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VII Sábado de Pascua

Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»

Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?»

Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme.»

Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «El no morirá», sino: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?»

Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.

Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.

Palabra del Señor

Comentario

Hemos resucitado con Cristo. En este tiempo pascual se nos invitaba a resucitar con Jesús. Ya hemos resucitado místicamente por el bautismo, pero debemos resucitar cada día. También nos invitaba a ascender a los cielos. Ya ascendimos a los cielos con Jesús, porque él nos llevó a la derecha del Padre, de alguna manera estamos junto con él, pero él intercede por nosotros para que en esta tierra sigamos caminando con pasos firmes hasta llegar al cielo. ¿Pensaste alguna vez el sentido de tu vida, el miedo de llegar al cielo? «El fin de nuestras vidas es alabar, hacer reverencia y servir al Señor, para de esa manera salvarnos y llegar al cielo», así lo expresa san Ignacio tan claramente. No te olvides, no nos olvidemos de cuál es el fin de nuestra vida y el fundamento. No tiene sentido desgastarnos en cosas que no construyen, cosas que no nos darán la salvación ni la felicidad.

Jesús ascendió a los cielos y eso meditamos en esta semana para llevarnos con él, para que tengamos una meta clara, un rumbo bien claro. Por eso te propongo que hoy demos gracias, de alguna manera, por estas semanas tan lindas de Pascua que vivimos. Demos gracias al Señor porque nos eligió, demos gracias porque nos dio la fe y nos la da cada día, demos gracias porque nos da la vida y porque dio la vida por nosotros y pidámosle que siga completando en nosotros la obra que él comenzó y que podamos decir en esta noche de Pentecostés que se acerca, hoy sábado, una gracia nueva de poder nacer de lo alto recibiendo el don del Espíritu Santo una vez más, el don y lo que ese don trae, sus dones. Que podamos decir con verdad: «Jesús está vivo y presente en mi vida y esto me llena de alegría».

No desaprovechemos este día esta oportunidad de agradecer, porque conocer a Jesús da todo y no quita nada, porque seguirlo da todo y no nos quita nada, porque, aunque muchas veces cueste «sudor y lágrimas», como decimos, siempre es mejor seguir al Señor que andar perdidos en este mundo que anda en tinieblas o caminar a la deriva pensando que somos nosotros los que sabemos a dónde vamos. No se puede seguir igual cuando se experimentó realmente la presencia de Jesús en el corazón. Es imposible… y si no hubo cambio, es porque en realidad no hubo encuentro real.

Por eso, lo lindo de este día, además de agradecer este tiempo de Pascua, es que nos preguntemos si nosotros nos encontramos realmente con Jesús alguna vez en nuestras vidas. No solo si nos decimos cristianos, si estamos o no bautizados, o tenemos una idea de él. Si no, si realmente experimentamos un cambio, si deseamos estar con él todos los días de nuestra vida, si le damos el tiempo que se merece alegrándonos con el bien que nos hace, transmitiendo su alegría y su amor. Lo importante es eso. En definitiva, ahí está el núcleo de nuestra fe. Para eso se escribieron los evangelios, para que vos y yo creamos, para que nos enamoremos de esa persona que es Jesús, para que podamos seguirlo y tengamos ganas de que todos y otros lo conozcan, como nosotros, sin importarnos cómo van caminando los otros. En el sentido de que no hace falta compararse, sino alegrándonos de que podamos ayudar a otros a caminar. Si no, lo importante es que estemos también caminando nosotros.

Algo del Evangelio de hoy creo que nos puede orientar en este sentido, una frase fuerte de Jesús a Pedro: «¿Qué te importa?». Le dijo «¿Qué te importa?» ante su pregunta «Señor, ¿y qué será de este?», refiriéndose al discípulo amado. Creo que Jesús le dijo algo así: «Preocúpate por tu camino, de los demás… de lo demás también me ocupo yo». ¡Qué lindo y consolador es escuchar esto: «Preocúpate por tu camino»! En el sentido de que no vale la pena, a veces, mirar cómo van los otros, si no estamos bien nosotros, concentrados en lo nuestro. Jesús le había anticipado a Pedro cómo moriría y se empezó a «meter» en la vida de los otros, seguro que, con muy buena intención por amor, como siempre la tuvo Pedro. Sin embargo, Jesús es claro: «¿Qué te importa?».

Muchas veces perdemos el tiempo en la fe por meternos en lo que no nos tenemos que meter. Demasiado trabajo tenemos con nosotros mismos como para andar indagando sobre la vida de los demás. Imaginémonos si invirtiéramos todo el esfuerzo que muchas veces invertimos en cuestionar, en averiguar, preguntar, chusmear, curiosear y tantas otras cosas más. Miremos si en realidad estamos ocupando bien. Mirá si ocupáramos más el tiempo en amar y seguir a Jesús de todo corazón. ¡Nos haría tanto bien! Es triste a veces ver cómo dentro de la Iglesia otros se ocupan de la vida de los demás, pero no por amor, sino por no ser dueño de sus propias vidas. Es tan difícil a veces ocuparse por lo justo y necesario, es triste ver incluso, y me sorprende, páginas web ocupándose de la vida de los otros dentro de la Iglesia, criticando a ver qué dijo y qué no dijo el otro, no están viviendo la vida de fe como deberían vivirla, con videos y tantas cosas más que lo único que hacen es alarmar y sembrar cizaña.

El Evangelio de Juan termina enseñándonos esto: que muchas veces no hace falta más, ni pretender más, sino saborear bien lo que hay, lo que tenemos. Dice que hubo muchísimas cosas más que Jesús hizo y que no alcanzarían los libros del mundo para contenerlas. Sin embargo, escribió esas, las suficientes, las necesarias para creer y seguirlo. Diríamos nosotros: «Algo del Evangelio», «Algo de la vida de Jesús». ¿Para qué más? ¿Qué nos importa lo otro que no escribieron? Es lindo aprender de la sencillez de Jesús y de los evangelios. Pedro también tuvo que aprender a ser sencillo, a conformarse con lo suyo, a no saber tanto de la vida de los otros. ¿Será que a nosotros también nos hace falta eso?

Terminemos esta semana alegrándonos con tantos dones recibidos y no pretendiendo más de lo que nuestro corazón hoy puede necesitar, solo él sabe lo que necesitamos.