• www.algodelevangelio.org
  • hola@algodelevangelio.org

VII Sábado durante el año

Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor

Comentario

Buen día, buen sábado. Un sábado más para terminar esta semana tan linda en la que fuimos recorriendo, como siempre, las lecturas del Evangelio de cada día que la Iglesia nos regala, y aunque parezca muy repetitivo, no me cansaré de decirte, de animarte a que no dejes de escuchar. Sea como sea, sea el ánimo que tengas, estés como estés, no dejes de escuchar, por lo menos de fondo, por lo menos escuchar el Evangelio del día, y aunque no profundices tanto, vas a ver que esas palabras te van a quedar grabadas lentamente en el corazón. Por supuesto que siempre lo mejor es profundizar, darse un tiempo, pero lo perfecto es enemigo de lo bueno, entonces por lo menos no hay que dejar de escuchar. Siempre los sábados, de algún modo, según tus actividades puede ser un día especial para frenar un poco.

Para comprender de algún modo Algo del Evangelio de hoy no debemos olvidar un detalle importante de la cultura de ese tiempo y que tiene que ver con los niños, con la presencia de los niños entre los adultos. Dicen los historiadores que los niños no eran como ahora, de algún modo, el centro de nuestras reuniones o no eran de algún modo tan tenidos en cuenta, por lo menos cuando se estaba con adultos, al contrario, a los niños se les exigía mucho y eran un poco relegados. Y es por eso que se entiende esta reprensión de los discípulos hacia aquellos que le llevaban niños para que Jesús los tocara. En el fondo estaban respondiendo, reaccionando según la cultura de su tiempo. Cuando estaban los adultos, no había que llevar niños, sin embargo, acá vemos lo primero que podemos aprender de la escena del Evangelio de hoy: Jesús como en tantas otras cuestiones rompe de alguna manera con la cultura de ese tiempo.

Revoluciona la mirada que tenían en ese tiempo sobre ciertas realidades, en este caso, con los niños. No, Jesús se enojó y dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí. Dejen que los niños se acerquen a mí», o sea, dejen de tener esa mirada tan restrictiva. Así con muchas otras situaciones, Jesús nos mostró que vino a cambiar ciertas cuestiones de la cultura que se nos van adosando y que finalmente no nos dejan vivir el Evangelio. Sería un tema largo, pero hay muchas cuestiones de nuestra cultura que se nos van pegando, que vamos adquiriendo, que vamos incorporando sin darnos cuenta y que muchas veces no nos dejan vivir el Evangelio. Para Jesús, todos somos iguales, desde el más pequeño hasta el más grande.

Y por otro lado, como siempre, Jesús aprovecha este momento, esta oportunidad para enseñar algo y por eso utiliza esta imagen de los niños para decirnos que en definitiva al Reino de Dios, que comienza ya en la tierra, solo podremos entrar si tenemos, de algún modo, el corazón de niños. Y acá también hay mucha tela para cortar. ¿Qué significa ser como niño? ¿Qué significa para Jesús que tengamos alma de niños? Bueno, creo que fundamentalmente Jesús se refiere a esa sencillez de corazón, a esa cierta ingenuidad e inocencia que tienen los niños para recibir de sus padres al comienzo de sus vidas todo como si fuera lo mejor. Nosotros, cuando nos vamos haciendo adultos, nos vamos despegando un poco de nuestros padres de alguna manera, vamos descubriendo que nuestros padres no son la perfección como en algún momento pensamos; y con Dios, de algún modo, nos pasa lo mismo.

En la medida en que nos hacemos adultos, pensamos que somos nosotros mismos los que hacemos o fabricamos nuestra vida. Y él quiere todo lo contrario, que cuanto más grandes nos hagamos, más corazón de niño, más pobreza espiritual, más humildad tengamos en el corazón. Si no nos hacemos como niños, si no nos damos cuenta que todo lo recibimos de nuestro Padre, que no somos nosotros los que fabricamos nuestra santidad, sino todo lo contrario, no podremos entrar en el Reino de Dios. Hacerse como niños en definitiva quiere decir cada día ser conscientes de que somos hijos, y que como hijos todo lo recibimos de nuestro Padre.

¡Qué lindo sería terminar este día, este sábado sintiendo que Jesús nos abraza, nos bendice y nos impone las manos! Solo podemos acercarnos a él con un corazón puro si tenemos el alma de niños. Pidámosle al Señor ese regalo tan grande que todos necesitamos, todos tenemos que vivir, como decía santa Teresita, esta infancia espiritual, sabiendo que todo lo recibimos por él y para él.