• www.algodelevangelio.org
  • hola@algodelevangelio.org

XVI Domingo durante el año

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».

Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».

Palabra del Señor

Comentario

El domingo es el día del Señor, acordémonos que domingo significa «día del Señor», un día para estar como María a los pies de Jesús escuchando sus palabras. Para eso es el domingo, para frenar un poco, para dejar de «agitarnos» por tantas cosas, para dejar de ser un poco «Martas», al menos por un momento; para dejar de inquietarnos por tantas cosas que son buenas y nos hacen bien, pero muchas veces nos hacen perder el foco de nuestra atención y nos hacen olvidar lo verdaderamente necesario.

Es una imagen bellísima la de Algo del Evangelio de hoy: un pueblo, una casa, la invitación de una mujer –Marta a Jesús– para que estuviera en su hogar, María que «aprovecha» la situación de esta invitación y se sienta a los pies de Jesús para escucharlo. Mientras tanto, Marta que no para de trabajar, que no para de hacer cosas, va de aquí para allá, seguramente con deseos de servir a su Maestro; y la otra –María– que escucha.

Todo un cúmulo de signos en esta situación, y Jesús como siempre que enseña. Aprovecha esta ocasión para ilustrarnos con una enseñanza que nos tiene que quedar grabada en el corazón. Jesús enseña con su vida, enseña también con la vida, con lo que le pasa alrededor. Él es el Maestro que no necesita tiza, ni pizarrón, es el Maestro que no necesita presentaciones de Power Point, o videos para llamar la atención. Jesús es el Maestro que cautiva el corazón de aquellos que lo escuchan; es el verdadero Maestro, por eso nos enseña. Y termina dándole una «lección» a Marta, no la trata mal ni la crítica, simplemente –de alguna manera– Jesús se lamenta por ella y para que se dé cuenta: «Marta, Marta, te inquietas por tantas cosas, y sin embargo, hay una sola que es necesaria. María eligió la mejor parte».

Qué bueno que hoy para nosotros podamos decir: «¡Quiero aprender a elegir, quiero aprender a decidirme por lo mejor!, porque tantas veces he perdido el tiempo haciendo tantas cosas, y sin embargo, tengo que volver a escuchar a Jesús que me dice: “Dejá de inquietarte por tantas cosas. ¿No aprendiste en la vida que finalmente la inquietud no te llevó a nada? ¿No aprendiste que al final de cuentas esa inquietud te la terminé solucionando Yo, te la terminó solucionando el tiempo, o el tiempo te fue demostrando que no era tan necesaria como pensabas?”».

¿Cuántas veces andamos como Marta? ¿Cuántas veces parece que ser como María es «perder el tiempo»? ¿Cuántas veces el mundo se burla de nosotros porque parece que «estar a los pies de Jesús» no es necesario? Entendiendo que estar a los pies de Jesús es un símbolo de rezar, de adorar, de tomarse un tiempo de silencio, de escuchar su palabra, leerla, puede ser no hacer lo que el mundo piensa que tenemos que hacer. Sin embargo, «estar a los pies de Jesús», pero para escucharlo, es lo más necesario; en definitiva, Jesús no desprecia la «actividad», no está despreciando a Marta por lo que hace; lo que le quiere enseñar es que haciendo cosas no tiene que olvidarse de lo más importante, que aun haciendo cosas tenía que hacerlo escuchándolo a él, que aun sirviéndolo tenía que haberlo escuchado primero a él.

Marta invita a Jesús a su casa y termina poniéndose a trabajar. ¿Cuántas veces nosotros también hacemos lo mismo? Queremos abrirle el corazón a Dios, y le hemos abierto el corazón para que entre a nuestra vida: teniendo algún servicio, alguna actividad comunitaria, solidaria, caritativa de la Iglesia; y sin embargo, sin querer, lo dejamos de escuchar. Si estamos sirviendo a Dios y lo dejamos de escuchar, es porque en el fondo no lo estamos sirviendo, nos estamos sirviendo a nosotros mismos, estamos sirviendo a nuestros caprichos y por eso terminamos quejándonos y podemos quejarnos como Marta de la actitud de María, que en el fondo fue la más inteligente y la de corazón más grande.

Qué bueno que hoy en este domingo podamos aprovechar para serenarnos un poco y decirnos a nosotros mismos: «Rodrigo, Rodrigo, te inquietas por tantas cosas».

Decí tu nombre, o también dejá que Jesús te lo diga a vos mismo: «¿Por qué te inquietas, por qué andas corriendo?, ¿qué necesidad tenés? ¿No te das cuenta que de un día para el otro tu vida puede terminar, puede llegar el final, a su mejor final que es encontrarte con Jesús? ¿Y vos crees que te va a preguntar cuántas cosas hiciste, o cuánto amaste, cuánto lo escuchaste? ¿O con cuánto amor hiciste lo que hiciste?

Ojalá que vivamos este día en familia, escuchando a Jesús, que no son dos cosas distintas. Se puede escuchar a Jesús haciendo lo que tenemos que hacer, amando a los que tenemos a nuestro alrededor. Se puede escuchar a Jesús en la actividad en medio del mundo, pero para eso necesitamos cada tanto decir: «Tengo que frenar, tengo que estar a tus pies».

Disfrutemos de la Palabra de Dios, la Palabra de Dios escuchada, transmitida en la Iglesia, que es la que nos alimenta cada día y nos ayuda a que no terminemos siendo «Martas» sin corazón.

¡Tengamos el corazón de María y las manos de Marta para ser unos verdaderos discípulos de Jesús!

Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.