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XXVIII Viernes durante el año

Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.

A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.

¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.»

Palabra del Señor

Comentario

Qué bueno sería ir terminando esta semana aprovechando para agradecer, como el samaritano del domingo, ese hombre extranjero que volvió corriendo a los pies de Jesús alabando y dando gracias, para alabarlo y darle gracias. Hay que tomarse tiempo. El agradecer no puede ser “virtual”, no alcanza con un mensaje de texto, con una foto en Face, con un WhatsApp. El agradecer tiene que ser lo más presencial posible. Una buena carta, una buena visita, un buen abrazo, una buen GRACIAS, usando la palabra.

Con Jesús tiene que ser lo mismo, no podemos caer en la misma que los “otros nueve” del Evangelio que seguramente agradecieron, pero sin frenar, por ahí agradecieron por el camino. Tenemos que volver a Jesús. Hoy podemos hacerlo todos, ese esfuerzo, ir a los pies de Él, en el Santísimo, en un sagrario, en un momento de silencio, para decirle GRACIAS, todo lo que tengo y lo que soy es gracias a Vos. Se puede, hoy hagamos ese intento.

En Algo del Evangelio de hoy, además que, a la multitud, Jesús habla especialmente a los discípulos y por supuesto a nosotros: «Cuidado con la levadura de los fariseos que es la hipocresía».

La hipocresía es como una levadura que hace fermentar nuestra “masa-corazón”, que más bien podríamos decir que la pudre, pudre nuestro corazón, lo pudre, pero inflándolo, como hace la levadura con la masa. Lo hace elevar, pero a la soberbia y no a la humildad.

Cuidado con la hipocresía –que es la que nos destruye–, cuidado con la mentira, cuidado con la doblez de corazón, cuidado con la incoherencia.

Nosotros somos discípulos, nuestra vida tiene que estar más puesta en nuestro testimonio, en nuestra forma de vivir; que en las cosas que decimos. Pero ¡cuidado!, porque a veces con nuestra mentira, con nuestra doblez, con nuestra ambición, con nuestra vanidad, con todo lo que es para afuera y que en realidad no muestra lo que es nuestro corazón; podemos hacer mucho mal. Y nos hacemos mal a nosotros mismos, vivimos una vida disociada. ¡Cuidado con la hipocresía! “Señor libranos de la hipocresía, libranos de la mentira y ayudanos a ser coherentes en la fe, verdaderos cristianos coherentes con lo que decimos, creemos y hacemos”. Ojalá que hoy el Señor nos conceda esa gracia.

Pero hay una segunda cuestión en las palabras de hoy. Jesús nos habla de “no temer”. Hay gente que hace el mal, gente que nos puede hacer mal, gente malvada en este mundo, gente que realmente busca el mal de los demás y te pudo tocar gente que te hizo mal; pero Jesús dice: «No teman a los que matan el cuerpo… teman a aquel que después de matar tiene el poder de arrojar a la gehena».

No temamos a los que realmente no matan lo más importante de nuestra vida que es nuestra fe; nuestra confianza, nuestra certeza de que hay algo mejor, de que la vida es mucho más grande de lo que creemos y la bondad es mucho más grande de lo que pensamos. No temas, si te tocó sufrir algo en la vida, no temas a eso; no temas a lo que puedan hacerte el mal. Como decíamos ayer, cada uno deberá dar cuentas a Dios de lo que hizo.

Y lo tercero, es que Jesús nos da un lindo mensaje cuando nos dice: «Ustedes tienen contados todos los cabellos, no teman porque valen más que muchos pájaros». Qué lindo es saber que Dios es nuestro Padre, este es el mensaje final, consolador y esperanzador de Jesús: Dios es nuestro Padre. Tiene contados todos nuestros cabellos, sabe todo lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos.

No hay que dudar del amor del Padre incluso en momentos difíciles, en todo momento hay que confiar que Dios es nuestro Padre y que Él sostiene la historia de nuestra vida, la historia de la humanidad; y saber que por más que haya personas malas, por más que podamos sufrir malas experiencias; Él es nuestro Padre, Dios es tu Padre.

Hoy miremos al cielo y digámosle a Dios, a nuestro Padre: “Padre, Padre quiero confiar en Vos, quiero saber que estás presente, quiero sentir que estás presente, y no quiero hacer nada que muestre una doblez de corazón, no quiero hacer nada oculto, porque todo está expuesto ante tus ojos y ante tu corazón”. Terminemos esta semana con un buen y gran: GRACIAS.