«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.»
Palabra del Señor
Comentario
¿Finalmente quién fue el que aportó algo para que Jesús haga el milagro de la multiplicación de los panes y los peces en el Evangelio del domingo? ¿Te acordás? Un niño. «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?». Ninguno de los discípulos, de algún modo, se quiso hacer cargo de lo que Jesús pretendía. Es lógico, no entendían lo que iba a pasar, mientras en el fondo los estaba poniendo a prueba. Es lógico, esto no es una crítica para ellos, vos y yo hubiéramos dicho y hecho lo mismo seguramente. Felipe se preocupó por el dinero contestando: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan». Y Andrés, por otro lado, se preocupó por la cantidad: «…pero ¿qué es esto para tanta gente?». ¿Quién de nosotros no hubiera actuado de la misma manera? No terminamos de comprender lo que pretende Jesús de nosotros, no terminamos de comprender que justamente lo que pretende es que nos hagamos cargo, que seamos partícipes de su amor, de que él solo puede amar a través de nosotros si nosotros damos algo de lo que tenemos (el corazón), y siempre tenemos algo para dar. Por eso, el niño sin nombre de la escena me parece que representa lo que nosotros podemos ser, o fuimos y dejamos de ser. Ese niño que no se niega a dar lo único que tiene con tal de que Jesús haga algo por los demás. Ese niño que termina siendo un instrumento para que el Maestro haga lo imposible para darle de comer a tantos miles y que se den cuenta que el verdadero hambre de nuestra vida pasa por otro lado, pasa por el corazón. Nosotros podemos ser ese niño, porque, en realidad, fuimos creados para compartir, para no dejar a nadie de lado, para hacernos cargo, en la medida de nuestras posibilidades, del dolor y de las carencias de los demás, así como algunos alguna vez lo hicieron con nosotros.
En estos días, también venimos comentando algo sobre lo que la misma Palabra dice sobre sí misma. La Palabra de Dios también es «cortante». Volvamos al texto de la Carta a los hebreos que dice así: «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón». Es más «cortante» que cualquier espada, es una expresión muy gráfica. ¿Dios habla para cortar?, podríamos preguntarnos. Y sí. De alguna manera sus palabras son para dividir, pero en el buen sentido de la palabra. La división no siempre es mala, sino que es necesaria y es sanadora, también. Dios habla para iluminar nuestras vidas y la luz divide, hace que la oscuridad desaparezca y se generen nuevos espacios. Pensemos en la cantidad de cosas que «cortó» en nuestra vida al escuchar la Palabra de Dios con seriedad. Cuando es escuchada de corazón, tiene tanta fuerza que logra convertir a miles y miles de personas y les transforma la vida.
Mientras tanto, tomando Algo del Evangelio de hoy, lo que podemos ir pidiendo es descubrir la riqueza y la belleza del Reino de los Cielos, que hoy está simbolizada en el tesoro y en la perla. Descubrir el amor de Jesús, descubrirlo a él, como Persona, por medio de sus palabras, de la Eucaristía, de la caridad, es todo, es la mayor riqueza que alguien puede encontrar en la vida. Nosotros, por medio de estos audios, estamos haciendo el camino de la Palabra, descubriendo el tesoro de lo que Jesús dijo alguna vez y sigue diciendo, y nos dice cada día. Pero el tesoro del Reino de los Cielos es algo que nos puede llegar por miles de caminos distintos. Dios Padre digamos que tiene uno pensado y guardado para cada uno de nosotros, nos sigue proponiendo caminos nuevos. Pensémoslo y recémoslo en nuestra propia vida.
¿Cómo llegaste a descubrir a Jesús?, ¿cómo encontraste el tesoro de la Eucaristía?, ¿cómo llegó a vos la Palabra de cada día? ¿Cómo empezaste a tener un apostolado, eso que te hizo descubrir semejante regalo? Y, al mismo tiempo, cada uno descubre el tesoro y la perla, el valor de Jesús y la belleza de seguirlo de diferentes maneras y en diferentes momentos de la vida. Lo fundamental que tenemos que guardar en el corazón hoy, creo, es que el amor de Jesús vale más que todo lo que podamos tener, el tesoro vale más que el campo en donde estaba escondido y vale más que todos los bienes del hombre, y por eso es capaz de vender todo lo que tenía. Nadie vende todo si lo que va a comprar no es más valioso, mejor, o aquello que tiene, lo que compra, contiene lo más valioso. Jesús es todo, es todo lo que necesitamos y anhelamos. Él es el tesoro que andamos buscando casi sin darnos cuenta; es él el que nos hizo cambiar de vida, es el único que cambió la vida de millones de personas a lo largo de la historia; es el que nos hizo entrar en el grupo de oración que estamos ahora, el que nos hizo entrar en ese movimiento, en ese grupo, en la parroquia, es el que nos ayuda a servir cada día. Él es todo, ¿queda alguna duda?
Por otro lado, Jesús es la perla más linda, más bella. Y la belleza vale más que cualquier cosa, por eso este hombre vende todo por la perla más linda, la belleza de estar con Jesús vale más que todo lo que podamos tener. Estar con él es lindo, hace bien, cambia la cara, cambia la mirada, cambia el corazón y eso se nota. Si todavía no andamos con una sonrisa por la vida, dándonos cuenta de que vivir es mucho más lindo de lo que imaginamos, es porque todavía no hemos encontrado a Jesús verdaderamente, tenemos que seguir buscando, no hay que desanimarse; él se hace encontradizo para aquellos que lo buscan con corazón sincero. Sigamos buscando porque la búsqueda no termina, aunque creamos que terminó, que ya está. Siempre podemos volver a encontrarlo mucho más, siempre podemos volver a enamorarnos más de él.