más lo que estaba pasando, y la ascensión de Jesús, era para ellos el triunfo definitivo del amor, que no solo nos salvó haciéndose hombre, sino que llevó a la humanidad en sí mismo junto a Dios Padre, para siempre.

En Algo del Evangelio de hoy, escuchamos una oración de Jesús que quedó en el evangelio y evangelio que se puede transformar en oración para nosotros. Qué fecundo puede ser para todos imaginar esta escena en la que Jesús mira al cielo, mira a su Padre, lo busca con la mirada y el corazón para hablarle, para decirle todo lo que sentía. En la última cena se despidió de sus discípulos y se los encomendó a su Padre, pero al mismo tiempo les dejó a sus amigos el mejor legado que podía dejarles, sus palabras que se harían eternas porque no fueron solamente palabras, sino que fueron al mismo tiempo, gestos de amor.

Qué lindo imaginar a Jesús mirando al cielo diciendo esto. Te propongo que hagas algo similar, que hagas lo mismo, que eleves tus ojos al cielo, a una imagen, a un lugar que te ayude a transportarte a ese momento. Las palabras de Dios se pueden hacer vida si buscamos que las escenas del evangelio de alguna manera se hagan presentes, y para eso podemos usar todos nuestros sentidos. Toda la espiritualidad cristiana, la de todos los tiempos, nos recomienda esto. Somos una unidad, cuerpo y alma, somos corazón y pensamiento, somos por decirlo de alguna manera, todo junto. Antes de pensar en lo que podrías decirle vos mismo a Dios Padre, a Jesús, pensá en lo que dijo Jesús, en algunas de las palabras que escuchamos recién y si es necesario volvamos a escucharlas.

A mí me ayudan las que voy a repetir ahora, las que repito interiormente en cada consagración de la misa, las que rezo al elevar la hostia en el altar, son éstas: “Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo” Pero fijate si a vos te sirven otras, las que más te ayuden a rezar.

Decía al principio que la oración de Jesús quedó para siempre en la sagrada escritura, sus palabras se hicieron evangelio y que, por eso, y porque no, el evangelio para nosotros se debería transformar en oración, en elevación del alma hacia Dios, eso es rezar, elevar nuestra alma a Dios para que no solo camine por este suelo, por las cosas de cada día, sino que se anime a elevarse un poco más, cada día.

Nuestra alma, nuestro espíritu fue creado para cosas más grandes todavía, mucho más de lo que imaginamos. Eso es la Vida Eterna en la tierra, buscar conocer día a día al único Dios verdadero, al Padre de todos, y a su enviado Jesucristo. Vivir en serio, es desear conocer a Dios, al Padre y a su Hijo, o también podemos decirlo al revés. Conociendo a Cristo conocer al Padre. Toda nuestra fe cristiana podría sintetizarse en esto. Conocer y amar a Cristo para poder conocer el amor del Padre. Pensemos si en nuestra vida estamos buscando esto. Pensemos si estamos intentando esto día a día. Todo lo demás es pasajero y secundario. ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué estamos haciendo en nuestra vida, en la Iglesia? ¿Para qué creemos que es la Iglesia? ¿Qué estamos haciendo en nuestras familias? ¿Estamos buscando la Vida eterna mientras vivimos esta vida terrena y pasajera? La vida en serio, la eterna, esa que dan ganas de vivir, la que nos ayuda a seguir cada día es esta: Conocer al único Dios verdadero y a Jesús su enviado. No a un dios hecho a nuestra medida, no a cualquier ídolo humano, ni siquiera a un santo; mucho menos a un político, a un prócer, sino a Jesús que es Camino, Verdad y Vida. Te aseguro que eso nos va a dar paz, la paz verdadera, te aseguro que eso va a reorientar nuestra vida. Escuchemos a Jesús todos los días y vamos a empezar a entender lo que es la Vida Eterna.